El sol sonreía en lo más alto del cielo y saludaba al mar y a las criaturas que en este habitaban. No había ni una nube cruzando el firmamento y la brisa marina golpeaba con suavidad al barco y su rostro. Miraba el agua y el paisaje con entusiasmo, aún sin creer que estuviera por fin cumpliendo aquel sueño. Su aventura más deseada acababa de empezar y sentía que por fin había nacido después de años de oscuridad. El corazón le latía con fuerza y nervios. Por primera vez se sentía libre y sin ataduras. Más allá del horizonte se encontraría quizá su destino.
Aunque por supuesto, también estaba terriblemente atemorizada por la incertidumbre y por el riesgo que aquello suponía, pero intentaba alejar aquellos pensamientos. Lo menos que quería era perder el control estando en mitad del mar.
Se empezó a aburrir pasadas unas horas, y se puso a leer el libro que la anciana le había dado y que se había traído. Acarició sus polvorientas y antiguas páginas y lo abrió lentamente. Las películas de polvo que descansaban en su interior la hicieron toser.
—El reino de Álfur —leyó, en el título de un capítulo. Se sorprendió al escuchar su propia voz después de tanto tiempo en silencio.
«El reino de Álfur está compuesto por extensas tierras llenas de criaturas y vegetación, con árboles altos y exóticas plantas. Sus ríos son tan cristalinos como el mismísimo hielo. Frondosos bosques, verdes praderas y escondidos valles se extienden por cada rincón del reino. Las primaveras son coloridas, con brisas cálidas que acarician cada hoja y cada flor. En sus praderas todos celebran el Equinoccio de Primavera y ven nacer las primeras flores. Los veranos son verdes y cálidos y pocas veces son calurosos. Los ríos bajan su caudal pero jamás se secan, y los árboles pintan en sus hojas unos colores verde intensos. Los otoños castaños son frescos y con deliciosa brisa. Las hojas de algunos árboles caen recelosas al fértil suelo, y al final de esta época los animales se preparan para la entrada a la siguiente estación: El invierno, blanco y frío. Nieve blanca, espesa y blanda gobierna ahora sobre las plantas. Los ríos y los lagos se congelan y se forman cristales de nieve que dibujan formas preciosas...».
Diana leía con mucha atención cada página y saboreaba cada frase imaginando en su cabeza aquellos exóticos paisajes repletos de seres que solo existían en los cuentos. Todo parecía demasiado fantástico y genial para creérselo incluso para ella.
El siguiente capítulo era el reino de Ruhê, y aunque ese reino no le interesaba tanto como el anterior, abrigado por la naturaleza en cada rincón, empezó a leer.
«Ruhê es el reino de los espíritus. Un plano superior que conecta su entrada con Álfur. Se dice que es infinito y que está situado justo encima del plano terrenal. Al cruzar su entrada, tu cuerpo y tu alma ascenderán sin que te des cuenta. Muchos viajan hasta él para encontrar respuestas o a sí mismos desde un punto de vista espiritual. Una neblina permanente navega por cada rincón y luces celestiales bailan lentamente en un eterno ocaso. No hay estaciones ni tampoco hay sentido del tiempo. Está dividido en dos secciones: la parte oscura, en el norte, es la de los malos espíritus llenos de odio y malicia. Allí la niebla adquiere tonos oscuros. Las almas oscuras están destinadas a acabar ahí, en una oscuridad continua y fría. En la parte de la luz, al sur, habitan las buenas almas, espíritus luminosos y ligeros que serán rodeados de una inmensa paz y calor. Su niebla es blanca, luminosa y menos profunda que la otra mitad del reino. Ambas zonas se mantienen en equilibrio constante como el mismísimo símbolo del Yin-Yang».
A Diana se le erizó la piel, y no era por la brisa marina que empezaba a enfriarse, sino por todo lo que estaba leyendo. ¿Era real? ¿Y si estaba navegando sin razón? ¿Y si a donde se dirigía no había nada? ¿Y si esos reinos ya habían desaparecido para siempre? Las preguntas le azotaban violentamente en la cabeza y no pudo evitar soltar lágrimas. En ese momento se dio cuenta de que estaba completamente sola en busca de un destino incierto, quizá real, quizá falso.
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Lo que la niebla ocultó
FantasyÉrase un reino que olvidó. Érase el recuerdo de una guerra que destrozó corazones e hizo cenizas amores imposibles. Érase una niebla que la verdad ocultaba tras sus cortinas. Érase una chica llamada Diana con un poder demasiado grande para ella. Un...