Michael Clifford:
¿Estarás en la ciudad hoy?
Yo:
Tengo que ir a hablar con el gerente del trabajo, así que sí que estaré por allí. De todas maneras qué más te da.
No contestó, pero había leído el mensaje así que solté el móvil y me dirigí a la mesa a coger los papeles. Hoy tenía que hablar con el jefe de la empresa, para concertar lo del trabajo, y deseaba más que nada conseguirlo.
Repasé mi falda plisada, la camisa blanca y los zapatos negros de tacón, para parecer algo más alta. Finalmente, cogí la autorización del instituto y salí de casa, para llegar a la ciudad.
Aún no podía tener coche, ni si quiera tenía la licencia para conducir, lo que me suponía coger el maldito bus cada vez que quería desplazarme fuera de la dichosa urbanización. Estuve media hora, con la música puesta. Quedé algo adormilada en el trayecto, escuchando Madness de Sleeping With Sirens, hasta que vi llegar mi parada.
Por suerte, esta vez no tenía que recorrer toda la ciudad con los tacones, así que con un poco de suerte acabaría el día con los dos pies, enteros.
Entré en el despacho del señor Tomphs y me esperé pacientemente a que me llamaran. Una mujer, tan alta como delgada se acercó a mí.
- ¿Esperas al señor James Thomps? - dijo con sus labios rojos.
- Sí, tenía hora para hablar con él uhm - miré el reloj - ahora - reí -. De todos modos, tengo tiempo para esperarme.
- No hace falta, adelante - con la mano me indicó la puerta metalizada que tenía a pocos metros, y entré antes de dar un par de toques.
Era un señor de una edad mediana, con algo de canas en los pelos pero no se veía nada deteriorado. Una vez dentro me mostró sus perfectos dientes blancos colocados a medida, y me indicó que me sentara, demostrando una comodidad que a mí me incomodaba un poco, pero lo oculté bajo una sonrisa.
- Clary Evans, todo un placer - finalmente movió sus grandes manos en señal de saludo y se lo devolví educadamente -. He estado mirando tu historial, y debo decirte que estoy sorprendido.
Punto positivo para mí.
- Tienes una media muy alta, especialmente en biología, además de ser la alumna con mejor nota del centro, ¿cierto?
Asentí.
- No puedo darte el trabajo de práctica por ahora - abrí los ojos antes de respirar hondo.
¿Entonces porqué estaba aquí? Todo esto podría haberlo dicho en la llamada, y así me ahorraba otra vez el mismo proceso.
- Pero me he puesto en contacto con tu instituto. Puesto a que este es tu último año, me parecía buena idea solicitar las prácticas en nuestro centro el año que viene. Así que tu plaza está reservada desde este momento.
- ¡Muchas gracias! - alcé la voz demasiado, pero los nervios me impidieron mantenerme callada.
- De nada, me parece que harás un buen equipo con los demás. Nos mantenemos en contacto, señorita Evans.
No podía creer que tenía finalmente las prácticas. Aunque el tiempo me parecía malditamente largo, era justo esperar así que esperaría todo lo necesario.
Una vez en la calle, respiré tranquilamente, hasta que un fuerte olor a humo se coló por mi nariz. La arrugué disgustada y me dispuse a andar, a coger nuevamente el bus para volver a casa y contarle a Kevin que había logrado tener las prácticas nada más empezar la universidad.
- ¿Que coño hacías aquí?
Me giré sobresaltada, encontrándome a Michael mirándome con la espalda ligeramente sostenida en la pared. Tenía un cigarro entre sus labios, y me parecía raro pero a él le quedaba mejor de lo esperado. Alzó una ceja antes de reír y acercarse a mí.
- ¿Es que vas a seguirme a todas partes ahora? - rodé los ojos.
- ¿No crees en las casualidades? - me calló con otra pregunta.
- Depende. Y ahora, ¿qué haces aquí?
- Esperar. La discográfica necesitaba que fuéramos un momento. Los otros están dentro, pero yo necesitaba salir. De todas maneras he terminado hace un rato. ¿Y tú, qué haces en esta oficina?
- Conseguir algo en un futuro - vociferé.
- ¿Es que siempre vas a estar a la defensiva?
- Sí, contigo sí.
- Está bien - asintió lanzando el cigarrillo unos metros lejos.
Avanzó hacia mí. Sus botas negras escondían el final del pantalón, y llevaba una holgada camisa de cuadros, verde y azul, enseñando sólo las muñecas.
- ¿Quieres ver el estudio? - preguntó repentinamente.
Me planteaba porqué el olor de cosas tan desagradables como el alcohol y el tabaco lograban congeniar tan bien con él, y se volvían agradables al momento.
- No - negué con la cabeza - tengo prisa. Tengo que coger el autobús o tendré que volver andando, y créeme que es lo que menos me apetece ahora - resoplé.
- Yo puedo llevarte - se ofreció, algo que me sorprendió.
Desde que conocía a Michael a penas se había dirigido a mí de una forma agradable, así que ahora su propuesta me parecía algo rara.
Lo pensé, y él se dio cuenta de mi duda, así que se divirtió y cruzó los brazos a la espera de mi respuesta.
No tenía muy claro lo que hacía, y porqué ese chico lograba ese efecto tan curioso en mí, pero acepté.
- ¿Entonces vamos al estudio? - me encaminé hacia él.
- No, sólo era para que te quedaras.
Michael se dio cuenta de sus palabras, y rectificó prácticamente al instante, con la voz más ronca de lo habitual.
- Me gusta verte enfadada, me divierte.
Genial, me arrepentía plenamente de haberme quedado allí. Ahora era su pequeña diversión, y utilizaría todo lo más ingenioso para ponerlo en mi contra y ridiculizarme.
- Ven - tiró de mi brazo.
Llegamos a un coche, que estaba aparcado en la entrada de una zona reservada. Era un coche negro metalizado, un Audi que deseaba tener hace mucho tiempo, pero el dinero no me alcanzaba, a no ser que empezara a trabajar.
El olor a cuero del coche me resultó familiar, pero evadí ese tema tan rápido como se reflejó en mi mente.
Michael a penas me miraba, sólo encendió la radio, dejando sonar una canción que se me hacía familiar. Era una de las favoritas de America, Whisky in the jar, cantada por Metallica. Solía escuchar esta canción tantas veces que había aprendido la letra de memoria.
- ¿Puedo decirte algo? - me miró repentinamente, y asentí, temiendo a lo que iba a decir.
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Manual de instrucciones - m.c
FanficClary tenía la vida planeada: luchar contra el último año de instituto además de mantener su vida organizada como hasta ahora, sin demasiados movimientos que pudieran sacarla de su rutina. Pero sólo era necesario un cambio para poner patas arriba su...