Capítulo 38: Estoy embarazada

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Capítulo 38: Estoy embarazada

Mildred Halt

Entré a la cafetería, había elegido con minuciosidad mi ropa, un vestido rojo sencillo con zapatos bajos, un ligero maquillaje y perfume, me sentía nerviosa y sentía que si me veía bien, entonces me sentiría bien y con más ánimos de hablar.

Pasee la mirada por la cafetería y ahí estaba sentado, esta vez había llegado temprano, lucía muy atractivo con su traje casual color negro, se había afeitado, tenía mejor aspecto.

Mis manos sudaban, joder, esto no era una cita, ¿por qué estaba tan nerviosa?

Bueno, le iba a decir que estaba embarazada, tampoco es que no era la gran cosa.

Tomé una profunda respiración y fui hacia el sitio cerca de la ventana donde estaba él, la luz del sol lo iluminaba y hacía resaltar el avellana de sus ojos de una manera casi hipnótica. Cuando me reconoció, se levantó de golpe pareciendo sobresaltado, ¿quién de los dos estaba más nervioso? ¿él o yo?

—Hola. —murmuró—, estás muy guapa.

Tomé asiento y sonreí un poco, sus ojos brillaban cuando me veían haciendome recordar todo lo que vivimos en tan poco tiempo.

—Igualmente. —admití.

—Oye, lamento ese beso —murmuró sentandose mientras negaba con la cabeza—, pero te juro que no hubiera dejado que pasara algo más entre los dos....

—No importa —lo interrumpí—, no vine a aquí a hablar de Angélica.

Su boca se cerró de golpe y se echó hacia adelante ligeramente confundido.

—¿Entonces qué querías hablar conmigo? —preguntó y entrelazó sus dedos con ligero nerviosismo.

Era ahora o nunca.

Tragué pesadamente saliva y entonces, saqué la prueba de mi bolso para colocarla encima de la mesa frente a él. Su rostro aún parecía confuso cuando tomó la prueba.

—Estoy embarazada. —le aclaré.

Se quedó por un momento incrédulo y en su boca se dibujó una gran sonrisa cuando dijo:

—¡Que buen tiro!

Se rió y juro que había olvidado el sonido de esa melodisa risa por un segundo o como su rostro se iluminaba cuando se alegraba, sentí que mis ojos se cristalizaron.

—Supongo... —murmuré también con una leve sonrisa.

—Eso es bueno ¿no? —me miró, sus ojos brillaban— ¿No era lo que estábamos buscando? Quiere decir... ¿que el trato sigue en pie?

Pareció esperar una respuesta de mi parte y afirmé con la cabeza.

—Sí, eso exactamente —dije y solté un suspiro—, pero ahora que lo estoy, me aterra.

Él alzó una mano por encima de la mesa y tomó mi mano.

—Yo estoy contigo. —dijo— Todo estará bien.

Su apretón de manos me tranquilizó y me atreví a conservarle la mirada, su sonrisa me contagió a sonreír y un lagrima se desbordó de mi ojos, me apresuré a limpiarmela rápidamente.

—Lo siento por haberte gritado aquella vez —me disculpé—, sé como es Angélica, pero yo...

—Entiendo —me cortó Dionisio como si no quisiera revivir esa escena—, no tienes que explicármelo ¿sí? Solo dejémoslo en el pasado y empecemos otra vez.

Me asombraba la facilidad con que pasaba la página de las cosas. Me sentía terrible por las cosas que le dije y por como terminó todo.

—Me parece bien, pero hay algo que debes de saber —murmuré, él me miró atentamente cuando continué diciendo:— Volví con Tiara.

Se mantuvo en silencio un momento y luego murmuró.

—Oh. —lo pensó por un momento y agregó:— ¿la amas?

—Es más que eso, ella forma parte de mi vida.

Tiara era una constumbre, ella siempre estuvo, y no me imaginaba una vida sin ella.

—Me parece que tienes dependencia emocional.

—Se supone que la psicóloga soy yo.

—No te preocupes, no te juzgo siempre que quieras puedo ser Juan mecánico.

Me reí un poco por lo que acababa de decir y él también, me gustaba como de repente los ánimos entre nosotros se habían curado por completo.

Tomé una profunda respiración.

—Pero igual el tema no es de Tiara —murmuré— hay que casarnos lo más rápido posible ¿sí? Hay que seguir el pie de contrato.

Una cosa era que mis padres nos dejaran dormir solos, otra muy diferente era... embarazarme antes de casarme, además de que necesitaba continuar con esto, Dionisio y yo éramos una muerte anunciada, a los meses nos divorciaríamos y entonces, por fin podría vivir con Tiara y nuestro bebé...

¿Pero por qué de repente ese plan sonaba menos atractivo que antes?

—Te pasaré buscando por la mañana para ir al registro —murmuró— y puedes mudarte ir a mi casa si deseas.

Lo miré confusa.

—¿Por qué me mudaría a tu casa?

Él me miró confundido.

—¿Pretendes seguir viviendo por separado? —replicó— ¿Que pensará cuando tu mamá lo sepa y nos llame y mire que no estas conmigo?

Oh. Bueno, eso no había cruzado por mi cabeza.

—No lo había pensado —admití.

—Ahora sí.

—Vale en tu casa —dije finalmente—, pero... dormiremos en habitaciones separadas, no quiero que las cosas se lleguen a malinterpretar entre nosotros.

Necesitaba mantener la distancia, que ambos dejáramos de involucrarnos sentimentalmente. De lo contrario saldríamos lastimados.

—Está bien. —murmuró Dionisio sin replicar, sin embargo tan solo su mirada fija en la mía me hizo subir el calor a mis mejillas al recordar todas las veces que me miró así y yo terminaba desnuda.

De repente olí galletas y mi estomago crujió, joder, esas galletas con chocolate me estaban llamando.

—Que rico. —susurré mirando la vitrina.

—¿Quieres? —preguntó con una sonrisa entretenida.

—Sí. —dije sin dudar.

Dionisio se levantó y me compró unas galletas, yo lo seguí sintiendome como una niña pequeña que le compran un juguete y luego nos fuimos a su auto, donde caballerosamente me llevó a mi casa mientras hablábamos y nos poníamos al corriente de lo que había sucedido en nuestras vidas las últimas semanas.

Cuando estaba por bajarme, apreté los labios no queriendo despegarme de él, pero sabiendo que debía de hacerlo porque...

Mañana me casaría.

Amor por 4 meses (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora