Dudas y fantasmas.

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     El Dharma despuntaba imponente, llenando el cielo de destellos brillantes como una nave espacial. La llamada de Javi la puso en alerta. Si quería hablar con ella, sin Carla de por medio, solo podía tratarse de Guillén. Un chico de seguridad la custodia hasta el despacho. Al verla, Javier, remangado, con la camisa aguamarina desordenada de la cintura, y un destello de rabia contenida en sus ojos, le hizo un gesto impaciente para que cerrara la puerta. Una vez a su lado la abrazó, y empieza sin preámbulos mientras Luc, se quita la chaqueta.

     —Se ha puesto en contacto conmigo —aflojó con furia el nudo de la corbata. —Esa mujer es el demonio —sisea alterado, mientras llena un vaso con whisky sin ningún refinamiento. —¿Quieres? —Luc declina la oferta con la mano, tomando asiento frente al escritorio. Aún le abruman las vistas, y un pellizco de vértigo le encogió las tripas.

     —¿Y bien? —Lo espoleó a continuar.

     —Me ha llamado para burlarse de mí. Para reírse de mi padre —escupe ofendido. Se cargó la boca de un buen tragó, y lagrimea al empujarlo garganta abajo. —Demonia, hija de put...

     —Javier, cálmate, y cuéntamelo. Sé que es difícil, pero no pierdas los pa...

     —Dice que Carla se buscó la paliza. —Luc apretó las mandíbulas sintiendo el estómago girar.

     —Que hija de puta...

     —Sí, justo eso —masculló. —Dice que donde la tengo escondida—. Negó perplejo antes de apurar el vaso.

     —Entonces la está buscando —se alertó.

     —Exacto —contesta cuando la garganta en llamas le da tregua. Cargó otro whisky y soltó una risita amarga. —Dice que si la estoy escondiendo, es porque sé que Carla no se lo tendrá en cuenta, y volverá con ella.

A Luc le cuesta seguirle la conversación. Esta disparatado y un poco borracho. Rodea el escritorio botella en mano, y se siente frente a ella. Luc lo mira seria. Teme que esa apreciación de Guillén sobre Carla, se vuelva una posibilidad real. Pero Javier abre otro frente que desvía su atención.

     —Debería haber aceptado el trato, aunque el club se hubiera ido a la mierda... —Se lamentó, tirándose agotado en el respaldo con el vaso refrescando su sien.

     —¿Que trato? —pregunta Luc confusa.

     —¿Cómo? —Javier parece aterrizar en ese momento dentro de su cuerpo. —Ahh... verás... te mataré si le dices una palabra a Carla.

     —Joder tío —se incorporó apoyando los codos en los muslos. Unió las manos en un puño prestando toda su atención. —A ver, suéltalo.

     —Muchas veces le he dado dinero para que se alejara de Carla —empezó con reserva. —Y sí, se iba. Pero regresaba y vuelta a empezar —calló. —La última vez, me pidió una cantidad deshonrosa incluso para mí. Me negué, teniendo en cuenta la poca fiabilidad de su palabra, y entonces... me propuso un trato, con el que supuestamente, se iría para siempre.

     —¿Qué clase de trato? —Le preguntó al notar cierta reticencia a continuar. Javier tras otro trago algo más juicioso, responde a regañadientes cuándo la garganta le deja de arder.

     —Me propuso llenar el local con una fiesta de gente exclusiva —alzo la vista. —Ya sabes. Lujo, gente guapa y buenos coches... —deslizó el vaso entre las palmas como si hiciera fuego.

     —Comprendo —contestó con una calma estudiada, intuyendo sus reservas.

     —Ellos entrarían, y se llevarían los coches limpiamente sin meter jaleo. Después, el seguro del local cubriría los gastos, y listo —confesó al fin.

La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora