• Parte 2

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Orquídea quiso saber por qué le estaba contando esas cosas.

―Siento curiosidad por saber por qué me cuentas estas cosas, Felicity. No soy nadie para que me las cuentes, tan solo tu niñera y creo que lo que me has contado es algo muy privado.

―Eres la única que llegó aquí sin intenciones de nada. Por más que en unos días cumpla diez años, sé las mujeres que pasaron por esta casa, tú eres la única que me agradó, porque no buscas tener cosas con mi padre, no es que lo vea malo, es que no me gusta que cambie su manera de ser por alguien.

―Entiendo. ¿La mujer con la que salía tu padre era niñera también?

―No, la conoció en una reunión. Era demasiado refinada y a mí me veía como un estorbo.

―¿Le has dicho esas cosas a tu padre?

―¿Los golpes e insultos? ―le preguntó y de inmediato negó con la cabeza para responderle también―, no, ¿para qué?

―Felicity, esas cosas no se deben callar nunca.

―Papá estaba muy ocupado con ella y con su trabajo. Yo era la niña malcriada, estorbaba en todo momento —manifestó con angustia en su voz.

―¿Por qué terminaron entonces?

―No lo sé, creo que, porque ella se agotó de la rutina que mantenían siempre, verse muy pocas veces a la semana y cuando se veían, él no le prestaba atención.

―Ya veo. Lo que me parece extraño es lo rápido que te recuperaste de ese tipo de situaciones, no es nada fácil para una niña de cinco años o menor, volver a ser la misma luego de sufrir ese tipo de daños por alguien que para ella es una completa extraña.

―No dejé que me afectara, tuve a Ofelia para que me cuidara. Por eso a veces soy un poco revoltosa y no le hago mucho caso a papá.

―Tienes que obedecer a tu padre, Felicity. Sé que quizá para ti es difícil, pero debes hacerlo. Y sobre ser revoltosa, todos los niños de tu edad lo son, por eso no tienes que sentirte mal.

―Puede que tengas razón, su nombre era Geraldine.

―¿Quién?

―La mujer con la que salía papá.

Orquídea quiso dejarle en claro algo para que se sintiera segura.

―No sé si haré bien este trabajo, pero por mi parte, tienes una amiga en quien confiar, te agradezco que me lo hayas contado.

—Lo hice porque quise y porque no te sentí como una amenaza —declaró y la abrazó por el cuello cuando se arrodilló sobre la cama.

La joven mujer la abrazó por la cintura y le dio un beso en la mejilla.

— ¿Tienes algo para hacer de la escuela?

―Es sábado, no tengo ganas de hacer nada.

―Es preferible que hagas la tarea hoy y mañana tienes todo el día libre.

―Está bien. ¿El lunes me llevas a la escuela?

―Todos los días lo haré, Felicity ―le dijo sonriéndole.

―Gracias, eres la primera persona que quiere hablar conmigo sin sentirlo como una obligación ―le respondió con sinceridad y le dio un beso en su mejilla.

Más de dos horas estuvieron encerradas dentro del cuarto de la niña realizando la tarea y cuando dio la una de la tarde, salieron para almorzar.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora