Capítuo 35: Peleas de primas

1.7K 301 33
                                    


#Maratón

Capítuo 35: Peleas de primas

Mildred Halt

Me sentía terrible por lo que le dije a Dionisio, no debí gritarle, no debí descargarme con él, no tenía la culpa.

Mi madre tenía razón, siempre terminaba haciéndole daño a los demás como si fuera algo dentro de mí que me invocaba a hacerlo, por eso me alejaba de todos, de ese modo los mantenía seguro de mí.

Había conseguido unas coca-colas y panecillos para Dionisio, e había tocado ir al pueblo, pensé que quedaba cerca, pero no era así, quedaba casi a una hora de ida y otra hora de regreso hubiera preferido ir en auto. Para cuando llegué estaba muerta, me bañé, cambié y bajé a buscar a Dionisio en el gallinero donde mi padre me dijo que estaría.

Escuché voces, me tensé cuando reconocí que una de ellas era de Angelica, y entonces cuando entré, lo primero que vi fue a Dionisio y Angelica devorándose la boca.

Solté el refresco y los panes, pero el refresco explotó con el gas reprimido y saltó por todas partes en un fuerte estruendo. Haciendo que se separaran.

Dionisio me miró y abrió la boca, sus ojos sobresaltados, en cambio Angélica como siempre cínica en quitarme desde mi muñecas o todo lo que me gustara, me sonrió con una mirada de superioridad.

Estaba harta.

Sin pensar salté hacia ella dándole una cachetada en la mejilla, ella me la devolvió y entonces la agarré del cabello con fuerza, ambas revolcándonos en la caca de gallina pero me tenía harta y era adictivo, como una medicina liberar por fin a la bestia que tenía dentro por ella.

Sí, yo después de que me gradué era comedida, distanciada, coherente, respetable y mantenía la seriedad y la calma, pero mi prima había hecho que todo se fuera a la mierda y mi fuerza animal saliera.

—¡MILDRED DETENTE! —escuché que gritó mi madre y entonces unos brazos me agarraron de la cintura echándome hacia atrás.

—¡Eres una puta! ¡Siempre haces lo mismo! ¡siempre te metes con lo que es mío! —grité a Angélica quién se reía cínicamente en el suelo revolcándose de la risa con un costado del labio sangrando y sus cabellos desordenados por como la dejé.

—¡Busca ayuda, loca! —le grité otra vez empezando a tranquilizarme y me di cuenta de que los brazos que me sostenían eran los de Dionisio.

—Debería de buscarme una psicóloga —dijo Angélica con ironía—, ¿estás disponible? Uhm, no, no, una psicóloga loca, mejor no.

—¡¿Cual es tu puto problema conmigo?! —le grité.

Siempre fue así, siempre se reía en mi cara tras destruir todo lo que yo apreciaba.

—Vamos, no vale la pena. —dijo Dionisio.

Suspiré y dejé que me guiara hasta que estuvimos dentro de la casa, me guió a la ducha y me miró mientras la abría la ducha, el agua fría empezando a inundarme por completo y empecé a llorar sintiéndome patética.

—¿Estás bien? —preguntó Dionisio luego de un momento en el que me calmé.

Negué con la cabeza.

Eran demasiadas cosas, sentía que todo lo estaba destruyendo, y entonces la imagen de Angelica besando a Dionisio, joder, como la detestaba y se repetía en mi mente una y otra vez.

—No puedo Dionisio —jadee—, ya no puedo.

—¿Qué no puedes, ceresita? —preguntó acercándose a la ducha sin importar que el agua también lo salpicara.

Alcé la vista hacia sus hermosos ojos avellanas y murmuré:

—No podemos seguir en esto.

Él frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

—Tú y yo —suspiré—, me gustas, me gustas tanto que me desequilibras y yo siento que he perdido el control de mí misma.

Me desconocía, antes era alguien que tenía sus planes, tenía cierta estabilidad porque lo planificaba todo, y ahora sentía que iba sin rumbo y todo se me escapaba de las manos. Mis convicciones eran, que me gustaban las mujeres, o bueno, me gustó mi novia, y ahora, sentía que no era así, que lo que creí decidida era mentira.

—Creo que solo estás abrumada —murmuró Dionisio—, pronto estarás mejor y pensarás con coherencia. Sé que puede parecerte confuso, pero no solo tu te sientes así, tú también me gustas y mucho.

Lo miré sintiendo que me destruía, porque este hombre era dulce, simpático y agradable, pero mujeriego, debí saber que en algún momento me haría algo así.

—¿Entonces por qué la besaste? —repliqué esperando su reacción.

—Ella me besó. —respondió.

Estreché los ojos.

—Le correspondiste. —le eché en cara porque vi muy bien que su boca se movía, que no era una beso estético sorpresa, él le había correspondido así ella lo hubiera hecho primero.

Dionisio apretó los labios y murmuró:

—Lo siento.

Negué con la cabeza.

—No puedo Dionisio —dije—, yo simplemente no podría confiar en ti si esto avanza, nuestro trato simplemente no funcionó y es hora de dejarlo, antes de que sienta más cosas por ti o que el plan del bebé funcione y seamos sinceros, esto no puede ser...

Mi voz se quebró, sus ojos se cristalizaron.

—Lo siento. —murmuré.

Él bajó la mirada.

—Yo también Mildred. Lo siento —respondió.

Tragando pesadamente saliva, se separó de mí y salió del baño hacia la habitación dejándome ahí monjándome en la ducha.

Amor por 4 meses (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora