Lo que la niebla ocultó

Capítulo 9

El viento susurraba libre y ligero a través de los árboles de un frondoso bosque que conectaba con aquella pequeña playa. Raros cantares de pájaros e insectos murmuraban desde lugares recónditos, acompañando a los rayos dorados de la mañana. La luz se filtraba por sus párpados de forma brusca, haciéndola apretar los ojos. Se iba despertando poco a poco, aferrándose a los últimos pedazos de sueños que quedaban. Cuando abrió los ojos se encontraba en una suave arena tan clara que de lejos podría confundirse con nieve.

Su ropa estaba húmeda y rasgada, y su pelo más alborotado que nunca. Pero su corazón latía.

«¿Estoy viva?».

La confusión se apoderaba de ella, pero intentó mantener la calma. Cuando miró a su alrededor divisó un bosque de árboles altísimos y verdes que se alzaban con orgullo hacia el firmamento, queriendo atrapar las nubes con sus hojas. Se podían avistar también montañas que la lejanía intentaba ocultar y que prometían millones de secretos. Miró entonces el mar, en el que no había ni rastro del barco a motor en el que había llegado, y por supuesto tampoco de las cosas que había guardado en él. Su respiración se agitó presa del pánico y el miedo acudió a sus ojos, pero intentó respirar como su madre siempre le decía. No iba a conseguir nada poniéndose nerviosa.

—Todo saldrá bien —susurró para sí misma, aunque la voz pesimista de su cabeza no paraba de asegurar lo contrario.

Con el corazón acelerado y las piernas temblorosas, se levantó con lentitud. Su cuerpo se encontraba débil y agotado, pero aquello no iba a detenerla. Se sacudió la arena de la ropa y decidió ir a investigar aquel lugar. Era lo único que podía hacer, después de todo. Ahora todo dependía de ella y estaba completamente sola.

Al principio parecía un bosque normal y corriente. Un sitio sin indicios de criaturas fantásticas ni ningún misterio, lo que hizo que la decepción apareciera en sus facciones. Ello estaba acompañado también de una chispa de terror en sus ojos. ¿Era aquello Álfur o la tormenta la había arrastrado hasta un lugar totalmente diferente? Y lo que era peor... ¿cómo regresaría si el barco se había hundido? Había perdido sus objetos... incluido el libro y provisiones.

Se envolvió aún más con la capa, presa del frío de la ropa y del miedo que atenazaba su corazón. Intentó ordenar sus pensamientos, los cuales hacían ruido en su cabeza. Lo primero que debía hacer era encontrar comida, agua potable y un refugio; ya pensaría en qué hacer después.

Llevaba ya un rato en el bosque y ya se había hecho a la idea de que no había nada interesante allí. Al menos, pensó, estaba rodeada de naturaleza y no había huellas humanas. Estaba en total libertad y a salvo de miradas que la juzgasen. Si se transformaba en aquella bestia no podría hacerle daño a nadie.

Ágil y con soltura, se movía por esa vegetación como si hubiese nacido en una selva. Allí la naturaleza poseía una belleza exótica que parecía ir más allá. Había plantas e insectos que jamás había visto y de multitud de colores que brillaban bajo la luz del día. Había setas enormes y arbustos con bayas de vivos tonos. Lo mejor era el ambiente tan pacífico que recorrían aquellos lindes. Tal era la tranquilidad que pensó en tumbarse un rato para observar las nubes entre los enormes árboles. Pero algo ocurrió.

Unas voces se rumorearon en la lejanía, haciéndole palidecer. No estaba sola. Aquel lugar no estaba deshabitado y no supo si eso era una suerte o algo malo.
Se concentró en las palabras, intentando analizarlas. No hablaban su idioma...

Hablaban Irián.

Su corazón empezó a palpitar tan fuerte que temió que esas personas lo escucharan. Se escondió tras unos arbustos y aguardó con los latidos desbocados. Las voces, que eran masculinas, se acercaban. Al principio no entendía lo que decían. Tenían un acento delicado y melódico y tonos suaves como la brisa; jamás había escuchado algo igual. Intentó relajarse para concentrarse en el idioma que tan bien conocía pero apenas podía escuchar con los latidos de su corazón y sus nervios.