Al principio creyó que todo lo que había pasado el día anterior había sido un dulce sueño y quería volverse a dormir para seguir soñando. Pero los intensos rayos de sol que se colaban por sus párpados le impedían volver a dormirse. Se removió, molesta, buscando otra postura donde pudiese tapar un poco la luz. Solo cuando el brazo ajeno que la rodeaba desde detrás se hizo más evidente, volvió a la realidad.
Sus mejillas tomaron color cuando se giró y contempló a Hino dormido a su lado, abrazándola de una manera protectora y con una expresión serena. Todo lo de ayer regresó a su cabeza en ese instante, haciéndole sentir mariposas en el estómago. Se habían besado, más de una vez de hecho, diciéndose todo lo que no habían podido verbalmente. Tras aquellos besos y caricias compartidas, ambos se habían refugiado en un dulce silencio lleno de miradas tímidas y sonrisas nerviosas. No hubo nada más que decir, pues ya se lo habían dicho todo con solo rozar sus labios. Hino, tras el susto de casi haberla perdido, no se había apartado ni un segundo de ella.
Y así había amanecido, en sus brazos como si él estuviera protegiéndola aun inconsciente. Hacía frío, así que agradeció enormemente su presencia contra ella. Se acurrucó junto a él y sintió la suave respiración y la calidez que emanaba de su cuerpo, que hicieron que su corazón atropellase varios latidos. Estudió cada detalle de su rostro, queriendo grabarse cada centímetro en su memoria para jamás olvidarlo. Sus párpados cerrados y sus pestañas, su limpia y suave tez, sus orejas puntiagudas, esos finos labios entreabiertos que quería volver a probar... Ya no había vuelta atrás: se había enamorado de nuevo. Había vuelto a abrir su corazón a alguien aunque había jurado no volver a hacerlo.
Pero por primera vez desde hace mucho el amor no le pareció algo tan horrible. Era dulce. Era ardiente. Era puro. Esta vez era un amor correspondido y sincero, procedente de una persona que no la juzgaba. Que la respetaba. Que la quería. Una persona a la que había llegado a querer primero como un mejor amigo, confidente y un cómplice de aventuras. Parecía imposible e irreal, y aún le costaba asimilar que aquello le estuviera pasando a ella. Hacía mucho tiempo que dio por sentado que nadie podría amarla de aquella forma. Cuánto se equivocó. Cuánto se equivocaron todas esas personas que le dijeron que jamás encontraría a alguien.
Dejó de martirizarse con el dolor que le había producido Thomas y su engaño, y su falsa sonrisa se perdió entre sus peores recuerdos para grabar la de Hino en cada esquina. Recogió uno por uno los pedazos rotos de su ser y los volvió a unir para entregar amor a alguien que jamás le haría daño. Alguien que conocía de verdad. Tenía miedo, pues siempre quedaría aquella cicatriz, aquella duda que tenía voz del pasado... Pero estaba dispuesta a arriesgarse.
Ahora aquel que dormía junto a ella había ocupado el corazón que otros habían pisoteado y había besado cada una de las heridas que latían en él. Jamás se borrarían del todo aquellas sombras del ayer, pero estaba segura de que la calidez de Hino le ayudaría a acallarlas. Con él podía ser ella misma, porque siempre lo había sido a su lado. Podía decir cualquier bobada sin miedo a parecer estúpida. Podía hacer locuras y solo recibiría una sonrisa de complicidad. No tenía que fingir que no estaba rota. Que no tenía miedo. Que era de piedra.
Porque no lo era.
Su compañero se removió en sueños, lo que la sacó de sus pensamientos. Acarició su rostro con ternura, recorriendo el contorno de su mandíbula. ¿Estaría teniendo aquellas pesadillas de las que habló el ser oscuro? ¿Seguiría preso del recuerdo de sus difuntos padres? Jamás había compartido con ella aquellos sentimientos, y solo mencionó a sus padres una vez. Pero sabía que le dolía profundamente, aunque no lo demostrara. Con el paso del tiempo se había dado cuenta de que Hino era el tipo de persona que ocultaba el dolor y los problemas del resto del mundo tras una radiante sonrisa.
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Lo que la niebla ocultó
FantasyÉrase un reino que olvidó. Érase el recuerdo de una guerra que destrozó corazones e hizo cenizas amores imposibles. Érase una niebla que la verdad ocultaba tras sus cortinas. Érase una chica llamada Diana con un poder demasiado grande para ella. Un...