El mago de la noche.

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     Febrero caminaba, y aunque Carla jura so pena de muerte estar recuperada, Javier sigue vigilándola desde el piso de arriba del club, como si de un momento a otro fuera a desplomarse tras la barra. Agarrado a la barandilla, y la camisa italiana remangada con estilo, oteo la pista en busca de Browning para asegurarse que cumplía las órdenes de ser sus ojos, cuando sus ojos no puedan estar sobre su hermana. Lo ve a pocos metros de ella, firme como una atalaya cumpliendo su cometido. Se echó satisfecho sobre la baranda con aire de capitán desde el puente de mandos, viendo su barco funcionar.

Carla cruzaba la barra con energía y una sonrisa radiante. ¿Estaba más guapa que nunca, o se le figura a él? ¿Le queda esa blusa azul jade igual que siempre, o la sonrisa le potencia el color y el brillo? Sonríe malicioso al verla mirar insistente hacia la puerta por donde se supone que aparecerá Luc, pero, su querido hermanito ha dado instrucciones para que la dirigieran aquí arriba.

     —¡Ey! —Luc aparece tras él, y choca hombro con hombro.

     —¡Querida mía! —la rodea en un abrazo.

     —Aquí me tienes—. Se coloca a su lado en la baranda. —Obediente y cumpliendo sus órdenes.

     —Sí, y ella buscándote —dice señalándola malicioso con la cabeza.

     —Es que vamos a cenar, y yo como siempre, llego tarde. —Dibujó un gesto inocente que esperó le sirviera también con Carla. —Tendré que echarte la culpa si me cae la bronca, pero no he podido resistirme a tu llamada —le dijo con coquetería haciéndolo reír.

Javier se apoya en un brazo, y la mira con pausa de arriba abajo. La cortísima falda negra no pasaría inadvertida para nadie, y Carla no iba a ser menos.

     —Pues que suerte la mía quedar con una belleza así. —Silbó impresionado sin malicia. Luc aceptó el cumplido recolocándose el cuello de la blusa.

     —Gracias.

     —Estás guapísima querida, a mi hermana le va a ser complicado cerrar la boca cuando te vea con esa minifalda —carcajeó feliz cabeceando hacia la barra.

     —Ya... Es que tengo la moto en el taller —se excusó. —Así que aproveché que vendría en taxi, y... —lo miró coqueta mostrando el outfit.

     —Sabes que no hace falta que cojas ningún taxi —reprendió su resistencia a beneficiarse de las comodidades familiares. —Te tengo dicho que llames a Browning y él te manda un coche donde necesites.

     —Gracias, lo tendré en cuenta —aceptó por enésima vez, y Javier asiente, aunque sabe que la sugerencia caerá en saco roto.

Guardaron silencio, si es que eso era posible entre el bullicio del club, saboreando la animada imagen de Carla corretear tras la barra. Luc se llenó de la felicidad que desprendía bromeando con las camareras. Javier soltó una risita antes de decir.

     —Pienso quedarme aquí para ver como se le descuelga la mandíbula cuando te vea —insiste tocapelotas.

     —Mira que eres jodelón con ella.

     —Es lo que toca soy el mayor ­—encogió un hombro. —Pero bueno, a lo que iba—. Se giró hacia Luc enlazando los dedos para exponerle su gran proyecto. —¿Sabes que a finales de este mes es el cumpleaños de la niña?

     —Sí, sí que lo sé. Y no porque me lo haya dicho ella. Pero tuve su carnet en la mano.

     —Pufff, normal. No quiero fiestas —la remedó burlón. —Pero este año se acabó. No podrá escapar del mago de la noche —se señaló orgulloso con ambas manos impostando la voz.

La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora