Capítulo 31

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—Fierecilla...

La voz de su compañero apareció en su agitado sueño, y se dejó llevar por ella mientras la sacaba de su mente. Al abrir los ojos, se encontró con la mirada preocupada de Hino, que se desdoblaba de vez en cuando. Veía borroso y todo le daba vueltas, como si hubiera estado girando sin parar. El dolor de cabeza era punzante e insistente.

Y la realidad volvió a ella de repente. Se observó las manos y los brazos, algo temblorosas. Soltó una exclamación cuando no vio ninguna herida: Estaba completamente ilesa. Tampoco veía ya las rayas de tigre en sus brazos, pues ya no estaba transformada.

—¡Diana! —la llamó aliviado Hino mientras la estrechaba entre sus brazos—, ¡menos mal que volviste en sí!

—¿Q-qué ha pasado? —preguntó, intentando vocalizar. Se percató entonces de que estaba en la habitación de antes, con la cabeza apoyada en las piernas del elfo quien la sostenía con delicadeza.

—Has superado nuestro desafío espiritual —contó Qamar con voz suave—. Tu parte racional y animal se encuentran más unidas que nunca. Has domado a la bestia que tanto te atemorizaba. Ahora mismo ella está dormida dentro de ti, esperando a que la llames cuando necesites su ayuda.

—El entrenamiento de tu maestro había dado sus frutos; mas tu inseguridad te cegó. Creíste que no ibas a ser capaz, que aquel esfuerzo fue en vano. No confiabas en que podrías controlarla. El temor hacia ti misma te consumió aunque no lo notaste. Esta prueba te ha ayudado a creer y a encontrarte con esa parte de ti con el objetivo de superar tus miedos hacia ella. Ahora ambas estáis en una sintonía y equilibrio en el que jamás lo habéis estado. A partir de ahora, el alma del tigre será tu fiel compañera —anunció Zetwal.

—Nosotros no podemos destruir a la bestia. Nadie en el universo tiene el poder de separaros sin que salgas ilesa —añadió el otro espíritu—. Vuestras almas nacieron fusionadas y así se quedarán para siempre hasta tu último aliento.

—Nuestro poder solo nos permite encadenar a la criatura con un sello espiritual en el fondo de tu ser, mas no destruirla. Es imposible.

—La decisión recae sobre ti ahora, mortal. —Qamar se acercó más a ella con una inusual dulzura —. ¿Anhelas sin embargo encadenar tu don o te quedas con él?

Dudó.

Por un lado, era el recuerdo constante de todo lo que había sufrido, del dolor que había provocado a sus seres queridos y las consecuencias que había traído a su vida. El pasado emergió de su mente y la golpeó con brutalidad... ¿La aceptarían ahora en Tao o intentarían atraparla de nuevo? Aquella alma sería parte de sí misma eternamente y la volvería a atar al pasado para siempre, arrastrando ingratos recuerdos que la hacían sangrar.

Pero, por otro lado, había logrado controlar la situación, y eso le daba un mayor poder. Se había sentido más capaz y segura de sí misma, y aquello ya era un gran paso. Además, había visto la verdadera forma de la criatura. La había conocido como nunca antes había hecho. La mirada dorada del tigre regresó a su mente, llenándola con aquellas emociones que había sentido: Paz, comprensión, consuelo... Reconciliación. Había logrado entenderse con él. Se habían comunicado y entre ellos se había creado algo nuevo.

Lo meditó unos segundos, bajo un pesado silencio que consumía el ambiente. Cuando sintió la mano de Hino sobre sus hombros, con una mirada que indicaba que la apoyaría fuera cual fuera su elección, aquella tensión se alivió ligeramente.

Cerró los ojos y respiró hondo. Una energía palpitante corría renovada y pura por su sangre. Se sentía liberada, ligera... Era una sensación nueva que la hizo estremecer de una recién encontrada alegría.

Lo que la niebla ocultóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora