• Parte 7

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Durante la tarde y habiendo almorzado en la cama, la niña fue visitada por el pediatra quien la revisó a puertas cerradas estando su padre dentro para saber lo que le decía el médico.

—Está claro que es varicela, ¿ve el sarpullido? Es eso, varicela, le daré medicamentos y reposo, se curará en cuestión de semanas.

—¿Cuántas?

—Un par de semanas.

—¿Y para la picazón? —preguntó Felicity.

—Intenta no rascarte, pero puedes hacerte baños de avena, eso bajará un poco la comezón.

—¿Qué es eso?

—Tu padre lo debe saber, es solo harina de avena con agua, no es un baño como tal, pero pasando la mezcla por las zonas donde te pica, te calmará.

—No lo sabía —comentó Nate.

—Seguro que Orqui sabe de eso —anunció la niña.

—Es posible —sentenció él.

—No salgas de tu casa, Felicity, te vendré a ver dentro de una semana para ver cómo sigues —se puso de pie.

—De acuerdo, gracias, Timothy —respondió con una sonrisa.

—De nada, pequeña —le sonrió.

Ambos hombres salieron del cuarto y se acercó la niñera para saber cómo se encontraba.

—Ella se encuentra bien, le receté un medicamento y reposo, efectivamente es varicela.

—Lo supuse, pero era mejor que usted lo diagnosticara.

—¿Usted llegó a esa conclusión? —Quiso saber el médico.

—Sí, he trabajado como maestra rural y vi toda clase de enfermedades infantiles.

—Ya lo creo que las ha visto —acotó—, gusto en conocerla, señorita. Hasta pronto.

—Igualmente, hasta luego.

Nathaniel acompañó al pediatra a la salida y ella entró al cuarto para ver a la niña.

—Orqui, me dijo Timothy que puedo hacerme baños de avena, ¿podrías prepararlo? Para la picazón, en serio, pica mucho.

—Claro que te lo haré, para esta noche te lo pondré así podrás dormir con un poco de tranquilidad.

—¿Y no ensuciaré la cama?

—Te pondré vendas para que estés más cómoda, pero en cuanto te tomes el medicamento y haga su efecto comenzará a disminuir la comezón, no te preocupes por eso, cariño. Intenta dormir un rato.

—Está bien, me siento cansada y con dolor de cabeza y garganta.

—Descansa, vendré en unas horas —comentó y ella asintió con la cabeza mientras era ayudada por su niñera para acostarse y ser arropada.

Enseguida salió del dormitorio cerrando la puerta y caminó hacia la cocina para preguntarle a Ofelia si había harina de avena, y cuando la mujer le mostró el tarro comenzó a prepararle la mezcla. Luego de cenar, la joven le puso el bálsamo en donde Felicity le pidió ante la mirada atenta de su padre que ayudó en ponerle los vendajes para que durmiera como se lo había dicho Orquídea.

—Siento una leve tensión entre ustedes —replicó la niña.

—¿Tensión? No pasa nada —fue Nate en contestar.

—¿Qué pasó? —Miró a su niñera.

—Nada, no sucedió nada.

Colleman no se aguantó y habló porque sabía bien que su hija insistiría.

—La señorita estuvo a punto de irse hoy.

Felicity abrió más los ojos.

—¿Por qué? Aunque estoy más que segura que fue por tu culpa —se lo echó en cara a su padre.

—Los dos tuvimos la culpa, pero le pedí disculpas ante la discusión que tuvimos y decidió quedarse.

—Cuánto me alegro, porque no iba a querer ninguna otra más que a Orqui, si la echabas y no hacías algo para retenerla, te iba a exigir que te arrodillaras para pedirle que volviera —dijo con seriedad y mirándolo con enojo.

—Felicity, todo tiene un límite, no seas así de mala con tu padre —la regañó con cariño—, yo reconozco que soy una lengua suelta, pero sé que tengo que ubicarme porque hay ciertas cosas que no me corresponden opinar, pero, sé que pondrá de su parte para que todo fluya entre ustedes.

—Lo haré, solo quiero que tú estés bien, le pedí disculpas y que te quedara por ti, me importas mucho, hija, aunque no lo veas, me importas, no lo expreso seguido, pero quiero lo mejor para ti y por eso, aclaramos las cosas entre tu niñera y yo.

—Me agrada eso —les sonrió a ambos.

Cuando la niña quedó vendada y sobre todo aliviada de la comezón, su padre la arropó dándole un beso en la frente y otro en la mejilla.

—Buenas noches, preciosa —expresó con cariño.

Tanto su hija como la niñera quedaron asombradas y contentas por aquel pequeño cambio en él. Apenas la dejaron sola para que descansara, los dos salieron y Nathaniel le agradeció por lo que había hecho aquel día y le avisó que para los próximos días iba a tener la segunda parte del sueldo.

—No fue nada, y se lo agradezco, buenas noches, señor Colleman.

—Buenas noches, señorita, D'Orè.

La vio entrar al cuarto y él se metió en el suyo, quedó pensativo mirando el jardín trasero que era iluminado por los faroles de manera sutil.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora