• Parte 5

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Nathaniel regresó al escenario y luego de dar unas palabras anunció a la Zinnia Elegans Zinderella de la noche, que resultó ser la hija del ferretero, Stacy. La Zinnia Elegans Pink Princess fue la hija del maderero, Elise y la Zinnia Queen Red Lime fue Orquídea.

Hasta la joven se sorprendió cuando tuvo que caminar entre la multitud de personas que la aplaudían y silbaban y se incomodó más cuando tuvo que extender la mano y que su jefe le colocara la pulsera de zinnias.

Se sacaron una foto grupal y luego se entregaron los premios. Las ganadoras y quien las anunció se bajaron del escenario y más tarde la orquesta continuó tocando, y el padre de la niña le pidió a la niñera que bailara con él.

—¿Baila conmigo, señorita? —La miró con atención a los ojos y sin querer desvió la vista hacia la multitud y la vio.

Geraldine, su expareja, la mujer que años atrás había sido malvada con su hija y él de idiota no quiso ver más allá de lo que en aquel momento creía sentir por ella. Regresó la mirada a su empleada y le pidió por favor.

Orquídea quedó con el ponche a la mitad del camino hacia su boca por la súplica posterior a la pregunta que la había tomado por sorpresa también.

—¿Cree que está bien bailar con usted?

—Sí, ¿por qué lo pregunta?

—Es mi jefe, ¿no cree que los demás podrían pensar otra cosa?

—¿Hace las cosas solamente cuando la gente las ve bien?

—No, pero es un poco raro.

—No diga tonterías, baile conmigo, nadie dirá nada, sus otras dos acompañantes del concurso están bailando también.

—De acuerdo.

Era la primera vez que ambos estaban tan cerca, y tanto para Orquídea como para Nathaniel era extraño, pero no se sentía tan incómodo. Lo que le llamó un poco la atención fue la manera en cómo él la miraba y a raíz de esa mirada comenzó a ponerse nerviosa. La chica supo que ella también se sentía atraída por él e iba a tratar de que aquello se quedara donde estaba porque no podía involucrarse sentimentalmente con el padre de la niña que estaba cuidando.

Una vez que la música lenta finalizó, ella le pidió disculpas y se alejó de él saliendo del lugar, Nate se sorprendió ante su actitud y creyó que había hecho algo mal, pensando un poco más las cosas no quiso dejarla sola y prefirió seguirla para hablar con su empleada, Nathaniel escuchó una voz que lo llamaba, era Geraldine, pero siguió caminando porque no quería enfrentarla y hablar con ella.

Orquídea se alejó pocos pasos del establo donde se estaba realizando el festival, pero Thomas rompió la tranquilidad que necesitaba en aquellos momentos.

—Me molestó bastante que me hayas enfrentado delante de tu jefe —le contestó saliendo detrás del arbusto del que estaba orinando porque vio que se había cerrado la cremallera y luego encendió un cigarrillo.

La joven arrugó la nariz cuando presenció toda esa escena y le dio un poco de asco.

—Lo hice porque no me gustan los hombres que insisten cuando en tu caso te dejé bien claro que no quería salir contigo.

—Pero aceptarías salir con tu jefe, ¿o me equivoco? —Dio una calada y expulsó el humo.

—Te equivocas, no tengo nada con él, no insistas —le respondió molesta.

—Nadie sabe lo que pasa de la puerta para adentro y el pueblo se alimenta de rumores.

—No tengo porqué darte explicaciones, te olvidas de que hay una menor en la casa y alguien más que es la cocinera, así que, no digas estupideces —unió las cejas ya sintiéndose demasiado enojada—. ¿Qué es lo que quieres?

—Te quiero a ti —la sujetó del brazo.

—Thomas, te recomiendo que me sueltes —contestó mirando la mano en el brazo y luego a él.

—¿Y si no quiero?

—Te daré una cachetada.

El hombre se le rio en la cara y a ella le molestó.

—¿No crees que sería bueno ir a un lugar más tranquilo donde nadie nos moleste?

—No lo creo, no insistes y te pido que me sueltes, por favor —le respondió con seriedad.

Thomas no quiso escuchar lo que le había pedido y la sujetó más fuerte del brazo para que a la fuerza caminara hacia los arbustos.

—¡No pienso ir contigo! ¡No insistas, Thomas! —le gritó soltándose de su agarre.

—Escúchame bien, calienta braguetas —se acercó a ella para sujetarla con fuerza de la mandíbula—, me dejaste como un imbécil esperando tu llamado y eso no lo tolero.

—Te dije que no vine aquí para conocer a alguien y deberías entender cuando alguien te dice que no quiere salir contigo, es porque no tiene interés en conocerte, así qué, no quieras echarme la culpa en decir que te hice esperar por un llamado que sabías bien podía no ocurrir.

Thomas la sujetó de la cintura e intentó arrastrarla hacia los arbustos, pero ella no se dejó y pegó un grito, el hombre le tapó la boca, y ella le mordió la mano. Se soltó, pero recibió un puñetazo en la mejilla que la dejó sentada de trasero en el pasto.

Colleman salía del establo para ir a buscarla, pero vio la escena y quién era la que estaba en el suelo. A Nate pocas veces se le transformaba la cara cuando veía cosas que para él no estaban nada bien y una de esas veces era aquella noche. Se acercó donde estaban y le metió un izquierdazo para dejarlo aturdido y tambaleándose.

—¡Ni se te ocurra volver a molestarla porque te las verás conmigo, imbécil! —le gritó furioso y ayudó a Orquídea a incorporarse—, ¡desaparece de mi vista, gusano! —arremetió contra él.

El dueño de la estancia Las Ramas salió corriendo de allí porque no quería que Nathaniel le terminara por romper la quijada.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, gracias —le dijo sacándose hojas de pasto y tierra del vestido.

—Tiene la mejilla colorada y parece que se está hinchando, ¿le parece si volvemos?

—De acuerdo —asintió con la cabeza.

—¿Por qué se fue apenas terminamos de bailar? ¿He hecho algo mal?

—No, para nada, usted no ha hecho nada indebido, solo necesitaba un poco de aire para aclarar mi mente, pero no pensé que Thomas intentaría algo, si hubiera sabido que iba a pasar todo esto con él, jamás habría pisado Colorado Springs —notificó avergonzada—. Mi destino era Loveland, pero me quedé dormida y terminé aquí.

—No diga eso, si hubiera ido a Loveland jamás la habría conocido —expresó con sinceridad a pesar de lo incómoda que había resultado ser la confesión.

—Se hubiera ahorrado problemas —le dijo con la voz temblorosa.

—Usted no es un problema, es Thomas que busca e insiste con algo que debería entender que cuando una mujer no quiere algo con un hombre, no se debe continuar persiguiéndola. No quiero que se vaya, si esa es su idea, porque la necesito.

Orquídea se quedó petrificada ante las palabras de su jefe, pero supo que no tenía que anhelar algo que posiblemente no estaba en la mente de él, porque para la chica, Nathaniel era un imposible.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora