• Parte 3

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La muchacha salió hacia la calle y, divisando el teléfono público a solo cien metros como le había dicho la mujer, fue hacia allí, en donde con unas pocas monedas, pudo comunicarse con sus padres.

―Hola, mamá. ¿Cómo estás?

―¡Hola, Orquídea! ¡Al fin hablas, hija! Nosotros estamos bien, ¿y tú? ―declaró su madre emocionada.

―Yo acabo de llegar a Colorado Springs y estoy bien, estoy yendo en estos momentos hacia la casa de un hombre que tiene una hija, si le parezco buena al señor, tengo trabajo de niñera, mamá.

―¿En serio? ―le preguntó su madre, sin poder creer que en tan poco tiempo podría llegar a conseguir trabajo.

―Sí, mamá, en serio ―le respondió con una genuina sonrisa―. Debo colgar, los minutos en la cabina se me están acabando, cuando pueda volveré a llamarte, mándale saludos a papá.

―De acuerdo, hija, ten cuidado y nos alegramos mucho de saber que quizás tengas empleo. Saludos.

―Gracias, mamá. Hasta pronto.

La llamada se había cortado enseguida y la joven miró el tubo del teléfono con lágrimas. Sus ojos fueron desde el auricular que sujetaba en la mano, hacia sus uñas, estaban en tan mal estado, que no creía que obtuviera el empleo, no con aquellas pintas. Ni siquiera tenía bien acomodado el pelo, el cual estaba recogido en una trenza pero que con el viento del campo y de aquella árida ciudad, se le había arremolinado y sacado varios mechones de la trenza, dejando el peinado hecho un desastre. Solo esperaba que aquel hombre se apiadara de ella porque si no era el caso, no tenía manera de volver a su casa.

Terminó de colgar el teléfono para volver a emprender el viaje en autobús. Una vez localizada la parada, caminó el resto del trayecto con la maleta a cuestas. Parando cada media hora para tomar aire y refrescarse con el agua de su cantimplora.

Había llegado con los pies ampollados y los labios partidos y secos del viento que le había estado golpeando en la cara en todo momento, hasta ubicar aquella casa en donde necesitaban una niñera.

Pero Orquídea era, después de todo, una joven audaz y fuerte, que en pocos minutos conocería al hombre que le iba a poner patas arriba todo su mundo.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora