La sorpresa en los ojos de Sergio fue palpable, pero lo que más impactó fue la profundidad del dolor que reflejaban. Sus lágrimas eran un eco de las mías, un reflejo de la angustia que ambos compartíamos en ese momento. Traté de mantenerme firme, de contener mis emociones, pero la fortaleza se desvaneció ante el abrumador peso de la situación. Mis lágrimas brotaron sin control, una cascada de dolor y tristeza que no pude contener.
Ver a Sergio también quebrarse ante mis palabras solo intensificó mi propio dolor. Éramos dos almas heridas, navegando por las turbulentas aguas de la adversidad juntos. En ese momento, nuestras lágrimas se convirtieron en un vínculo tangible que nos unía en nuestra desesperación compartida. Nos miramos el uno al otro, compartiendo un momento de vulnerabilidad pura, sin máscaras ni pretensiones, solo la cruda verdad de nuestro sufrimiento.
En ese instante, la distancia emocional entre nosotros se desvaneció, dejando espacio para la conexión genuina que siempre había existido entre nosotros. Nos abrazamos con fuerza, compartiendo el peso de nuestra angustia, encontrando consuelo en la presencia del otro.
El peso de la responsabilidad me aplastaba, sintiendo el dolor de cada lágrima que caía de los ojos de Sergio. Cada sollozo resonaba en mi alma, recordándome el sufrimiento que había desatado con mis decisiones. Quería ser su fortaleza, su refugio en medio de la tormenta, pero era yo quien había desencadenado esta tempestad en primer lugar.
Mis dedos se deslizaban suavemente por su cabello, una pequeña muestra de consuelo en medio de la desolación. Quería borrar su dolor, deshacer cada lágrima derramada y devolverle la alegría que tanto merecía. Pero sabía que no podía hacerlo solo con palabras o gestos. Había acciones que debía tomar, sacrificios que debía hacer, para poner fin a este sufrimiento que había infligido a la persona que más amaba en el mundo.
Aunque cada fibra de mi ser anhelaba quedarse a su lado, sabía que debía alejarme por su bien. No podía permitir que mi presencia siguiera siendo un recordatorio constante de su dolor. Tenía que dejarlo ir, liberarlo del peso de mi culpa, para que pudiera comenzar a sanar. Y aunque el pensamiento de separarme de él me destrozaba por dentro, sabía que era lo correcto. Porque, al final del día, el amor verdadero no solo se trata de estar juntos, sino de hacer lo que es mejor para la persona amada, incluso si eso significa renunciar a tu propia felicidad.
Mis manos temblaban ligeramente mientras sostenía el rostro de Sergio entre mis palmas, buscando consolarlo en medio de su angustia. Sentía el peso de cada lágrima que había derramado, cada una una herida abierta en mi corazón. Pero en ese momento, mi único deseo era aliviar su sufrimiento, aunque fuera solo un poco.
Con delicadeza, limpié sus lágrimas con el pulgar, cada movimiento un intento de borrar el dolor que había causado. Sentí la suavidad de su piel bajo mis dedos, un recordatorio constante de la fragilidad del amor y la necesidad de protegerlo a toda costa. Un beso en su frente fue mi pequeña ofrenda de consuelo, un gesto de amor en medio de la desolación.
Quería decirle tantas cosas, expresar todo lo que sentía en mi corazón, pero las palabras se atascaban en mi garganta, ahogadas por el peso de la tristeza. En su lugar, me quedé en silencio, dejando que mis acciones hablaran por mí, esperando que Sergio pudiera sentir todo el amor y el arrepentimiento que había en mi corazón.
—Te amo Sergio...y siempre te voy a amar...pase lo que pase...pero ahora...te tengo que dejar ir...estas sufriendo por mi...—. Logré pronunciar esas palabras y me incliné para unir nuestros labios.
El sabor salado de las lágrimas se mezclaba con el dulce contacto de nuestros labios, un beso lleno de desesperación y amor, como si fuera la última oportunidad de expresar todo lo que sentíamos el uno por el otro. Cada roce de nuestros labios era un susurro silencioso de los deseos no cumplidos, de los sueños rotos y de las promesas no dichas.
Mis manos temblaban mientras me aferraba a él, como si pudiera retenerlo para siempre en ese momento, aunque sabía que era imposible. Sentía su aliento cálido mezclándose con el mío, un eco de la pasión y el dolor que compartíamos en silencio. En ese beso, había una mezcla de amor y despedida, un adiós que resonaría en nuestras almas para siempre.
Cuando finalmente nos separamos, el peso del dolor parecía más ligero, como si hubiéramos compartido una parte de nuestra carga juntos. Nos miramos a los ojos, compartiendo un entendimiento profundo que solo el amor verdadero puede traer. Aunque el futuro era incierto, nos aferramos a la esperanza de que algún día, encontraríamos la paz y la felicidad que tanto anhelábamos.
El silencio entre nosotros era como un refugio, un lugar donde nuestras emociones podían fluir libremente sin la necesidad de palabras. Sentía el peso de su cabeza descansando en mi hombro, como si encontrara consuelo en mi cercanía. Con cada suave caricia en su cabello, intentaba transmitirle todo el amor y la comprensión que tenía en mi corazón.
Las palabras bonitas que murmuraba eran como un bálsamo para su alma herida, un intento de aliviar el dolor que ambos compartíamos en ese momento. Aunque no podía borrar sus preocupaciones ni reparar el daño que había sido hecho, esperaba que mis palabras pudieran traerle un poco de paz y consuelo en medio de la tormenta.
Nos quedamos así, abrazados en silencio, encontrando consuelo mutuo en nuestra presencia. A pesar de los desafíos que enfrentábamos, sabía que juntos podríamos superar cualquier adversidad. En ese momento de quietud, encontramos fuerza el uno en el otro, listos para enfrentar lo que el futuro nos deparara.
El sonido del teléfono rompió el delicado silencio que habíamos compartido, trayéndonos de vuelta a la cruda realidad de la situación. Sentí la tensión aumentar mientras tomaba el teléfono, consciente de que esta llamada podría traer más noticias preocupantes.
Con manos temblorosas, acerqué el teléfono a mi oreja, preparándome para enfrentar lo que mi padre tenía que decir. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, anticipando lo peor mientras esperaba escuchar la voz al otro lado de la línea.
—¿Qué pensaste hacer Emilian? Decepcionarme o casarte con la chica que te digo.
—A-Acepto casarme con Kelly...pero, primero...Lucas tiene que volver a estar en los brazos de Checo sano y salvo...
Las palabras salieron de mi boca con un peso insoportable, consciente del dolor que causarían a Sergio. Aunque traté de ocultarlo, su reacción me mostró que no había logrado disimular el impacto de mis decisiones. Ver cómo desviaba la mirada, cómo su semblante reflejaba una mezcla de sorpresa y dolor, fue como un puñetazo en el estómago. Sabía que había herido a la persona que más amaba, y el peso de esa verdad pesaba sobre mí como una losa.
A pesar del dolor que me embargaba, traté de mantener la compostura, de ocultar mi propia angustia para no sumar más sufrimiento al ya evidente en el rostro de Sergio. Pero en lo más profundo de mi ser, la culpa y el remordimiento se mezclaban con el amor que sentía por él, formando un torbellino de emociones que amenazaba con consumirme por completo.
En ese momento, me enfrenté a la dolorosa realidad de que mis decisiones habían causado daño a la persona que más quería en el mundo. Aceptar casarme con Kelly no solo significaba sacrificarme a mí mismo, sino también lastimar a Sergio, y el peso de esa verdad era casi insoportable.
El capítulo es corto porque tengo examen mañana y estoy estudiando, mañana si sera un buen capítulo. Os amo mis amores💗💗
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Meant to be [Chestappen]
FanfictionMax odiaba a su compañero de equipo, Sergio Perez con todo su ser, simplemente no lo podia soportar. Pero lo que Max no se esperaba era que el mexicano era la persona indicada para él. Estaban destinados a estar juntos. Fanfic Pareja principal: Che...