Capítulo 2

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Una semana después, seguía esperando esa llamada para confirmar mi puesto de trabajo, aun que ya podía darlo completamente por perdido. Siempre preferían a una universitaria, por muy brillantes que fueran mis notas en ese momento.

Salí del instituto y bajé el sendero hasta mi casa. Era viernes pero no tenía ganas de salir, así que llevaba las dos últimas clases pensando en cómo sería estar sentada en mi cama simplemente escuchando música. Sin duda no había mejor plan.

Dejando la chaqueta negra en la entrada subí directamente a mi habitación, sin ganas de hablar con nadie en este momento. Si lo hacía, acabaría enterándome de qué brillante nota había sacado en biología mi hermano, o qué traje era mejor para su cena, y ahora no tenía ganas de hablar.

Mi hermano solía ser demasiado formal, como todos en mi casa. Siempre llevaba pantalones de color beige o marrón pierda, que a decir verdad no le quedaban mal. Tenía la mejor nota en la clase de su universidad, y creo recordar que eran 52 en su clase. Yo quería lograr ser como él algún día.

Pero hoy simplemente subí arriba para poder deshacerme la coleta y dejar caer todo mi peso en el colchón. Después tenía planeado repasar algo de química para el lunes.

Cogí el móvil después de vibrar insistente algo más de cinco veces, sin mirar el nombre escrito en la pantalla.

- Tú, yo, fiesta, alcohol - la voz aguda de Cindy se filtró por mi oreja, gritona.

- Sabes que no bebo - rodé los ojos desganada -. Además, tengo que repasar química si quiero aprobar ese test. 

- ¿Aprobar? Clary, aun que quisieras no podrías suspender. Y nadie ha dicho que tengas que beber - hiló su voz poco a poco.

- Eso estará lleno de borrachos sudorosos, qué se yo. Tengo sueño Cindy, y esa gente apesta, literalmente, lo juro - intenté suplicar en esa última frase.

- ¿Siempre eres tan melodramática? - pregunta retórica traicionera - Espera no respondas, sé lo que vas a decir. Entonces, ¿vamos?

- No - me senté en la cama, apoyando la nuca en la cabecera metalizada. El frío del hierro me erizó la piel.

- Por favor - canturreó esta vez.

- America...

- Por favor - repitió.

- Te llamaré en diez minutos - dije forzando el quejido leve de mi voz.

No quería ir, para qué mentir. Era una fiesta de alcohólicos, en la que había asistido una vez el año pasado y no quería que se repitiera de nuevo. Todos eran zombies sudorosos, y creo que jamás había ido a ningún sitio con peor olor del mundo. Era en el jardín de la fraternidad de la universidad, pero solía asistir gente de mi clase. Todo aquello acababa llenándose de vasos pegajosos cubriendo el césped, chicas arrastrándose por él para llegar a la puerta, hombres creyendo que tenían alguna posibilidad con esas chicas demasiado poco cubiertas de ropa, e incluso colillas de tabaco en el fregadero de la cocina o las plantas del jardín.

¿A qué clase de descerebrado podía gustarle eso?

A paso lento recorrí las escaleras en busca de mi hermano.

- Kevin - le llamé.

- Qué - vociferó desde alguna parte de la casa.

Estaba en el comedor, sentado en la mesa, repasando algo para la universidad. Me acerqué a él y le dediqué una sonrisa antes de sentarme a su lado.

- ¿Todo bien?

- ¿Puedo salir esta noche? - no me esperé, quería simplemente saber si asistiría a aquello o no.

- ¿Dónde?

- Con Mare - me encogí de hombros.

- No vuelvas tarde, confío en ti.

Estaba demasiado metido en sus apuntes que a penas me hizo caso. Por una parte me resentí por no haberme negado mi fugaz salida nocturna, pero me limité a asumir que dentro de unas horas olería de nuevo aquel lugar.

- Mare - la llamé otra vez.

- ¿Vamos?

- Sí - resoplé antes de hablar, y ella rió desde la otra línea del teléfono.

- Genial, a las nueve en la esquina de la universidad.

Ahora necesitaba algo que ponerme.

Abrí el armario y repasé entre mis camisetas y mis tejanos. Finalmente saqué un tejano algo suelto de piernas, un top amarillo pálido y una chaqueta de punto de color negro. Cuando me vestí me atusé el pelo, y pinté un poco la ralla negra por mis ojos, dando por finalizado el trabajo de hoy.

Introduje el móvil en el bolsillo del pantalón y bajé para irme y despedir a mi hermano.

- Adiós Kevin - le sonreí desapareciendo por la puerta.

- No llegues tarde - contestó con el bolígrafo entre sus labios así que tuve que deducir lo qué había dicho.

El frío me molestó algo, así que crucé las manos y bajé la calle para llegar a la universidad de la ciudad, que estaba a algo menos de cinco minutos de mi calle.

Cada vez escuchaba más cerca los gritos de la gente y la tentación de dar media vuelta me estaba pareciendo jodidamente apetecible.

America me esperaba en la esquina, y al verme sonrió locamente antes de abalanzarse hacia mí.

- Creí que no vendrías - alzó ambas manos.

- No creas que no me parecía tan mala idea.

- Lo pasaremos bien - tiró de mi brazo entrando por la puerta de la fraternidad.

La música prácticamente solapaba todas las conversaciones, y los gritos de la gente eran más fuertes a medida que la música aumentaba. Mare cogió un vaso con algún líquido repulsivo dentro y lo tragó de un solo golpe.

- ¿Quieres? - me alargó un vaso rojizo que estaba al lado de una botella casi terminada de vodka.

Negué con la cabeza. Con los ojos, repasé la gente de la fiesta. La mayoría eran universitarios de dieciocho años que creían ser los reyes de la fiesta. Al fondo del jardín, había un par de chicos peleando entre ellos y me llevé las manos a la boca al ver cómo uno de ellos sangraba.

- Van a hacerse daño - musité con un hilo de voz al ver cómo uno de ellos se dejaba caer al suelo.

- Déjalos, no tenemos la culpa - tiró de mi brazo nuevamente.

- Puede que necesite ir al hospital.

Me zafé de su agarre y me encaminé hacia ese montón de chicos que lucían magulladuras por todas partes. Después de hacerme sitio entre la gente para lograr avanzar, llegué hacia donde estaban. Nadie les prestaba atención así que supuse que esto era fácilmente común en esas salvajadas llamadas fiestas.

Manual de instrucciones - m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora