En la primera foto, aparecía yo subida en el coche de Michael, supuestamente. La mejor idea - aunque claramente peor - fue bajar para ver los comentarios. Hasta el momento, me habían descrito como sosa buscafamas o groupie de mi ciudad.
Cerré el ordenador de un golpe, realmente no me apetecía leer más mierda de aquella. Sabía que acabaría así, y sabía que todo aquello tenía un lado malo. Pero no era malo, era peor; era la diana de toda la gente que rodeaba a Michael ahora mismo.
Paseando por la habitación inquieta, le llamé al teléfono. No lo cogía, así que empecé a perder los nervios y mis uñas cada vez se acortaban más. Finalmente escuché su voz al otro lado del teléfono, y por ridículo que sonara sentí una ligera calma por dentro, como si pudiera suavizarme aunque no lo quisiera.
- ¿Clary? - su voz sonaba raramente sorprendida.
- Tienes que ver las redes sociales, yo... - tartamudeé levemente.
- Lo sé, quería advertirte de ello en tu casa - hizo una pausa - pero me has echado.
- Esto no es divertido.
- No me estoy riendo.
- ¿Qué se supone que debo hacer yo ahora?
- Primero, dejar de mirar todo lo que aparece. Y ahora vístete, estaré aquí en media hora.
Quería negar su oferta, pero mis palabras no salieron de la boca, por más que quisiera. El suspense del teléfono al colgar quedó sonando en mi oreja un par de segundos antes de que colgara y quedara hecha un manojo de confusión en mi habitación.
Cogí un viejo y cómodo jersey azul marino, unos pantalones tejanos y unas bambas oscuras del armario. Dejé mi pelo en una coleta: ahora no me importaba absolutamente nada de Michael.
Mi hermano dormía, así que no sería difícil salir. Sé que ahora estaría más decepcionado conmigo que nunca, pero prefería eso a que abriera el ordenador y aparecieran fotos mías. Era jodidamente surrealista aquello.
El frío me golpeó en la cara y sentí cómo mis mejillas enrojecían al instante por el frío de la noche. Si Michael no llegaba ya probablemente acabaría completamente congelada.
Escuché el motor del coche a pocos metros y bajé el ligero escalón de madera de la entrada. Reconocí el coche, pero la oscuridad no me dejaba ver a Michael. Avancé un par de pasos hasta ver su cara a través del cristal. Me miraba algo preocupado, aunque seguía sosteniendo su particular sonrisa en sus rojizos y húmedos labios.
Esta vez no estaba ninguna canción sonando de fondo. Sólo escuchaba su respiración levemente. Me miró antes de apretar los labios en una fina línea.
- ¿Estás bien? - me preguntó arrancando.
Hundí la cabeza en el asiento, escondiendo mi cara entre mi jersey.
- No va a verte nadie ahora - se burló, mirándome un instante y volviendo la mirada a la carretera.
- ¿Seguro?
- De verdad - me aseguró acelerando un poco.
Por instinto, aferré mis manos al asiento, y escuché su risa de fondo, aunque no le di el placer de mirarle y así enfadarme como pretendía él.
La calle estaba oscura, y la única luz era la que aparecía de vez en cuando en las farolas de la calle, iluminando un par de metros el suelo.
Incluso sin luz se delineaba su cara a la perfección. Sin darme cuenta estaba mirándole otra vez.
- ¿Dónde vamos? - pregunté.
- Al hotel - contestó sin sacar sus ojos de la carretera.
Había perdido completamente el sentido. Acababa de ser visto conmigo y quería presentarse al hotel si estaba entendiéndolo bien. Abrí los ojos como platos cuando contestó aquello y aprovechó para reírse.
- Creo que es la peor idea que has tenido hasta ahora - arrugué la nariz -. Quiero bajarme, no quiero qu...
- Escucha. Hay gente en la entrada principal así que entraremos por detrás, la entrada está bloqueada, ¿de acuerdo?
- ¿Así es cómo entras a tus groupies?
- No, en realidad ellas pagan una habitación de hot...
- No quiero saberlo - le interrumpí.
- Tú has empezado.
- Eres tú quien no deja de compararme con ellas.
Callé después de decir aquello. No quería empezar otra vez como siempre. Por otro lado, no entendía porqué quería llevarme a su hotel, o qué pretendía con eso aparte de complicarlo. Y porqué demonios había aceptado.
Nadie dijo nada hasta llegar al hotel. Esta vez aparcó en otra dirección a la de esta mañana. No se escuchaba nada.
Salí rápido del coche y me dirigí a la entrada trasera de su hotel. Su mano atrapó la mía y me redujo la velocidad. Me giré para encontrármelo sonriendo como si nada estuviera pasando.
Se sentía tremendamente bien bajo su mano, y deseé parar ese momento durante unos minutos sólo para disfrutarlo. Pero solté su mano.
- ¿Porqué tienes tanta prisa? - me preguntó cuando solté su mano.
- Porque no quiero ser el nuevo hazme-reír de la prensa - dije seca, cruzando las puertas del hotel.
Hasta que me di cuenta de que no sabía dónde iba.
Michael llevaba una amplia chaqueta tejana, que apostaría con todas mis ansias que a nadie le quedaba igual que a él.
- ¿Dónde vamos?
Me miró y siguió andando sin darme una respuesta. Le seguí por detrás, hasta llegar a la novena planta. Allí abrió una de esas puertas.
La lujosa moqueta del hotel hacía juego con la puerta de roble viejo. Cuando abrió la habitación, el olor de Michael se intensificó, y ahí decidí que ese era mi nuevo olor favorito.
Sin duda.
- ¿Me has llevado a tu habitación? - alcé una ceja, incrédula.
- Pasa - parecía ajeno a todo lo que decía, pero avancé.
- ¿Estás sólo en esta habitación o...? - empecé a decir entrelazando los dedos entre ellos.
- Esta es mi habitación propia, no me gusta que entre la gente aquí.
- ¿Y porqué me has traído aquí?
- Vamos a cambiar de tema.
Se sacó su camiseta y rebuscó por ahí encima algo.
Su pálida piel cada vez me absorbía más. Repasé los tatuajes con los dedos, cada uno de ellos y eran fascinantes a la vez que dolorosos. Probablemente supiera que le estaba mirando, pero mis ojos no tuvieron suficiente fuera para apartarse de aquella atractiva vista.
- Ponte cómoda - finalmente murmuró cambiándose la camiseta.
- Estoy cómoda.
- Este jersey parece más viejo que mi culo - se rió.
Y todo empezaba de nuevo. Sus burlas hacia mi ropa llevaban demasiado tiempo sin aparecer.
Solté el aire contenido y rodé los ojos.
- Era una broma - aclaró.
Me senté en su cama, que estaba llena de diferentes camisas y zapatos en el borde de ella. Aparté una de esas camisas y me acomodé en su cama. No entendía qué hacía allí, de todas maneras no quería irme.
Con la camiseta blanca, su pelo rojo contrastaba más. Las luces oscuras del hotel le ensombrecían la cara y podía mirarle eternamente sus rasgos.
- Clary... - empezó a hablar.
ESTÁS LEYENDO
Manual de instrucciones - m.c
FanfictionClary tenía la vida planeada: luchar contra el último año de instituto además de mantener su vida organizada como hasta ahora, sin demasiados movimientos que pudieran sacarla de su rutina. Pero sólo era necesario un cambio para poner patas arriba su...