Capítulo 18: Acuerdo

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¿Morder piedras o respirar azufre?

Este era un refrán común en la nación del fuego, indicaba que todas tus opciones son indudablemente malas, tanto que, sin importar qué elijas, vas a terminar jodido. También hacía referencia a espíritus de lava y gases tóxicos que habitaban en volcanes.

¿Qué tiene que ver con esta historia?

Fácil. Significa que, sin importar qué intentaran los soldados del batallón 17, su capitán seguiría martillando sus huesos en la búsqueda de la perfección.

La nación del fuego era estricta y dura con la milicia, enfocando sus esfuerzos en obtener los mayores resultados sin importar el precio, lo que a su vez desencadenó la extensión de la guerra iniciada por el señor del fuego Sozin por casi 100 años.

Sin embargo, incluso los líderes más tercos eran capaces de notar cuando un recluta era incompetente, lo que a su vez comenzó a forma pequeños grupos de inadaptados en el ejército, los cuales posteriormente serían mezclados con comandos levemente fuertes con el objetivo de mezclar el gasto de fuerza y aumentar los números en ciertas zonas.

Por supuesto, esto también fue usado como un método de presión política, una estrategia la cual consistía en darle a un oficial soldados deficientes, los cuales lo llevarían a la derrota, manchando su imagen e incluso llevándolo a la muerte, lo que permitiría elegir a dedo a sus sucesores o apoyar a diferentes clanes.

Naturalmente, el primer pensamiento de Aratak al ver a su batallón de apenas 300 soldados (el número mínimo requerido) fue:

- (¡INÚTILES!)

En la tribu agua no había muchos prodigios por generación, incluso un "verdadero prodigio" como Pakku tardaba décadas en aparecer. Pese a esto, casi todos los guerreros eran personas capaces de sobrevivir a las estepas congeladas con el equipo mínimo, siendo la excepción los miembros más débiles, lo que posteriormente serían llevados a las fuerzas de reserva.

Comparando a esos guerreros polares, los soldados del archipiélago eran simples infantes flojos y regordetes sin la más mínima energía potencial en sus músculos, absolutos muñecos de práctica que incluso un panda cocinero podría derrotar, montones de carne flácida sin propósito alguno más que alimentar a las avispas-buitre...

¿Se entiende?

Cualquier general se hubiera enfocado en resaltar las fortalezas de sus soldados, asignando posiciones y deberes a cada quien según sus talentos, eso sin contar el hecho de que ninguno tenía algún talento innato para la guerra.

"Nadie tiene talento"... Una de las mayores mentiras en este mundo, por lo menos en un lugar en el cual la guerra y la supervivencia era lo importante. Por ejemplo, un soldado era increíble silbando, algo que nunca sería apreciado en el campo.

Fue entonces cuando Aratak decidió que, al no poder recurrir al talento, tendría que cultivar sus cuerpos más allá de los límites humanos. Fue por esto mismo que, contrario a toda lógica, Aratak decidió optar por el entrenamiento más absurdo que pudo idear.

Luego de la hora de organización el capitán ordenó tener una lista con el nombre de todos en cierto orden, acción seguida de un descanso y consumo masivo de las provisiones, lo que cultivó una visión de tranquilidad y calma respecto a su líder.

Todos, incluso los tenientes, se acostaron relativamente temprano mientras Aratak permanecía en guardia.

.

..

...

La mañana llegó, no, más bien la hora a la que se levanta Aratak llegó, anunciando en despertar uniforme de todos los reclutas, despertados por golpes de agua fría que impactaron contra sus rostros.

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