Capítulo 25: Vergüenza

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Esto es una mierda, debería de escupirle en el rostro a ese maldito comandante cuando termine con estas estúpidas rondas de vigilancia. Un simple pueblo granjero no debería de gozar con la protección de las tropas del reino tierra, hay demasiados flancos a lo largo de nuestro reino como para prestarle atención a unos inútiles.

Pero no, siempre molestando al buen Bao, siempre enviándolo a realizar las misiones que nadie quiere realizar, manchando mi carrera militar. Para colmo, ahora tengo que dirigir a una torpe escuadra de no maestros sin la más mínima preparación. Por lo menos son medianamente eficientes en la formación, aunque me irrita lo callados que pueden ser.

Caminamos por nuestra área de vigilancia mientras alternábamos ligeramente el movimiento, la técnica más simple para evitar que se formen patrones en las rondas de vigilancia. Al principio todo es bueno, pero tener que mirar los mismos árboles, las mismas rocas y las mismas caras de los cuatro idiotas a mis espaldas es algo estresante.

Debería estar en la costa, repeliendo los ataques de la nación del fuego, luchando contra esos malditos mientras salvo a...

- Argg

De repente un sonido de ahogo me expulsó de mi mente, provocando que me diera la vuelta para mirar a mis subordinados, encontrándome con cuatro cuerpos tirados sobre charcos de sangre, todos con un corte preciso en sus gargantas.

Al instante tomé mi postura preparado para cualquier emboscada, puede que sean ladrones o bandidos, por lo que no puedo dejar que lleguen al pueblo. No me di cuenta del ataque, solo puedo confiar en mi control e intentar avisar a las otras patrullas.

Esperé por varios segundos por algún ruido o movimiento a mi alrededor, por lo menos hasta que un arbusto a unos metros de mi se movió, lanzando una roca capaz de romper el pecho de una persona. Nada se movió, todos los animales se retiraron mientras el bosque quedaba en silencio. Me acerqué con cuidado mientras me cercioraba de no caer en una trampa. Al llegar a la roca vi a un pequeño conejo-lince con la mitad del cuerpo aplastado.

*foosh*

Fue el silbido del aire el que me alertó, desafortunadamente muy tarde, pues mi cuerpo no logró reaccionar antes de que una flecha impactara contra mi cuello, cortando mi respiración y tumbándome al suelo. Fue ahí en medio de la sangre y la asfixia que lo vi, un soldado de la nación del fuego portando un traje ligero, mezclando los tonos verdes y negros para ocultarse en la selva, manteniendo el símbolo de la flama en su pecho.

La vista me comenzó a traicionar, maldita nación del fuego.

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Indignación, resentimiento y desilusión, eso fue lo que gobernaba en la zona de los maestros agua al finalizar la prueba del espíritu del hielo. Todos parecían mirar de forma recelosa a mi alumna por su victoria, mordiéndose la lengua cada vez que recordaban la absoluta derrota, después de todo, tuvieron que pasar un par de horas para que el siguiente llegara.

Los guerreros no maestros, como siempre, llegaron con un cuarto de ellos muertos, siendo la otra cuarta parte heridos con heridas moderadas. Afortunadamente no solo los participantes se quedaron callados, sino también la mayorías del público civil, los cuales vieron con sus propios ojos a Hanta entregando el cristal espiritual.

Arnook, manteniendo su postura digna de líder, simplemente felicitó al mejor guerrero no maestro, el cual pidió que su familia no tuviera que volver a trabajar o pagar impuestos hasta la próxima temporada de caza. Algo bastante loable si se tiene en cuenta que sus padres están bastante enfermos, razón por la cual Arnook aceptó.

Luego llegó el drama, todos se quedaron en silencio mientras Hanta se paraba ante el líder de la tribu.

- Sanadora Hanta, ganaste la prueba del Espíritu del Hielo, ¿Qué deseas?

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