• Parte 3

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Orquídea abrió la boca y comenzó a decirle lo que pensaba.

―Quejas y críticas no se aceptan, ¿verdad, señor?

―Muy astuta, señorita ―le dijo mirándola y entrecerró sus ojos.

―Se lo estoy preguntando en serio, señor ―comentó con firmeza observando cómo el hombre le daba poca importancia a ella y a la conversación.

―¿Qué quiere saber? ―le preguntó tirando con molestia el bolígrafo que tenía en su mano y con un suspiro de resignación la miró.

―¿En qué momento del día o de la noche pasa con su hija? ―le inquirió frunciendo el ceño y preocupada.

―Eso no es de su incumbencia, señorita ―le remató diciéndoselo con recelo.

―Pues yo diría que sí, señor ―expresó con seriedad― y con todo respeto, me gustaría saberlo, porque mientras usted pasa algo de tiempo con su hija, yo quisiera tomar ese momento para mí.

―Su momento de estar sola será cuando la niña esté en la escuela ―emitió con poca importancia hacia su comentario.

―Me confirmó lo que sospechaba ―le afirmó con certeza―, gracias, señor, ¿dónde firmo? ―le preguntó, intentando así llamarle la atención al hombre.

―No hay ningún contrato.

―Se supone que lo debe haber ―le contestó con las cejas fruncidas de preocupación y mucha intriga―, de donde vengo se firman contratos cuando una persona tiene un nuevo empleo.

―Y aquí, en el pueblo y en la ciudad, vale más la palabra que unas cuántas firmas sobre un contrato ―le respondió con total seriedad― y ahora dígale a Ofelia que quiere algo para comer y ella luego le mostrará su cuarto, buenas tardes, señorita ―le dijo de manera tajante.

―De acuerdo, señor Colleman ―contestó apretando los labios.

―Veo que ya sabe mi apellido ―dijo con una ceja levantada y mirándola porque le intrigó que lo supiera tan rápido.

―La señora de la tienda de artículos generales me lo ha dicho.

―Ya veo ―emitió con ironía.

―¿No preguntará nada más? ―interrogó quedándose estupefacta―. Por ejemplo: de dónde provengo.

―No le veo cara de asesina, si eso le preocupa. Solo la veo muy desalineada y sucia ―frunció el ceño y volvió a mirarla de arriba hacia abajo―, por lo que debería darse una buena ducha ―terminó por decirle cuando clavó sus ojos en los de ella con seriedad―. Pero respondiendo a su pregunta, de acuerdo, ¿de dónde viene, señorita?

―Vengo de Rock Springs.

―Wyoming.

―Así es.

―¿Y su nombre completo?

―Orquídea D'Orè.

―Tiene un apellido bastante refinado.

―Si piensa insultarme por mi apellido y la manera en cómo me veo ―le expresó algo ofendida por su forma de dirigirse a ella―, entonces, prefiero irme de aquí. No le tolero que me ofenda de esa manera.

―Yo no he dicho nada.

―Pero lo piensa y para mí es lo mismo. Que usted se haya criado entre lujos, no le da ningún derecho a insultar a las personas que no han podido tener una vida cómoda.

—Usted preguntó de manera sarcástica ciertos temas que no debería saber siendo que somos extraños, sin embargo, lo hizo, así que, estamos a mano —culminó la conversación con seriedad—. Ahora, vaya con Ofelia ―le dijo y luego clavó la vista en los papeles que tenía sobre su escritorio. 

Orquídea apretó los dientes y dando media vuelta, salió de allí antes de contestarle algo de lo que luego se arrepentiría o bien, terminaría de patitas a la calle por ser una imprudente.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora