• Parte 4

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Manitou Springs, Colorado

Cuando llegaron y se bajaron, Orquídea le preguntó por la patrulla que estaba frente a la finca.

—Hubo un incidente y les pedí que enviaran a dos uniformados para que vigile la zona.

—¿Qué ocurrió?

—¿Has sentido en algún momento que alguien te haya puesto un almohadón sobre el rostro? —le preguntó y ella negó con la cabeza—, bueno, pues Geraldine apareció en el hospital e intentó ahogarte. Aún está encerrada, pero le advertí que se fuera de aquí y solo espero que lo haga.

—Espero que sí, no le he hecho nada como para que quiera dañarme.

—Lo sé, pero ella está empecinada en que sí lo has hecho porque cree que tú eres la persona que está metida entre ella y yo.

—Qué loca, es ridículo lo que piensa.

—Lo es —abrió la puerta y entraron.

Felicity al verla se fue corriendo hacia ella para abrazarla por la cintura y la joven se puso a su altura para mirarla a los ojos.

—Te extrañé mucho —le dijo llorando y la abrazó por el cuello.

—Yo también, preciosa —expresó con la voz quebrada y la abrazó contra ella.

Los demás se acercaron a saludarla.

—Nos alegramos mucho de que estés en la casa —declaró Ellen.

—Les agradezco la bienvenida, es lindo volver aquí después de más de dos semanas —le sonrió.

—Vamos al jardín que hemos preparado una mesa para el almuerzo —comentó Ofelia, quien luego se iría a su casa.

La familia pasó un mediodía agradable y la niña desbordaba de alegría al ver a su niñera junto a ella.

Durante la tarde, todos tomaron una siesta, pero Orquídea prefirió pasar un rato tejiendo crochet, ya que había decidido hacerle un vestido de verano a Felicity y vio el diseño en una de las revistas que compró en la tienda de Lydia, mientras que Nathaniel se encontraba en la oficina. Cuando tenía hecho el ruedo del vestido, quiso mostrárselo al padre.

—¿Te gusta? —Se lo puso frente a su vista.

—Es lindo, ¿qué harás? —Levantó la mirada.

—Un vestido de verano para Felicity de su color favorito.

—Es lindo el detalle del vestido.

—Tiene florecitas tejidas también que luego aplicaré.

—¿Sabe que se lo harás?

—No, tomé un vestido de su armario, es una sorpresa.

—Entonces no le diré nada.

—Bien —sonrió y asintió con la cabeza.

—Necesito decirte algo —se levantó de la silla y se acercó a ella.

—Dime.

—Sé que es demasiado rápido y nosotros ni siquiera tenemos medio año como pareja, pero, me gustaría que en algún momento te cases conmigo.

—¿Casarme contigo? —Abrió más los ojos quedándose bastante sorprendida.

—Sí, no es ahora, pero tampoco quisiera dentro de un año.

—¿Y mis padres? No puedo dejarlos solos y a tan larga distancia.

—¿Eso es un casi sí?

—Eso es un no sé qué decirte, no tenía planeado instalarme aquí.

—Orquídea, lo que tenemos no es algo pasajero, sin contar con que estás con un reemplazo de maestra.

—Yo... no quiero dejar a mis padres solos en el medio del campo.

—No estarán solos, si el negocio con tu padre va bien, puedo conseguirles una casa para que se muden y luego que construyan una para ellos.

—Primero tendrían que venir aquí y hablar bien esas cosas.

—Lo sé, por eso pasado mañana vienen, tienen dos boletos de autobús que los dejará en la terminal de Colorado Springs y ahí los iré a buscar.

—¿Les pagaste los boletos?

—Me correspondía.

—No te correspondía, ellos tienen dinero que yo les envié.

—¿Cuántos crees que les iba a durar? Tienen que alimentarse y comprar lo necesario también. ¿Por qué te niegas a que los ayude?

—Porque no está bien.

—Ya deja eso de lado, a mí no me molesta y a ti debería molestarte menos.

—De acuerdo.

—He visto en el mapa dónde podría estar ubicada tu casa, es en campo abierto.

—Sí, el vecino más cercano está a veinte minutos de donde vivimos.

—¿No te parece que sí o sí deben vivir en una ciudad como Manitou Springs o en Colorado Springs? Digo, deben tener la edad de mis padres.

—No lo había pensado así, la tranquilidad para ellos es lo primero y si viven en Colorado Springs no se acostumbrarán.

—Entonces que vivan en esta zona. El lugar es hermoso y tienen todo cerca.

—Será cuestión de que se los plantee.

—Yo creo que no estaría mal la idea y serían una compañía para mis padres también.

—No veo mal yo tampoco que se hagan compañía y que puedan reunirse si en alguna ocasión quieren.

—Pues entonces ya está todo aclarado. Y con lo otro, ¿qué me respondes?

—No necesito pensarlo mucho, me gustaría casarme contigo también, pero no por ahora.

—No hay problema, lo entiendo perfectamente, pero sé que quieres ser mi esposa y eso me hace muy feliz —admitió con alegría y le dio un beso en los labios.

—Jamás hubiera pensado que encontraría marido aquí y mucho menos que fuese mi jefe —rio por lo bajo y con algo de rubor en sus mejillas.

—Las vueltas de la vida son sorprendentes.

—Sí —afirmó—. Continuaré tejiendo, nos vemos luego.

—En un rato iré a los campos, ¿quieres venir? Le diré a Felicity también.

—Bueno, la iré a despertar y a prepararla.

—De acuerdo.

Ella salió del despacho junto con el tejido del crochet y él regresó a sentarse solo para acomodar algunos papeles y guardar otros.

En la salida al campo los tres estuvieron alrededor de dos horas en donde merendaron entre medio de los campos de zinnias y luego regresaron a la finca.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora