Capitulo 3

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Con el ceño fruncido, observé a Carlos y a Charles en una escena que me dejó perplejo. Múltiples interrogantes y dudas se arremolinaron en mi mente, pero opté por el silencio. Abandoné la estancia y me dirigí hacia la cocina de la casa de Carlos, un lugar que había llegado a considerar como mi segunda residencia. Al entrar, me encontré con un surtido abanico de bebidas que adornaban los estantes. Sin mediar palabra, me dispuse a tomar algunas de ellas, sumido en mis pensamientos y tratando de desentrañar el enigma de lo que había presenciado momentos antes.

Mientras sostenía la copa de tequila, me di la vuelta y chocó contra alguien. Al levantar la mirada, me encontré con el rostro de mi mayor enemigo, Checo. Aunque intenté mantener una expresión seria, me sorprendió verlo; lucía sorprendentemente atractivo con su camisa azul oscuro de botones. Mis ojos vagaron por su figura, incapaces de apartarse, hasta que Checo interrumpió mi trance moviendo su mano frente a mis ojos, sacándome bruscamente de mi ensimismamiento.

—Oh, uh... deberías tener más cuidado por dónde caminas, Pérez—. dije cruzando los brazos. La expresión de Checo indicaba que no estaba contento con mis palabras.

—No puedes simplemente andar chocándote con todo el mundo—.continué hablando, a pesar de sentirme inseguro. No entendía por qué decidí seguir hablando, ya que normalmente evitaba confrontaciones con Checo. Sin embargo, no podía soportar su penetrante mirada que parecía traspasar hasta el alma.

—Entiendo que me odias y que eres una persona muy fría, pero no esperaba que fueras un sinvergüenza, Emilian—.bufó Checo antes de alejarse hacia donde estaba Charles, dejando a Carlos solo por primera vez, sin estar tan cerca como de costumbre, casi llegando al punto de besarse.

Suspiré cansado, sintiendo la rabia y la frustración acumuladas. Checo había mencionado mi segundo nombre, el cual odiaba con todo mi ser. Sin poder contenerme, descargué mi ira con un puñetazo a mi derecha, esperando golpear la pared, pero en lugar de eso, escuché un quejido. Con un atisbo de pánico, me giré hacia la derecha y me encontré con Carlos, con el ceño fruncido, revelando que había sido él quien recibió el golpe.

—Pero, ¿tú crees que es normal dar un puñetazo a tu mejor amigo?—.Carlos se quejó, mirándome con reproche. Suspiré aliviado al darme cuenta de que la persona afectada era Carlos y no alguien más, de lo contrario, ya habría tenido una pelea con otra persona.

Carlos soltó la frase con un gran toque de sarcasmo: "Me dolió más que mi separación con Rebecca". Su comentario me hizo reír mientras me tomaba otro trago, aliviado por el humor que había aligerado la tensión del momento.

Pasé un buen rato conversando con Carlos, desahogándome sobre mi problema con Kelly. Aunque esperaba un consejo más profundo o reflexivo, él simplemente me dijo que no le hiciera caso y que disfrutara de la vida y la fiesta. Su respuesta fue directa y sin rodeos, como si quisiera desviar la conversación hacia un ambiente más relajado y despreocupado. Aunque su consejo no abordó el fondo de mi situación, me hizo darme cuenta de la importancia de no dejar que los problemas afecten mi felicidad y mi disfrute del momento presente.

Tras reflexionar unos minutos sobre las palabras de Carlos, me di cuenta de que tenía razón. Decidí dejar de lado todo el dolor que llevaba dentro y me entregué al momento, bebiendo varias copas sin control. Llegué al punto de estar totalmente desinhibido, tanto que Carlos tuvo que ayudarme a sentarme en el sofá del salón de su casa. Mi mente estaba en blanco, absorta en el torbellino de emociones y el efecto del alcohol.

Con los ojos cerrados, luchaba por mantenerme mientras me dejaba llevar por los efectos del alcohol. De repente, sentí un golpe en mi muslo, lo que provocó que soltara un grito de sorpresa y dolor. Abrí los ojos con ira y confusión para encontrarme con Carlos, quien se había sentado a mi lado después de ayudarme a sentarme en el sofá. Su acción me sacó de mi estado de aturdimiento, y lo miré con una mezcla de confusión y resentimiento por haberme golpeado.

—¿Qué cojones te pasa, Sainz?—.pregunté, visiblemente molesto por su golpe. Sin embargo, no recibí respuesta alguna, ya que Carlos tenía una expresión que parecía dispuesto a golpear a alguien. Giré la cabeza hacia donde estaba mirando mi amigo y vi a Charles conversando animadamente con Pierre. En ese momento, una idea cruzó mi mente: Carlos estaba celoso. La realización de esa posibilidad añadió una capa de complejidad a la situación, dejándome intrigado por lo que podría suceder a continuación.

Con la mente nublada por el alcohol y las emociones turbulentas, no tenía ganas de hacer ni decir nada. Me levanté con pasos torpes y comencé a deambular por la casa sin rumbo fijo. Sin embargo, mi camino me llevó hacia la presencia de Checo, cuya cara siempre me irritaba. A pesar de mis esfuerzos por mantenerme en pie y caminar con dignidad, mi torpeza conspiró en mi contra. Terminé tropezando y cayendo sobre él, aplastándolo contra la pared. En ese instante, deseé que la tierra se abriera y me tragara, avergonzado por mi torpeza y la situación incómoda en la que me había metido.

—¡Max! ¡Quítate!—.Logré escuchar la voz de Checo, pero por más que intenté apartarme, mi cuerpo no respondía como deseaba. A pesar de mis esfuerzos, me sentía atrapado en mi propia torpeza, incapaz de moverme con la agilidad necesaria para liberar a Checo de mi peso. La vergüenza se apoderaba de mí mientras luchaba por encontrar la fuerza para apartarme de él.

Checo pareció comprender mi situación y, con cierta dificultad, logró liberarse, ayudándome de inmediato para mantener mi equilibrio. Lo miré atontado, sorprendido por su gesto inesperado. Nunca habría imaginado que la persona a la que tanto odiaba sería la que me brindaría ayuda en un momento de necesidad. La ironía de la situación no pasó desapercibida para mí, y me quedé reflexionando sobre las complejidades de las relaciones humanas.

Me dejé llevar de vuelta al sofá de la sala, donde me recosté una vez más. Observé a Checo alejarse con una expresión amargada y enojada, sabiendo que mi situación era en gran parte culpa mía. Había logrado irritarlo al principio de la fiesta y luego me había caído sobre él con un fuerte olor a alcohol, siendo consciente de que era el único entre nosotros que no disfrutaba del alcohol. Aunque técnicamente no era mi culpa haberme caído sobre él, sabía que mi estado de embriaguez contribuyó al accidente, lo que seguramente había empeorado su estado de ánimo. Me sentí culpable por haber arruinado su noche y deseé poder arreglar las cosas con él.










✨🫶🏼

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