Dejó escapar toda su ira, todo lo que llevaba dentro y echó a correr como nunca antes, como si los músculos de sus piernas se hubieran recuperado como por arte de magia. Corrió con espíritu, alma y esencia, con su corazón bombeando con más ímpetu que nunca. Con una poderosa y devastadora energía palpitando dentro de ella.
Permitió que su don la transformara y que luchara junto a ella. El tigre rugió en su interior y le dotó del valor que necesitaba. Se sintió libre y viva, y algo en ella se abrió como una enorme flor que la hizo vibrar.
Un monstruo de rabia creció de ella. Se extendió con una hermosa luz dorada al son de sus latidos. El brillo que salía de ella empezó a crecer, a cambiar, a latir. Su figura quedó rodeada entonces por un dragón que parecía estar hecho de éter, fuego y luz. Un dragón que al mismo tiempo parecía contener los rasgos y la mirada de un tigre. Era aquello la máxima encarnación de su poder, unida a la energía que los Grandes Espíritus depositaron en ella. Era la voz de una promesa. Del dolor, la rabia y la valentía.
Todos los combatientes se asustaron al verlo y pararon la lucha para observar aquello que estaba teniendo lugar. El dragón empezó a rodear a ambos ejércitos, girando con la velocidad de mil relámpagos, y se dedicó a destruir las grandes y amenazantes armas humanas mientras estos corrían aterrorizados. Velozmente, se elevó al cielo mientras soltaba un rugido que hizo temblar a todos.
De repente, la criatura centralizó su poder en un punto, que se iluminó como si de la esencia del sol se tratase. Invocó entonces a las fuerzas de la naturaleza: agitó el mar, que con cólera hundió los barcos humanos que quedaban; despertó al viento con la potencia de un huracán, impidiendo que más flechas élficas y balas dieran a alguien; y por último abrió e hizo temblar la tierra, la cual se tragó todas las armas que quedaban, engullidas por un enorme abismo.
Lo siguiente que hizo fue rodear a los luchadores con una espesa niebla que les congeló la sangre. Tanto los de aquella playa como los que se situaban en otros puntos de batalla parecieron unirse de repente, encogiendo las distancias.
Los ojos del dragón brillaban con auge y vigor, como si contuviera la magia de las estrellas y los astros. Fuerzas invisibles navegaron por la estancia, haciendo que todos los ahí presentes se elevasen del suelo. En el corazón del dragón la silueta de la muchacha se movía con lentitud, como flotando sobre el cielo.
—¡Antes todos convivíamos en paz! —habló en élfico Diana con una potente voz y algo de eco—, ¡Erais amigos! ¡Los elfos sacrificaron su inmortalidad por los humanos, solo para convivir con ellos; y los humanos les enseñaban a ellos! —dijo elevando más la voz. Nadie respondió—. Esta tierra pertenece a los elfos, ¡no tenéis derecho a destruirla por vuestros intereses egoístas o por orden de Douglas!
Todos se miraban asombrados y con temor, antes de fijar su vista a la figura que había en el centro de todos ellos. Repentinamente, todo empezaba a girar y unas imágenes aparecían ante los ojos en sus mentes: Imágenes de aquellos tiempos de paz entre ambas razas. Podían ver cómo un niño elfo y uno humano jugaban con la inocencia de la infancia, sin prejuicios ni odio. Visualizaron también cómo los elfos ayudaban a los humanos a mejorar su hogar o viceversa, cómo celebraban fiestas juntos, cómo compartían todo, se apoyaban, lloraban unidos, disfrutaban, o incluso cómo se enamoraban... Como si no hubiese diferencias, como si fueran parte de un mismo todo.
Todo aquello lo estaba transmitiendo la joven, con un potente poder que había nacido en ella. Aquello era una pequeña parte que habían dejado los Grandes Espíritus en Diana antes de partir.
—¡¿Por qué pelear?! ¿Por qué no volver a esa época? ¡Podemos trabajar juntos como antes! Podemos respetarnos sin importar las diferencias o lo que poseamos. Podemos aprender unos de otros, apoyarnos, ayudarnos. ¡Quiero que el mundo sea como antes! Un mundo de paz donde no haya lugar para la codicia. Esta guerra es inútil, solo servirá para destruirnos a ambas razas. Para terminar de matar este mundo. Para aumentar el odio y la maldad.
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Lo que la niebla ocultó
FantasyÉrase un reino que olvidó. Érase el recuerdo de una guerra que destrozó corazones e hizo cenizas amores imposibles. Érase una niebla que la verdad ocultaba tras sus cortinas. Érase una chica llamada Diana con un poder demasiado grande para ella. Un...