Acto 22

95 8 32
                                    

—Ya leí tu libro.

La chica giró la cabeza rápidamente para poderlo ver mejor, el asombro que tenía era mucho, un sentimiento de calidez inundó su alma, comenzaron a bajar de a poco sus lágrimas, aún no se sentía lista para hablar, pese a eso agradecía enormemente esas acciones de su principal apoyo ante todo.

Ese joven la entendió y solo le sonrió.
—Cuando estés lista hablaremos de ello.

Las estaciones seguían su curso, después de la primavera llegó el verano, aquella frágil chica que una vez demostró estar más que rota sanaba de apoco, aún sentía el pesar de las cosas, sin embargo dejó de sentirse sola, aunque temía que esas palabras suyas que resonaban con enorme fuerza en su mente fueran ciertas, no quería creer que nadie la podía llegar apreciar, incluso a amar de verdad, pensó incluso que no podía aspirar a algo así, con tristeza guardaba ese miedo en lo más recóndito de su corazón, esperando no exteriorizarlo nunca, pues lo último que quería era que sus amigos, su apoyo se preocuparan por ella una vez más.

Una lluviosa tarde de agosto sacó a flote todo aquello que esa chica guardaba, y no fue por la gran valía que tenía, era más bien por el formidable combinar de alcohol con nostalgia, bebió tanto como hubo en la alacena, haciéndola tener un vómito verbal.

—Cuando leí por primera vez tu libro favorito, me vi reflejada —se humedecieron sus ojos de a poco—, sentí que mi vida terminaría siendo tan miserable, teniendo absolutamente todo y nada a la vez, terminando sola, devastada, huyendo, siendo Jean Valjean, quedando sola…
Porque no importó cuánto bien terminó haciendo el hombre, su pasado pesó lo suficiente para crearle una marca escarlata, aunque eso último me lo saque de otro libro —añadió con ironía—, Jean Valjean era un buen hombre, que tuvo una miserable vida, no importando nada, la vida le cobró de la peor forma… No viví los mismo años que él, pero se sienten igual de miserables que haberlos vivido.
Él de menos conoció el amor, el amor por Cosette, pero, pero a mí no me amaron tan incondicionalmente. —Concluyó con un amargo llanto.

Su amigo la miró con tristeza y un horrible nudo en su garganta, abrazo a su amiga mientras le arrancaba de sus dedos el vaso de Tequila.

—Ya tomaste mucho por hoy, además, quiero agradecerte por contactarme eso, fue de la vez que te pregunte porque la obra te pareció tan fascinante.

—Prometí decirte después, aunque nunca pensé que sería bajo estas circunstancias, Los Miserables de Víctor Hugo reflejan lo injusta que puede llegar a ser la vida, sin dejar de lado el drama, porque es un dramón lo que cuenta ese señor.

—Cuando estés sobria hablaremos del tuyo, ja.

—Touya… Quiero preguntarte algo, sé que es repentino, que incluso es sacado de contexto, creo —hipo—, perdón, somos amigos, y me dirías la verdad ante todo, ¿cierto?

—Cierto, pero… Estás divagando mucho mujer, ¡ya dime!

—Cierto, ¿a tu parecer soy bonita? Sé que igual y no sabes contestar esto, me ves como tu amiga, pero si por treinta segundos me dejarás de ver como tu befi, ¿podrías responder?

El moreno la vio con los labios entreabiertos, y los ojos muy grandes, no entendía qué clase de treta era esa, instintivamente miró a todos lados como si estuviera en cámara escondida, bastante incrédulo y avergonzado la cuestionó.
—Saky es joda, ¿verdad?

—¡No Touya! —Comenzó a llorar—, no es broma, ¿tan horrible soy, tan asquerosa te parezco? Touya, ¿debo simplemente agradecer a los dioses por qué él me haya querido usar a su antojo? ¿No puedo aspirar a otra cosa? ¿Tan repulsiva soy?

—No lo eres —la tomó con fuerza de sus hombros—, Saky eres preciosa, te lo juro, no pienses eso, vales mucho, qué al final él no lo haya reconocido es su maldito problema, no tiene nada que ver contigo. —Acaricia su mejilla.

Quédate conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora