Acto 49

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La mañana del domingo del verano de agosto llegó demasiado pronto para varios implicados, Nakuru estiraba su esbelto cuerpo, levantándose esa mañana un poco más adolorida de lo normal, sonrojandose por recordar lo que había ocurrido un día anterior, tras vestirse con su uniforme bajo hasta el comedor, saludo felizmente a sus padres, su madre la veía diferente, eso la hacía sonreír.

—Ya me voy, regreso más tarde.

—Hija…

—¿Qué pasó mami?

—Me gustaría mucho conocerlo.

—¿A quién? —preguntó extrañada.

—Pues a tu novia hija, a quién más.

El rubor en esa chica le lleno por completo la cara, su madre sonreía, Nakuru bajaba el rostro y asentía levemente, salía de su casa y subía a su bicicleta, un poco aturdida, un poco avergonzada, esa mañana era la primera en llegar al local, abría la cortina y empezaba a limpiar todo, acomodaba las mesas y, cuando estaba por colocar el letrero de abierto llegaba Yukito, la abrazaba con fuerza, como si hubieran pasado años para ese reencuentro, ella sonreía y él la besaba.

—Te extrañé tanto pequeña.

—Pero nos vimos ayer Yuyu.

—Fue una eternidad sin tí.

—Eres muy romántico.

—¿Te gusta?

—Sí, la verdad sí. Mucho. —Sonríe.

—Nana, yo…

—Espera, hay algo que quiero decirte antes —posa sus dedos en los labios de él—, ¿Podemos mantener en secreto nuestra relación? Al menos en horario laboral, porfi.

—Ja ja ja —Nakuru lo miró extrañada—, era lo mismo que te iba a decir.

Ambos sonrieron y asintieron, se alejaron un poco, respetando sus espacios, pero podía percibirse su cercanía, entraba Rika y saludaba a su amigos, Yukito hacía igual y se iba a su oficina, Nakuru comenzaba a ayudarle y así, daba comienzo su día laboral en aquella cafetería.

Del otro lado de esa pequeña localidad alejada del bullicio de la ciudad se despertaba una castaña de ojos jade con bastante flojera, moviéndose un poco, solo para volver a acurrucarse, sin embargo habían unos labios que le impedían eso, Shaoran la estaba besando tan dulcemente que no pudo evitar abrir los ojos.

—Malvado, déjame dormír.

—No. —Sonríe—. Sakura, hay algo que debo decirte.

—¿Qué sucede? —Se endereza.

—Acabo de recibir un correo, es, importante, se me da la oportunidad de ser parte de la firma.

—Eso es bueno, ¿Verdad?

—Sí… —dudo—, creo que conlleva más, he estado escuchando que existe la posibilidad de expandir la firma a otras zonas, sí me concideran, muy posiblemente sea para que me vaya yo a inaugurar.

—¿Y qué quieres hacer?

—¿Que somos, mi niña? ¿Somos amigos? ¿Somos algo? ¿Existira algo? Lo pregunto porque ya te fallé, ya te hice daño, ya te abandone, y no quiero actuar así, no otra vez, dime mi niña, ¿Qué debo hacer?

—Yo no puedo interferir en tus decisiones Shaoran, no soy quién para hacerlo —se levanta de la cama y se comienza a vestir—. Desayunemos algo, yo lo preparo.

Shaoran se levanta y la toma de su mano, ella baja la mirada al suelo, él la hala, ella desvía el rostro, él la toma de sus brazos, ella mantiene la mirada baja, él la sostiene con firmeza, ella no dice nada.
—Veme a la cara y dime qué no te importa, que pase lo que pase no te importa, que todo lo que me has dicho son mentiras y lo único que quieres es sentirte superior por tener dominio de mí. Porque no vería otro motivo real por el cual me dijeras que haga lo que quiera aún cuando tú quieres esto que hay.

Quédate conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora