Cara de boba.

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     ¿Miraba el móvil con cara de boba? Seguro, pero tampoco podía evitarlo. Porque Luc reventaba con dinamita los muros de su bastión de acero. Despertar, y ver el WhatsApp diciendo:

     Luc: Dale los buenos días a Tana, y dile que la echo de menos.

Hizo derramarse en su cuerpo una adrenalina dulce y multicolor. La agria sensación de fracaso con la que se coronó anoche, se esfumó con la medicina de esas trece palabras. Dentro de ella, comenzó a macerarse un gustoso binomio de miedo y deseo, que le está creando adicción. ¿Se había sentido alguna vez así? Juraría que no. Al menos, nunca ha sentido este empujón de ganas animándola a saltar sus barreras, con la desasosegante y peligrosa sensación de estar enamorándose.

Se tapó la boca, y dejó explotar dentro un grito de montaña rusa encogiéndole el estómago. Lanzó de una patada las sábanas, como si volara la puerta de un banco, y salta de la cama llena de energía. Tiene la cabeza tan puesta en Luc, que al entrar al cuarto de baño y ver su reflejo en el espejo, recuerda que tiene morados en la cara.

Inspecciona la mejoría. Luc era, por extraño que parezca, más cabezota que ella, y le permitió omitir las pastillas, pero la crema antinflamatoria era de misa diaria. Además, ver la concentrada minuciosidad con la que la extiende por su mejilla, no tenía precio.

El corte del labio está cerrado contra todo pronóstico, teniendo en cuenta que podría escribir un master sobre las mil formas de besar a Luc. Solo le queda un pequeño punto marrón sobre la comisura, sin apenas importancia. Los morados de alrededor tienen una tonalidad amarillenta que podría disimular sin problema con maquillaje, y la ceja partida tardará algo más, pero nada alarmante. Lo que sí era alarmante, era su mirada. Brilla, con el cien por cien de la batería cargada.

Se desnudó y analiza su reflejo invertido. Acarició su vientre, y sube por los costados hasta cubrir con las manos sus pechos. La idea de estar así delante de Luc le hace temblar. Y podría hacerlo, no era la primera vez. Solo tenía que forzar la entrega, omitir las preguntas, y mentir en los porqués. Es fácil. Hasta ahora. Porque a pesar de su silencio, Luc nota la herida, y no insiste en seguir. Anoche, decidieron dejar en manos del tiempo, que ese momento se acerque con la calma de los días. Aunque ella, siga sintiendo el miedo de la cuenta atrás respirarle en la nuca.

La ducha le sentó de maravilla, el café la espabiló, y al abrir la famélica nevera y ver una compra hecha, no pudo evitar una sonrisa tonta, y exclamar un acaramelado: Ohh, que bonito..., que en otro momento le habría provocado ganas de hacerse el harakiri, si viera tanto pasteleo en otras personas. Pero Luc, era un mantra poderoso contra la tristeza, y estaba rendida a su ternura.

Paseó por el piso mirando las fotos como por un museo. Su ocioso deambular lo ponía en peligro una protestona Tana, que se empeñaba en morderle los pies. La taza de café ambientaba como un botafumeiro un lugar ya de por si acogedor. Olía tan agradable y estaba tan limpio, que caminaba gustosa descalza, aunque fuera febrero.

En las paredes de un blanco roto, cuelga una vida en fotografías. Una pesada y antigua librería de roble, le da al salón un aire ecléctico, combinando con elegancia el Chester de la inquisición, versus, muebles ligeros y modernos de Ikea. Los suelos de terrazo, típicos de los setenta, y las ventanas de madera gastada, le dan un delicioso toque final al salón, que el rabioso sol de la mañana se encarga de iluminar a borbotones.

Husmeó por las fotos. Amigos, y una Luc sonriente y fotogénica. Otras, junto a un hombre, atractivo y bendecido con dos medias lunas en las mejillas, tan parecida a ella, que dedujo sería su padre. Fotos de su graduación en la policía, de fiesta, amigos, playa, campo y entrechocar de botellines con sonrisa a cámara. Y como quien busca a Wally, apareció.

Da el último sorbo y suelta la taza en la estantería con la inquietud anclada en la boca del estómago. Sujetó la fotografía, y la inspecciona con alma de portera de vecindad. Natalia y ella. Enmarcadas de fondo por la naturaleza.

Luc rodeaba su cuello, y mira a cámara con media sonrisa chulesca y ojos somnolientos y satisfechos. Se ven tan verdes como la picardía que destilan. El sol incide en ellos reclamando toda la atención de la fotografía. Natalia, sin embargo, mira a Luc. De perfil, con la barbilla apoyada en una mano y sí, una grandísima cara de boba. Era obvio el vínculo. El gesto posesivo al rodearse, y la mirada plena de haber pasado la mejor noche de su vida. Su corazón comenzó a tirarle de la manga como un niño pequeño, que asustado pregunta si tendrán que irse. La duda volvió a hacerse su huésped, y comenzó a desalojar a las mariposas okupas, sintiéndose tan fuera de lugar, como un lienzo de seda en un basurero.

Suelta la foto malhumorada, y se reprende que el pasado de Luc que no le pertenece, le genere tanta inseguridad. Pero es que Natalia está tan presente como un grito, y la negativa de Luc a hablarle de ella se la regresa una y otra vez como el eco en una cueva. Coge el teléfono y vuelve a leer el mensaje para exorcizar los celos:

     Luc: Dale los buenos días a Tana, dile que la echo de menos ;)

Borró y escribió, empapada de sentimientos encontrados. Al final destierra los miedos, y se lanzó como solo se siente segura. A medias.

     Carla: Tana miró el mensaje con indiferencia... pero creo que su interior de hielo se derritió un poquito.

Le llegó un mensaje al instante.

      Luc: Ahh vaya... ¿Crees que se derretirá por completo alguna vez? La verdad es que no puedo evitar sentirme atada a sus ojos de caramelo...

Sonrió al reconocer el guiño, ya que su gatita tenía unos preciosos ojos verdes.

     Carla: ¿Ummm? creo que no has mirado bien los ojos de la gata...

     Luc: Sí que los he mirado, y me he perdido en ellos un par de veces.

"Madre mía..." Cara de boba en tres, dos... Ya.

     Luc: ¿Qué piensas hacer hoy?

     Carla: Tengo algunos asuntos que tratar con Javier, y con el seguro de la casa. Pero ya que has tenido a bien hacer la compra, haré la comida para que no pierdas el estómago con tus delicatessen caducadas.

     Luc: Cuidado con quemarme la casa, que yo no tengo seguro.

     Carla: Se cree el ladrón... ¿Pones en duda mis artes culinarias?

     Luc: Me encanta comer, así que nada desearía más que equivocarme. ¿Y qué vas a cocinar?

     Carla: Pues para que no extrañes las porquerías que tú cocinas... De primero: lo que sea quemado, y de segundo, tenemos el pienso de Tana.

     Luc: Dios... me muero de ganas por llegar a casa. Hasta después, el deber me llama. 😘

     Carla: Ten cuidado. Hasta después. 😘

     Luc: Sí mamá.🙄

Los moretones se le irían, pero la cara de boba, permanecería para siempre congelada en el tiempo como en la fotografía de Natalia. El móvil la despertó de su ensoñación con otro mensaje.

     Luc: Que me muero por llegar a casa, es totalmente cierto.😊

Lo dicho, congelada en su cara para siempre.

La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora