• Parte 3

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Cuando ambas se vieron a la salida del colegio, Felicity abrazó a su niñera y juntas fueron hacia la camioneta.

―Necesito pasar por la ciudad, tu padre me pidió que comprara algo.

―¿Qué te pidió? ―cuestionó sonriéndole y la joven le sonrió también.

—Unas varillas de madera.

—Puede que Lydia tenga lo que necesita papá.

—Vayamos entonces.

Orquídea intentó ir lo más lento posible, pero el pueblo era chico y en pocos minutos llegaron, ni siquiera se bajaron del vehículo ya que al ver que la tienda se encontraba cerrada, decidió continuar el viaje hacia la ciudad.

—Me parece un poco raro que Lydia tenga cerrada su tienda —dijo con curiosidad.

—A veces surgen cosas inesperadas que necesitan ser atendidas.

—Es cierto.

—Por eso estamos yendo a la ciudad, para ver si encontramos esas varillas.

—De acuerdo, me agrada la idea regresar tarde a la casa —rio con picardía.

—¿Y por qué?

—No lo sé, pero me gusta.

—Supongo que te gusta para que tu padre no te esté regañando siempre.

—Es posible, a veces es bastante cascarrabias.

—Solo lo hace para protegerte, eres una niña y quiere lo mejor para ti.

—Lo sé, pero siento que me controla tanto que no deja que haga cosas.

—¿Cómo qué cosas quisieras hacer?

—Por ejemplo, llegar tarde al almuerzo solo para ver cómo engrana —casi se carcajeó—. Pero, me gustaría conocer otros lugares, nunca he ido de vacaciones con él.

—No deberíamos llegar tarde al almuerzo, esta vez es un poco diferente, él me pidió que compre las varillas y por eso nos estamos tardando, no estamos holgazaneando.

—Entiendo.

—Y yo tampoco conozco otros lugares, he vivido siempre en el campo y ahora conozco Colorado Springs.

—Has sido muy valiente en viajar a otro lugar por trabajo y por eso te admiro.

—¿Me admiras? ¿Por qué? —Se sorprendió Orquídea.

—Sí, desde que te conozco que siento mucha confianza contigo y jamás me pasó, con las anteriores niñeras no sentía esa confianza porque la usaban en mi contra, para acercarse a papá.

—Comprendo, Felicity, quiero que sepas que vine por trabajo, para tener un porvenir un poco mejor sin descuidar a mis padres.

—Tengo diez años, pero sé cuando una persona me miente y por eso te estoy diciendo que confío en ti —le declaró sin titubeos y la joven asintió con la cabeza.

—Sabes que puedes contarme lo que quieras y, sobre todo, lo que te preocupa.

—Lo sé —le sonrió de nuevo y miró la tienda de artículos generales—, ¿y si preguntamos ahí si tienen? —Señaló el local.

—Buena idea —respondió su niñera y aparcó la camioneta para bajarse y ayudar a la niña a salir también.

Cuando entraron a la tienda y pidieron por varillas de madera, Orquídea le dio al vendedor un número al azar y las pagó luego de unos minutos. La compra no era necesaria, pero sí distraer a la niña para que los invitados estuvieran en la casa a la hora acordada.

Se metieron al vehículo y la niñera miró el reloj del tablero comprobando que era momento para regresar a la casa.

Les llevó casi veinte minutos llegar al hogar y Ofelia les abrió la puerta.

—El señor las está esperando en el jardín trasero para almorzar.

—Papá nunca quiere almorzar en el patio trasero.

—Ya sabemos cómo de raro es tu padre, Felicity ―le comentó Ofelia.

—Su rareza es normal en él —replicó dándole por hecho.

Orquídea y Felicity caminaron hacia el jardín y allí vio a sus compañeros de grado, a personas que la niña conocía y a sus abuelos.

—¿Por qué están todos en la casa? ―preguntó la niña sorprendida.

—Hoy es un día muy especial, hermosa —le dijo con una sonrisa su niñera.

Abrió el ventanal corredizo y ambas salieron.

—¡Feliz cumpleaños! —le gritaron contentos yendo a abrazarla y a besarla.

—Muchas gracias —les respondió con una enorme sonrisa.

El padre de la niña vio en los ojos de su hija algo llamado felicidad y eso era algo impagable.

Nate se acercó y posando sus manos en las mejillas, la felicitó por su día.

—Te lo agradezco, papá —expresó con mucha alegría y le dio un beso en la mejilla.

Pronto cada uno fue acomodándose para almorzar y mientras lo hacían, conversaban también.

La madre de Nathaniel se disculpó con su hijo y marido, y fue hacia las dos mujeres.

—¿Puedo sentarme? —les preguntó con amabilidad.

—Por supuesto, señora Colleman —le respondió la cocinera.

—Mi hijo me ha comentado que vienes de Rock Springs.

—Así es, señora.

—Llámame, Ellen, por favor, Orquídea.

—De acuerdo —contestó con una genuina sonrisa.

—Me dijo que estás aquí porque no tenías trabajo allí y lo haces para ayudar a tus padres.

—Es cierto, era maestra rural y como recortaron personal, me despidieron, así que, tuve que buscar otro rumbo.

—El sueldo de niñera es bastante decente en general y podrás solventar tus gastos y el de tus padres. Lo único malo es que te tocó un jefe malhumorado, pero en el fondo es bueno, solo debes tenerle paciencia.

—Entiendo —le comentó sin saber qué más decirle.

—Si has durado una semana, estarás más tiempo aquí del que te imaginas, te lo aseguro, sin contar con que mi nieta está fascinada contigo y sé también por Nate que eres muy buena con ella.

—Muchas gracias, Felicity se hace querer fácil y la verdad es que me llevo muy bien con ella, es una niña encantadora.

—Me alegro por ella, estoy feliz que por fin se haya podido adaptar a una niñera.

—Espero hacer las cosas bien.

—Sé que las harás, ni siquiera te conozco, pero con tan solo ver y saber cómo eres con mi hermosa nieta estoy conforme contigo. Eres ideal para ella.

—Te lo agradezco mucho, Ellen.

—No hay de qué —le habló regalándole una sonrisa y la joven se la correspondió también.

Luego del almuerzo, las mujeres levantaron la mesa y pusieron los dulces junto con el pastel de cumpleaños.

Durante el resto de la tarde, Orquídea quedó a cargo del grado de Felicity y de ella para divertirse un rato. La niñera improvisó varios juegos para los niños y en algunos participaron los adultos también porque requerían de fuerza o altura, y a medida que pasaban los minutos, la niña de diez años fue feliz en su fiesta de cumpleaños.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora