Los cuatro elementos, las cuatro formas más básicas de la materia, todas presentando una naturaleza tanto filosófica como espiritual.
El fuego, elemento de la energía, siempre preparado para consumir lo que le rodea, pero al mismo tiempo dispuesto a proteger la vida.
El aire, el elemento de la libertad, la forma más pura y simple de la materia, omnipresente a todo lo que sucede, dispuesto a abrazar o azotar a quienes lo habitan.
La tierra, el elemento de la solidez, aquel que escucha y espera, preparada para arremeter con fuerza y convicción ante aquellos que vacilen contra su poder.
El agua, el elemento del cambio, nunca estática, siempre preparada para ser aquello necesario para el mundo, chocando y fluyendo con la precisión única de las mareas.
Este último era el camino de un joven llamado Kovro, un maestro agua e hijo de un miembro del consejo, entrenado en la cuna de su tribu desde temprana edad. Siempre fue uno de los mejores de la academia, destacando por su increíble control grueso de su elemento.
Entrenó su talento a un nivel asombroso para su edad, marcando así su oportunidad de participar en la prueba del espíritu del hielo con tan solo nueve años, uno menos a la media en la tribu. Todos lo conocían, era sumamente referenciado a lo largo de la academia, atento a todo lo que pasaba a su alrededor, siempre listo para las pruebas del mundo.
Excepto esta.
El discurso de su líder Arnook había calado profundo en su corazón, podía sentir cómo una fuerza comenzaba a llenarlo, un sentimiento de orgullo y respeto por sus iguales. No le importaba el premio, le importaba enorgullecer a aquellos que habían puesto su confianza en él.
Fue así como, en medio del discurso, notó a un chico de pelo negro, piel oliva y ojos verdes. Nunca lo había visto, no sabía quien era esa figura. Conocía a todos los maestros agua talentosos de su academia, siempre los había tenido como referencia para mejorar. Desafortunadamente, parecía que uno se le había escapado.
Prontamente notó como la mirada del chico parecía estar perdida en sus pensamientos, casi como si no estuviera prestando atención, solo enfocándose cuando su honorable líder mencionó su regalo hacia el mejor.
- (Engreído...) - Ese fue el pensamiento que pasó por su cabeza cuando vio su actitud.
Era joven, eso se notaba a leguas, muy probablemente perteneciente a una familia influyente que le permitiera realizar la prueba a temprana edad. El simple hecho de subestimar el reto era soberbio, pero lo era aún más el interesarse únicamente por las ganancias que podía recibir.
No importaba, de todas formas alguien tan irrespetuoso no podría tener la más mínima oportunidad de pasar la prueba.
- ¡Pueden comenzar! - mandó el mejor maestro de la tribu mientras todos salían en dirección a sus objetivos.
Con la emoción retumbando en su espíritu, Kovro balanceó sus brazos con velocidad mientras una ola comenzaba a arrastrar su cuerpo a gran velocidad por el terreno hacia el acantilado. Pudo notar como sus compañeros usaron técnicas similares de movimiento, algunos formaron tentáculos con puntas de hielo, otros formaron pistas de hielo y nieve.
El chico de antes no estaba, algo esperado...
El avance hasta el cañón fue rápido, seguido por los movimientos de los diferentes maestros, los cuales comenzaron a trepar, escalar, romper e incluso deslizarse a lo largo de la pared de hielo. Kovro y la mayoría de sus compañeros estaban acostumbrados a la manipulación avanzada de su elemento incluso en pleno día, combinando las estrategias de la academia con aquello que habían aprendido por si mismos.
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Balance
Fiksi PenggemarRodeado de nieve roja... Con sus huesos martillando contra la piel de sus enemigos... Expulsando lenguas de destrucción en el cielo... Marcado por la traición... Encontrará la paz...