Abrió los ojos. El derecho a medio gas, y doliéndole más de la cuenta al estar acostada sobre él. Se movió para liberarlo de la presión, y nota la carne entumecida como corcho. Observa confusa la habitación. Una luz color marfil filtrada por las cortinas, ilumina el dormitorio, y la ayuda a ubicarse de en donde se encuentra. El recuerdo de todo lo pasado regresa como el dolor.
Frente a ella, Luc duerme vestida sobre la colcha. No la escucha respirar, como si perteneciera a un sueño. No es la primera vez que sueña con ella, así que no lo descarta, pero está tan cerca que contiene el aliento ante la realidad de su presencia.
Pudo pasear por su belleza grabándose en el anonimato los descubrimientos nuevos sin sentirse intimidada. Sus párpados, tienen un color cálido, como un maquillaje sutil, y las pestañas, le dibujan una línea tupida, parecida a un cordón trenzado. Al final de la ceja, descubre un pequeño lunar, oscuro como un grano de café, igual que un punto cerrando una frase.
Hecha un ovillo, con un puño tapando su boca, a Carla le parece tan vulnerable como cualquier persona, y aunque no perdía ese aire formal ni dormida, le conmueve la indefensión que desprende.
Bajó por sus hombros, redondeados, fuertes. Su cuerpo le parece una estructura firme y capaz de hacer cosas que a ella le serían complicadas. Escaló a la curva de su cintura, y paró en la cadera. Otea desde allí el horizonte de posibilidades que promete esa cima, y se le acelera el pulso ante el pensamiento de acercar la mano y pegarla a su cuerpo para sentir su calor. Se reprende el atrevimiento y regresa lo andado, temiendo descarrilar por tanta curva, y para su sorpresa, al llegar a su cara, Luc la está mirando.
Se puso más roja que el corazón que le pateaba las costillas pidiendo que se lo tragará la tierra. Luc le sonríe con picardía al descubrir, que lo que había interpretado, era cierto.
—¿Qué tal estás? —le dice sujetando una sonrisa pilla.
Carla tuvo que carraspear antes de poder articular.
—Bien —y añadió un tonto y reiterativo. —Muy bien.
—¿Muy bien? —le dedica un gesto sorprendido—. Eres una chica fuerte, Carla Ribó —bromeó, entornando los ojos con cierto escepticismo.
Carla sintió un calorcito tonto y agradable por que se acordara de su apellido.
—No te creas —confesó.
—Ahhh. ¿Entonces lo dices para escaquearte del hospital?
—No —sonrió sincera. —Estoy bien, de verdad. —Y no mentía, comprobó sorprendida de que podía olvidarse de todo hablando con ella.
—No te creo, pero tú ganas —acepta resignada a su tozudez antes de incorporarse. Sentada en el borde de la cama, se estiró con un gruñido, y su pelo onduló como un río de noche. —¿Tienes hambre? —dijo volteándose de pronto. Carla, se apresura en borrar la cara de boba.
—No—. Y calló. Luc le aguanta la mirada sin saber interpretar las sombras de ese silencio. —Lo siento —le dice de pronto, descolocándola por el cambio de conversación.
—¿El qué?
—Siento haberte echado de mi casa —matizó, fija en sus ojos.
—Ahh... —A Luc su mirada la hizo sentir desnuda, como si fuera capaz de atravesar la distancia de estos cuatro meses, y viera cuánto había pensado en ella. Carla continúa:
—Y no por esto, ¿eh? —quiso aclararle señalándose la cara. —Es, porque siento lo hermética que fui contigo, y también siento no haberte dicho las cosas claras. —Bajó la mirada y añadió encogiendo los hombros, un apenado. —Lo siento, en definitiva. No te lo merecías —suspiró aliviada de quitarse ese peso.
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La chica del club II
Romance¿Qué harías si el pasado llamara a tu puerta pidiendo ayuda? ¿Te entregarías a alguien que te impone límites, y aceptarías las consecuencias? Tras separarse, Luc y Carla, intentan recuperar la vida que tenían antes de conocerse. Hasta que un día, la...