La poderosa fuerza de la naturaleza escuchó la llamada del joven elfo y se concentró en su interior, llenándolo de vigor y energía. Sentía el poder en su sangre, recorriéndole el cuerpo con fiereza. Hacía grandes esfuerzos por traer agua del río cercano, invocando la ayuda del medio ambiente, de las ninfas, de los espíritus del mundo. Todo estallaba dentro de él como un agitado océano en mitad de una furiosa tempestad. Poco a poco su fuerza se consumía y lo hacía sudar, lo destrozaba y le hundía en el agotamiento. Pero tenía que salvarla; le había prometido a su Maestro que la protegería aunque ello significase sacrificar hasta su último aliento y energía. Le daba igual su propio bienestar en ese momento. El terror de perderla era tal, que incluso su poder pareció ser más fuerte.
Cuando notó que no podía soportar más energía, dejó escapar un quejido mientras una gigantesca criatura hecha de agua irrumpía en la escena. Era del tamaño del árbol y el agua se removía en todo su cuerpo como una eterna catarata cristalina. Respiró hondo intentando concentrarse. Aquello suponía muchísimo esfuerzo, era uno de los poderes acuáticos más complicados de hacer.
Hino contuvo un gemido como si tuviera una pesada carga sobre sus hombros que lo estuviera aplastando de mil maneras, y mentalmente le ordenó al ser de agua atrapar las raíces que habían tragado a su mejor amiga. Este le obedeció, y luchó contra el árbol, que intentaba absorberle. Aunque la criatura cada vez era más pequeña, pudo sacar las raíces que retenían a Diana. Y cuando el golem de agua no pudo resistir más, se desvaneció cayendo al suelo como una intensa lluvia y formando un enorme charco que fue tragado por la tierra en un instante.
Hino intentaba llegar hasta Diana pero las raíces del árbol se lo impedían. Cogió su espada y empezó a cortarlas, no sin cierto dolor al hacerlo. Los árboles eran uno de los seres más puros y antiguos. Eran el pulmón del planeta, los difusores de la energía y la magia más leales, los más sabios y experimentados. ¿Cómo podía la magia corrupta hacerles tanto daño y provocar tales sentimientos en ellos?
No quería luchar contra ellos, pero no tenía más remedio.
Antes de lanzar el siguiente ataque escuchó un grito más animal que humano que desgarró el aire como una cuchilla. Diana se había transformado en aquella bestia oscura. Logró ver cómo la semielfa desgarraba las raíces, mordiendo y arañando como si no supiera hacer otra cosa. Con perseverancia logró hacerse paso entre las astillas. Poco a poco se liberó de su agarre, enfrentándose a la fuerza del árbol. La enorme planta pareció rendirse y volvió a hundir sus raíces en la tierra como si nada hubiese pasado.
Ambos jóvenes permanecían en el suelo respirando con dificultad.
—¡Diana! —gritó alarmado Hino mientras se dirigía a ella—, ¿estás...?
No pudo continuar, porque un rayo de terror surcó sus ojos al ver a Diana transformada. Convertida en aquello que le aterraba y fascinaba al mismo tiempo. A su mente llegó el recuerdo de cuando le hirió el brazo con violencia, lo que provocó que se le erizara la piel y que su corazón atropellase los latidos.
La chica se precipitó hacia él para atacarle. Sus ojos de un dorado ámbar reclamaban violencia. Estaban desbordados de un terror que se disfrazaba de odio, como si de una máscara se tratase.
—¡No, otra vez no!
La fiera estaba dispuesta a arremeter contra él sin piedad, ignorando sus gritos y sus súplicas. Se abalanzó sobre él y le atrapó los brazos para inmovilizarlo. En sus ojos brillaba una sed de sangre y un peligro que le heló la piel. Todo ello estaba acompañado de una fuerza sobrenatural que haría temblar a cualquiera. Hino hizo grandes esfuerzos por sostenerle la mirada y evitar que el miedo lo despedazara antes que la chica lo hiciese.
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Lo que la niebla ocultó
FantasiÉrase un reino que olvidó. Érase el recuerdo de una guerra que destrozó corazones e hizo cenizas amores imposibles. Érase una niebla que la verdad ocultaba tras sus cortinas. Érase una chica llamada Diana con un poder demasiado grande para ella. Un...