Mientras ambas charlaban, su padre las miró desde el umbral de la puerta y la niña corrió hacia él contenta. Nate la alzó en sus brazos y le dio un beso en su mejilla.
―¿Qué has hecho hoy con la señorita en la ciudad?
―Fuimos de paseo y después al pueblo, ¿sabes que conoció a Thomas?
―Ah, ¿sí?
―Sí ―le respondió la niña.
―¿Y qué le pareció, señorita D'Orè?
―No puedo tener un criterio del hombre cuando ni siquiera entablamos una conversación.
―¿Ni siquiera a simple vista?
―No, las apariencias suelen engañar.
―Es el hijo del dueño de las estancias Las Ramas.
―Mire usted ―le dijo ella mientras le acomodaba un poco el cuarto a la niña.
―Esas estancias están muy cerca de aquí, quién sabe... y tiene posibilidades de casarse algún día con él y ser la señora de aquellas estancias.
―No he venido a este lugar para encontrar marido, sino a trabajar.
―Thomas le estuvo hablando mucho tiempo —acotó Felicity.
―¿Qué le decía a la señorita?
―Nada, no fue una conversación, solo me invitó a beber algo —fue el turno de la chica responder—. Creo que el hombre está desesperado por conocer a alguien.
―O a usted, en todo caso.
―Ya le he dicho que no vine aquí para buscar marido.
―Piénselo bien, Thomas tiene demasiado dinero encima como para desaprovechar esa oportunidad y podría vivir como una reina sin tener que trabajar más en su vida.
―¿Por cuál clase de mujer me toma, señor Colleman? ―le preguntó molesta y él se quedó callado.
―Lo siento, no quería incomodarla.
―Se lo repito, no he venido desde tan lejos para encontrar a alguien que me mantenga, solo vine por trabajo porque de dónde vengo me han echado.
―¿Qué hacía?
―Era maestra rural. Y antes que saque sus propias conclusiones, me echaron porque no había dinero y decidí ir hacia Loveland.
―Loveland queda casi en la otra punta de aquí.
―En el viaje me quedé dormida y el chofer no me avisó, cuando desperté me encontraba en Colorado Springs y no podía darme el lujo de gastar más dinero del que tenía encima.
―Entiendo. A veces las cosas se ponen muy difíciles y uno hace lo que sea para poder tener algo de dinero. Ofelia dejó la cena dentro del horno.
―¿Quiere que la sirva? ―le preguntó ella.
―De acuerdo ―le respondió él y la hizo pasar primero a ella.
Orquídea bajó las escaleras y entró a la cocina, sacó la fuente del horno, pero antes de quitarle el papel de aluminio preparó la mesa para dos personas en el comedor.
―¿Por qué hay dos cubiertos? ―cuestionó él.
―Para su hija y para usted.
―Pensé que cenaría con nosotros.
―No está bien que cene con ustedes, soy su empleada.
―No me molesta que una de mis empleadas cene con nosotros, es la niñera de mi hija.
―Sí, Orqui, cena con nosotros —le sonrió con alegría.
—Bueno, de ser así, no tengo inconveniente en cenar con mi jefe y su hija.
La joven llevó la fuente a la mesa, les sirvió primero a ambos y luego se sirvió ella.
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Vientos de Cambio ©
General FictionOrquídea se ve obligada a buscar empleo en la ciudad próxima al pueblo donde vive, pero no de lo que se graduó, maestra rural, sino de niñera. Para fortuna de ella, el dueño decide contratarla para cuidar a su hija, pero de a poco las cosas cambian...