Capítulo 5: Premio

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La victoria es para aquellos lo suficientemente perseverantes como para resistir las adversidades del mundo e imponer sus deseos al mundo. Normalmente los talentosos se resguardan en sus fortaleces, limitando su desarrollo mientras que los débiles son usados como carne de cañón, e incluso en esos niveles pocos prodigios desafortunados sobreviven al mar de sangre y miseria.

Afortunadamente este no fue el destino de Aratak. Mientras que otros en su posición se hubieran regodeado en su propio poder y hubieran preferido acumular poder político y riquezas, el sabía muy bien las escalas a las que podría llegar su mundo, no tenía que ir al espíritu maligno que representaba el caos y estaba atrapado en un árbol, siempre hilando y aprovechándose de cualquier error humano para desatar caos con algún espíritu.

No, simples humanos eran capaces de formar olas de más de veinte metros, mover colinas enteras y empujar edificaciones con la mente, quemar pueblos enteros mientras rayos impactan contra el terreno e incluso crear vendavales gigantes junto a vacíos de aire. Eso teniendo en cuenta solo a los maestros talentosos, porque solo el estado avatar es capaz de mover continentes, inundar ciudades, carbonizar bosques y destruir templos a base de tornados.

El conocimiento es poder, por lo que el era poderoso, por eso mismo entrenó desde pequeño la base de su fuerza para evitar ser pisoteado por los grandes poderes. Afortunadamente tenía algo de lo que la mayoría de personas carecía: perspectiva, lo mismo que le permitió a Toph ver y desarrollar el metal control, la razón por la que Amon logró hacer sangre control sin luna llena y la naturaleza de las acciones de Iroh después de la muerte de Lu Ten.

Era alguien dispuesto a salirse del molde, revolucionando su control mientras tomaba las riendas de su destino y manipulaba los hilos necesarios para ser el último en pie. Fue esa misma determinación lo que le permitió matar a incontables bestias a lo largo de sus misiones, realizar pequeñas búsquedas a lo largo de las tribus pequeñas y a desprenderse de su miedo al momento de lanzarse por el acantilado.

Los demás participantes eran maestros talentosos, altamente entrenados en la academia de la Ola Perpetua, siempre perfeccionando sus movimientos hasta grados inhumanos mientras que sus cuerpos se moldeaban al uso del agua control. Pese a esto, tenía pequeños puntos débiles que Aratak sabía explotar. La dependencia a los demás, la hiper-especialización en algún área o aptitud, añadir muchos movimientos innecesarios o las limitaciones autoimpuestas.

Puede que fueran talentosos y al mismo tiempo lucharan para alimentar ese poder, pero no haría la diferencia hasta que no lograran calar dentro de sí mismo, arrancando aquello que los detenía de avanzar al siguiente nivel.

Cuando Aratak se lanzó por segunda vez en ese risco lo supo, se había equivocado. Al principio pensó que mientras hubiera más humedad o agua en el ambiente, podría usar sus alas con mayor facilidad, sin embargo, esta vez sus alas se estaban desmoronando debido a que su control era demasiado pobre como para protegerlas en la tormenta. Al instante una sensación de vacío, ansiedad y miedo lo amenazó con consumir, sus ojos se posaron en el lugar donde se encontraba su maestro, expectante sin poder ver a través de la niebla.

- (¡Voy a morir!) - fue su pensamiento mientras su cuerpo se congelaba ante la gravedad.

De repente un rayo recorrió sus ojos, enderezando todo su cuerpo mientras la rigidez de sus músculos comenzaba a acelerar el chi en su cuerpo. Se suponía que las artes del control eran la aplicación del chi en los diferentes elementos del medio, por lo que, cuando forzó su cuerpo a estimular sus canales de chi, logró infundir su propia energía en la nieve de sus omóplatos, uniendo las alas con finos hilos de hielo mientras plumas angelicales cubrían delgadas capas de hielo diseñadas para planear.

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