Capítulo 26

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- Tío, ¿qué coño estás haciendo? Aparta - escuché a Michael de fondo y mi corazón brincó aunque apenas podía moverme.

Me tiré hacia el cuerpo de Michael y él me cogió.

- ¿Estás bien? - asentí -. No te preocupes, Scott sólo va borracho.

No contesté. Ahora lo entendía. Aquello que me había dado era alcohol, y había tomado dos copas terriblemente grandes en cuestión de minutos. Por eso apenas podía sostenerme sobre mí misma y sentía unas horribles ganas de vomitar constantemente.

Mi estomagó se revolvió peligrosamente y me llevé la mano a la boca. Tenía que salir de allí antes de que me viera alguien.

Salí corriendo como pude, y busqué alguna indicación para encontrar el baño. Seguí el cartel blanco hasta llegar allí. Me tambaleaba constantemente y casi podía notar como perdía el total control de mi cuerpo.

Me tiré en uno de esos sofisticados baños, y vomité sin poderlo aguantar más. Mi cuerpo era todo alcohol, y mis lágrimas caían una detrás de otra. Me sentía tan ridícula como jamás había sentido, y mi estómago estaba demasiado frágil como para ponerme de pie.

Escuché unos pasos a lo lejos y se acercaron hasta mi baño.

- ¿Clary? - la voz de Michael sonó por todo el baño.

No contesté. Intenté aguantar un sollozo, pero lo único que hice fue hacer un estúpido sonido.

- Sé que estás aquí, abre, por favor - picó la puerta un par de veces.

- No - mascullé con un hilo de voz - así no es como no deberías verme.

- Me da igual, santa mierda Clary abre esto - insistió.

- ¿Crees que la gente va a parecerle bien que hayas venido conmigo? Parezco una maldita borracha - sollocé sin poder evitarlo.

- Me da igual lo que piense la gente, abre ahora mismo.

No contesté. No quería que me viera en ese estado.

- Yo sólo quería... ser rival para ti, jugar en tu misma línea. Pero no puedo. Mírame. Si salgo vas a ver lo idiota que soy, y todos sabrán qué tipo de persona soy. Michael vete con otra chica, por favor.

- No digas estupideces, ¿de acuerdo? Ahora abre, tengo que ayudarte, deja que te ayude.

Abrí la puerta lentamente, aún sin fuerzas. Las lágrimas me caían por las mejillas constantemente y con una mano las sequé, como si así fuera a disimularlo.

Se agachó, y con su mano secó las lágrimas restantes. Cogiéndome de la cintura, me levantó de allí y me llevó hacia fuera.

- No puedes estar aquí, voy a llevarte a casa.

- No - pataleé para deshacerme de él -. No puedes hacer esto por mi culpa. Ya iré yo sola, puedo hacerlo.

- Deja de moverte, así no vamos a ir a ninguna parte. Además, no quiero estar más aquí. Necesitas descansar. ¿Te duele la cabeza?

- Todo da vueltas.

- Esto no son unos premios, no tengo por qué quedarme. Vamos a volver al hotel.

Prácticamente era él quien me sostenía. Mi vestido blanco ahora estaba lleno de manchas negras y algunos rasguños que no recordaba haberme hecho. Me odié a mí misma por estar haciéndole esto a Michael, y porque todo era culpa mía. Y él lo sabía. Mañana, cuando se me pasara la horrible embriaguez me lo recordaría todo el día.

Fuimos al coche, pasando por la escalera de emergenia. El transporte de los chicos estaba bajo la puerta, y subimos rápidamente.

Apoyé la cabeza en el pecho de Michael y cerré los ojos, rogando no marearme más. Todo daba tumbos desde que había subido a la terraza, y no paraba quieto.

En silencio, volví a llorar. No podía evitarlo. Me sentía tan indefensa que lo único que podía hacer era llorar. Michael se dio cuenta y pasó la mano por mi pelo.

- Todo está bien, sólo estás borracha - me susurró.

El camino hubiera sido más largo si la mano de Michael no hubiera acariciado mi pelo, y no sintiera su olor. Subimos hasta la habitación. Me llevó hasta la cama y ahí me dejé caer, intentando dormir. No podía pensar nada más. Quería que todo eso se fuera de una maldita vez.

- No podrás dormir con esto. Espera.

Cerré los ojos. No entendí muy bien qué decía pero tampoco podía hacer nada al respecto. Poco a poco, sentí como la cremallera lateral del vestido se bajaba. Este se deslizó por mi cuerpo y quedé en ropa interior.

- ¿Qué estás haciendo? - murmuré en un suspiro.

- Ponerte algo cómodo.

- No mires.

- No lo hago, créeme.

Eso me hubiera dolido más si no corriera un litro y medio de alcohol por mis venas. Ahora mismo apenas sentía nada, así que dejé que me quitara el dichoso vestido. Sentí un escalofrío cuando quedé en ropa interior, pero rápidamente me cubrió con la misma camiseta con la que dormí ayer.

Cerré los ojos, y me acurruqué para dormir. Michael se acostó a mi lado, y busqué su pecho para apoyar la cabeza. Finalmente me dormí.

Esa noche fue un infierno. Las pesadillas constantes me despertaban a las pocas horas de dormir, y mi cabeza seguía tan aturdida que sentía golpes en ella, repetidas veces.

Me desperté más serena. Nada más abrir los ojos, recordé lo sucedido anoche, y me llevé las manos a la cabeza, sintiéndome peor de lo que creía.

Había hecho que Michael Clifford se fuera de un evento para que pudiera dormirme, porque yo estaba tan borracha que no tenía fuerza para sostener mi propio cuerpo. Cada vez que lo pensaba me sonaba más ridículo.

Al despertar me di cuenta de que Michael no estaba, y escuché la ducha de fondo, así que deduje que se había despertado para tomar una ducha y despejarse después de todo lo que pasó.

Me incorporé de la cama. Michael tarareaba alguna canción desde dentro de la ducha, y cerré los ojos mientras escuchaba su voz colarse por la puerta de madera refinada.

El agua paró, y poco después Michael salió, con una toalla blanca al rededor de su cintura. Ahora veía de nuevo sus tatuajes con claridad. Me encantaba repasar cada uno de ellos.

- Estoy pensando en teñir mi pelo de naranja - me miró secándose el pelo con una toalla que sostenía en sus manos.

Alcé una ceja.

- Te quedaría bien, supongo.

- ¿Te encuentras mejor? - dejó la toalla a un lado de la mesa.

Asentí, levantándome de la cama. Había olvidado que Michael me había puesto su camiseta ayer, y que no llevaba nada más, aparte de mi ropa interior, debajo.

- Necesito una ducha - me fui hacia el baño -. Mike.

- ¿Qué?

- Soy idiota.

- Un poco - rió, y cogió algo de ropa de su armario.

Esa habitación cada día estaba más desordenada.


Manual de instrucciones - m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora