• Parte 4

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Era la tarde del jueves cuando Nate se sentó al lado de su hija que estaba leyendo sobre una manta en el césped del jardín trasero para hablar sobre lo que había visto el día anterior.

—¿Qué lees solcito?

—Un libro nuevo que me compró mamá. ¿Qué pasa, papá?

—Hay algo que tengo que decirte.

La nena abrió más los ojos poniéndose asustada y se arrodilló.

—¿Te vas a separar de Orqui?

—No, solcito, estamos muy bien como para separarnos —le dijo sonriéndole y acariciándole las mejillas.

—¿Entonces?

—Ayer cuando regresé de Colorado Springs, vi un anuncio de una nueva película que están filmando en la ciudad y sus actores están hospedados en un hotel de allí —frenó porque le costaba seguir contándole, pero se armó de valor y continuó—. Una de las personas del elenco es tu madre, ¿tú quisieras verla o saber su nombre?

—Solo saber su nombre, pero no conocerla, ¿para qué? Para mí, ella no es nadie —dijo con resolución.

—Su nombre es Catherine.

—Gracias por decírmelo.

—Si quieres verla, yo no me opondré tampoco, sé que te da curiosidad, pero aceptaré lo que elijas hacer.

—Sé su nombre, pero sé que nos abandonó porque no nos quiso, no tengo mucho que decidir, no puedo querer a alguien que nunca me quiso y nunca tuve.

—Lo entiendo —asintió con la cabeza.

—¿Le preguntaste a Orqui si puedo tener su apellido también?

—No, han pasado bastantes cosas que se me pasó de la cabeza, ¿quieres preguntárselo ahora?

—Sí —sonrió y se puso de pie para correr hacia la casa y Nate rio mientras se levantaba para seguirla.

Nathaniel llegó al lugar donde las dos estaban, el cuarto donde ella antes dormía, Felicity estaba sentada en el borde de la cama mirándola con atención y él se quedó en el umbral de la puerta.

—¿Podemos hablar?

—Claro que sí, dime —dejó el crochet a un lado de la cama y la miró a los ojos también.

—Le dije a papá hace unos días atrás que quiero tener tu apellido también.

—¿Mi apellido también? ¿Por qué?

—¿No quieres que lo tenga?

—No es eso, solo me parece sorpresiva tu petición. Tendrías dos apellidos y aquí no es muy común.

—Me gusta ser original —rio.

—¿Y usarás los dos?

—Sí, es lo que me gustaría, ¿puedo, papá? —Giró la cabeza para mirarlo también.

—Por mí no hay ningún problema —se cruzó de brazos recargando un hombro contra el marco de la puerta y cruzó una pierna delante de la otra—. Te he dicho que es a ella a quien se lo debes preguntar.

—En ese caso, puedes usar el mío también si quieres.

Felicity se tiró encima de ella para abrazarla y acurrucarse contra su cuerpo para que la abrazara también.

—Muchas gracias, mamá —le confesó con alegría y sollozos contra la ropa—, ¿podemos ir mañana a preguntar lo que hay que hacer o lo que se necesita?

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora