Capítulo 1: Nieve

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Pakku no era solamente un simple maestro agua, era un curtido general que había sido responsable de la protección de la tribu desde hace sesenta años, resistiendo por más de treinta y seis lunas los asedios por parte de la Nación del fuego.

Fue a sus cincuenta años cuando se encontró con Aratak, un bebé el cual decidió entrenar como su sucesor. A día de hoy se seguía preguntando la razón de su decisión, pero si había algo de lo que se arrepentía era darle tanta libertad al joven.

Siempre había sido inusualmente receptivo, nunca le debía decir las cosas dos veces, llegando incluso al punto de entrenar a sus espaldas, sin embargo, fue en el momento en el que se comenzó a aventurar a las aldeas exteriores cuando su comportamiento cambió. Primero fueron cosas pequeñas, movimientos que no deberían estar comenzaron a volverse un patrón en su combate, luego vinieron las ayudas a las aldeas, seguidas de un aumento de extrañas técnicas.

El agua es el elemento del cambio, nunca estática y siempre preparada para las adversidades, pero él estaba atentando contra eso. Sus movimientos de brazo eran cerrados, movía su cuerpo como una serpiente-búho, incluso usaba sus piernas para moverse en vez de esquivar. Por eso era que estaba preocupado, el jefe Arnook lo había presionado para que se convirtiera en un guerrero de la tribu.

Normalmente la prueba se les realizaba a los diez años, pero los dos habían pensado en poner a Aratak en esta generación, solo siendo un mero capricho por parte de Arnook.

Al fin y al cabo, esto era una tribu, sus deseos eran órdenes. Por esto mismo, su mirada de desconcierto y duda fueron el peor gesto que pudo hacer en la mente del joven. Fue en el año 80 DG cuando obtuvo el trono de la tribu debido a la muerte de su padre en combate. Pese a no ser un maestro control, postuló como uno de los mejores guerreros de su generación, uniendo a su gente en con un fuerte sentido de responsabilidad, espiritualidad y bondad.

Era la primera vez que Aratak lo veía en persona, aún menos tenerlo tan cerca. En su rostro se podía notar un ligero rastro de nervio y emoción, acompañado por un brote ligero de la nieve a su alrededor, una costumbre inconsciente por la que sería amonestado. Lo tenía en muy alta estima, sabía que una parte de su oportunidad se debía al líder, sin embargo, todavía conservaba la duda de porqué había sido favorecido.

Por otra parte, esta no era la primera vez que Arnook veía a Aratak, pero si la primera vez que hablaría directamente con él, después de todo, fue el responsable de supervisar a aquél que sería el discípulo del mejor maestro agua de su tribu. Quería a alguien lo suficientemente capaz para mantener el orden y protegerse de la nación del fuego.

- L-Líder Arnook. Es un placer conocerlo. - saludó el joven mientras se inclinaba, ganándose una sonrisa silenciosa por parte del mayor.

- Aratak, verdad? Tranquilo, no tienes porqué ponerte nervioso. Acompáñame. - respondió de forma calmada mientras avanzaba hacia el interior del palacio mientras era seguido por el joven, dejando así a Pakku con la mirada de su superior.

Esta era una de las pocas veces que el niño podía ver con relativa calma el interior del palacio. De por si ya había estado muy pocas veces, pero nunca se le permitió divagar o ver a alguien que no fueran los miembros del consejo o su maestro.

La arquitectura era lo que esperarías de una civilización de hielo y nieve, lleno de contornos de pintura blanca tribal, acompañados por retoques morados que fluían a lo largo de la estructura casi piramidal del salón principal.

Los pasillos se entrelazaban como las corrientes del mar, chocando en aquello que parece ser un trono para Arnook.

- (Es muy... ostentoso). - pensó el joven con algo de duda mientras su líder se sentaba en su gran silla, ofreciendo con un gesto un asiento frente a él.

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