Caminé con Hanta a ritmo lento mientras transportaba en un deslizador los cadáveres de los bandidos. El viaje fue largo y lento, por lo que manipulé los alrededores para evitar la hipotermia. Ella no pronunció ni una sola palabra, manteniendo la cabeza gacha todo el camino.
A las pocas horas llegamos a la aldea de Kato. El hombre estaba hablando con unos guerreros cuando nos vio llegar, al parecer intentó hacer un comentario sarcástico, pero la apariencia abatida de Hanta pareció informarle sobre la situación. No dijo mucho antes de entregar el dinero y desearnos suerte.
Fue durante el camino a la tribu principal que intenté hablar con ella.
- Sé que es difícil, pero quiero que sepas que siempre podrás confiar en mi. Gracias por salvarme, no me equivoqué al tomarte como mi alumna.
Mi comentario no sanó su mente, pero por lo menos hizo que se reincorporara, mostrando una mirada serena mientras caminábamos a la tribu.
El camino pareció volverse cada vez más largo, por lo menos hasta que llegamos a las puertas de la casa de Hanta. Ambos queríamos abrir la puerta, pero ninguno estaba preparado. Sin embargo, tuve que afrontar las consecuencias, por lo que decidí abrir la casa mientras permitía a la sanadora pasar.
Al instante sus padres aparecieron, ambos preocupados por la hora de llegada de su hija. Ella no dijo nada, simplemente se fue a su cuarto a intentar descansar.
No me aprendí sus nombres. La madre, una mujer costurera, me preguntó qué le había pasado. El padre, un guerrero de reserva que se retiró por la edad, me amenazó con matarme si le había hecho algo.
Fui honesto, la mayor parte. Les dije que era el maestro de combate de Hanta, que la había estado llevando a misiones de búsqueda y que ella había matado a un caníbal para salvarme. La mujer estaba destrozada, por lo que me dio una cachetada y fue corriendo a la habitación de la chica, donde descubrió que ya se había dormido, por lo que regresó.
El padre, por otro lado, me miró fijamente por más tiempo del que pensé que lo haría. Inhaló y exhaló profundamente hasta que me habló.
- Pakku tenía razón - fue lo que dijo.
Al parecer ya sabían de mi y el entrenamiento de Hanta. Pakku había contactado con ellos con el objetivo de disuadirla, todo por la tradición. El padre me amenazó con matarme si seguía enseñando a su hija, que una mujer no tendría que mancharse las manos de sangre y que era un cobarde por romper la tradición.
No dije nada... Me quedé callado mientras ambos me insultaban con la fuerza de Vaatu y Raava.
Ellos son los padres de mi alumna, debo responsabilizarme.
Pensé en formas de convencerlos, pero no podía hacer nada contra el fanatismo impuesto en la tribu. Cuando sentí que mi paciencia se agotaba decidí irme, no puedo permitirme insultarlos.
- ¡Deténganse! - gritó mi alumna mientras salía de su habitación - Aratak no tiene la culpa de esto, yo decidí acompañarlo pese a saber los riesgos.
- ¡Pero hija! - dijo la madre mientras se acercaba a ella - Eres una señorita, ni siquiera estás en edad de comprometerte. Estás dotada con la bendición de Tui y La, debes enfocarte en las artes de la sanación.
Las palabras de la mujer no hicieron nada más que enfurecer a mi alumna.
- ¡Me niego! ¡No me quiero ser atada por las tontas tradiciones de la tribu! ¡Aratak me enseñó a defenderme! Él me enseñó a no ser débil y no depender de nadie. Si, puede que haya hecho algo horrible... pero no me arrepiento, pues le salvé la vida al único que me dio una oportunidad.
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Balance
FanficRodeado de nieve roja... Con sus huesos martillando contra la piel de sus enemigos... Expulsando lenguas de destrucción en el cielo... Marcado por la traición... Encontrará la paz...