Capitulo 11

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Mientras me sentaba en silencio en una esquina apartada fuera del bar, las lágrimas comenzaron a emerger, incapaces de contener el torbellino de emociones que me invadía. Me sentía terriblemente mal por lo que había sucedido. Sabía que no debí haber hablado así con Checo; él no merecía ese trato, independientemente de nuestra rivalidad.

El peso de mi culpa y arrepentimiento era abrumador. Solo quería disculparme con Checo, pero mis propias preocupaciones y frustraciones me habían llevado a actuar de manera impulsiva y hiriente. Aunque mi mente seguía atormentada por pensamientos sobre Kelly, comprendía que no era una excusa válida para lastimar a alguien más.

En ese momento, me sentía devastado por el daño que había causado a Checo, alguien que, a pesar de nuestras diferencias, no merecía ser tratado con desprecio. Reconocía que mis acciones habían sido injustas y dañinas, y me encontraba en un lugar oscuro de remordimiento y autocrítica.

Aunque sabía que reparar el daño llevaría tiempo y esfuerzo, estaba decidido a hacer lo correcto. Necesitaba encontrar una manera de disculparme sinceramente con Checo y demostrarle que lamentaba profundamente mi comportamiento. Aunque fuera mi enemigo, no merecía ser tratado con falta de respeto.

Mientras las lágrimas continuaban cayendo, me prometí a mí mismo que haría todo lo posible para enmendar mis errores y reconstruir la relación con Checo. Aunque el camino hacia la redención parecía largo y difícil, estaba dispuesto a enfrentarlo con humildad y determinación.

—¡Max!—. Mientras me encontraba sumido en mi propio tormento emocional, escuché la voz de Carlos acercándose a mí. No tuve ni siquiera la energía para intentar limpiarme las lágrimas que seguían fluyendo sin control. Me sentía como una persona desgarrada por dentro, atrapada en un remolino de culpa y autodesprecio.

Saber que mi mejor amigo se preocupaba por mí solo añadía más peso a mi corazón ya abrumado. Sentía que no merecía su preocupación ni su apoyo, que era una carga para aquellos que me rodeaban. ¿Cómo podía esperar que alguien confiara en mí o me respetara después de lo que había hecho?

En ese momento, me di cuenta de que necesitaba enfrentar mis demonios internos y abordar mis problemas de frente. Sabía que no podía seguir hundiéndome en la oscuridad de mi propio dolor y autocondena. Necesitaba encontrar la fuerza para enfrentar mis errores y hacer las paces conmigo mismo, antes de poder empezar a reparar las relaciones que había dañado. Pero el camino hacia la redención parecía largo y lleno de obstáculos, y no sabía si tendría la fuerza para recorrerlo.

—Max...no estes con todo dentro de ti, habla conmigo...quizás te sientes mejor...—. Carlos se había sentado a mi lado, ofreciendo su apoyo con gestos de ternura al acariciarme suavemente el hombro. Aprecia profundamente su presencia y su disposición para ayudarme en ese momento de vulnerabilidad, pero sus palabras solo avivaron el fuego de mi tormento interno.

Me encontraba en una encrucijada emocional, luchando con la difícil decisión de confesarle a Carlos el daño que había causado a Checo. Temía profundamente su reacción, preocupado de que al conocer la verdad, pudiera perder su amistad y su apoyo. Carlos era mi único amigo, mi roca en momentos difíciles, y el pensamiento de perderlo era abrumador.

Pero al mismo tiempo, sabía que ocultar la verdad solo perpetuaría el ciclo de dolor y desconfianza. Sentía la necesidad imperiosa de compartir mi carga emocional con alguien en quien confiaba, alguien que pudiera ofrecerme orientación y consuelo en este momento oscuro.

Con el corazón lleno de temor y angustia, sabía que no había otra opción más que confiar en la fortaleza de nuestra amistad y compartir la verdad con Carlos. Pero el miedo a su reacción y el riesgo de perderlo me paralizaban, impidiéndome dar el paso hacia la honestidad y la vulnerabilidad.

Mientras las lágrimas continuaban fluyendo, me encontraba en un estado de profunda indecisión y desesperación, sin saber qué camino tomar ni cómo enfrentar las consecuencias de mis acciones. Solo esperaba encontrar la fuerza y la claridad necesarias para tomar la decisión correcta y buscar la redención que tanto anhelaba.

—La he cagado Carlos..he hecho a Checo llorar..soy imbécil Carlos,¡soy imbécil!—. Al final, reuní el coraje para confesarle a Carlos la verdad, limpiando mis lágrimas mientras más continuaban cayendo por mis ojos. Al escuchar mis palabras, vi sorpresa reflejada en su rostro. Sabía que Carlos era muy cercano a Checo, y revelarle que le había causado daño seguramente lo tomaba por sorpresa.

Me preparé para su reacción, esperando lo peor. Temía que se enojara, que me juzgara, o incluso que rompiera nuestra amistad. Pero para mi sorpresa, Carlos no dijo nada. En lugar de eso, me acarició suavemente la espalda, ofreciendo su apoyo silencioso en ese momento de vulnerabilidad.

Su gesto de compasión y comprensión me conmovió profundamente. A pesar de la gravedad de mis acciones, Carlos estaba allí para mí, sin juzgarme ni condenarme. Su presencia reconfortante me recordaba el valor de la verdadera amistad, que trasciende las dificultades y los errores del pasado.

—Le recordé todo lo malo que habia pasado por su divorcio solo porque yo me sentía mal, él no se merecía eso Carlos...él nunca mereció el tratamiento que yo le daba. Checo siempre intentaba caerme bien pero ahora...lo he perdido Carlos...he perdido a Checo completamente..

Después de desahogarme con un golpe de honestidad, las lágrimas brotaron con más intensidad, incapaces de contener la avalancha de emociones que me abrumaban. Carlos, en un gesto de pura compasión, me envolvió en un abrazo reconfortante, mientras murmuraba un suave "Shhh".

Lloré con toda la fuerza que tenía en su hombro, dejando que las lágrimas se mezclaran con el calor de su consuelo. En ese abrazo, encontré un refugio temporal de mi propio dolor, permitiéndome sentir el alivio momentáneo que venía con la aceptación y el apoyo incondicional de mi mejor amigo.

Carlos, con sus palabras gentiles y su presencia tranquilizadora, me recordó que no estaba solo en mi sufrimiento. Su afecto y comprensión me dieron la fortaleza para enfrentar la tormenta emocional que me había consumido, ofreciéndome un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

A medida que las lágrimas cesaban y mi respiración se calmaba, me sentí envuelto en un silencio reconfortante, compartido con mi amigo más cercano. En ese momento de quietud, encontré consuelo en la conexión profunda que compartíamos, sabiendo que, pase lo que pase, siempre tendría a Carlos a mi lado, apoyándome en los momentos más difíciles de mi vida.

—Venga...vete a descansar, ya es tarde y mañana tenemos un viaje. No te preocupes Max, todo estará bien, Checo necesita su propio espacio. Yo lo conozco, él en algunos días, ya estará normal—. La voz de Carlos resonaba suavemente en mi oído, reconfortándome con sus palabras de consuelo. Asentí en respuesta, reconociendo que necesitaba descansar antes del viaje que nos esperaba mañana. La fatiga emocional había dejado su marca en mí, y sabía que necesitaba recargar energías para afrontar los desafíos que aún estaban por venir.

Con la ayuda de Carlos y su apoyo inquebrantable, me puse de pie lentamente, sintiendo el peso de la jornada sobre mis hombros. Agradecido por su presencia y su amistad, me despedí de él con un gesto de gratitud antes de encaminarme hacia el lugar donde descansaría esa noche.

Mientras me dirigía hacia mi destino, me sentí un poco más ligero, sabiendo que no estaba solo en este viaje. Con la promesa de un nuevo día por delante, cerré los ojos y me permití dejarme llevar por la tranquilidad del sueño, confiando en que mañana sería un nuevo comienzo, lleno de esperanza y oportunidades para hacer las cosas bien.















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Amamos a Carlitos🫶🏼

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