Colleman esperó con algo de nervios a la joven en la sala de la casa, su hija y Ofelia se habían ido desde hacía una hora atrás sin poner pretextos para cuidar de la niña, incluso le ofreció la posibilidad de quedarse a dormir de nuevo y Felicity había respondido con un rotundo sí.
Por otro lado, Orquídea estaba terminando de arreglarse el pelo en un semi-recogido y luego tomó un abrigo y la única cartera que tenía presentable para salir del dormitorio.
Nate escuchó pasos que se acercaban y vio el calzado femenino, un par de sandalias de plataforma media que había usado en el festival y subió más la vista para comprobar que era diferente el vestido veraniego.
—Estás hermosa, Orquídea —declaró posando sus ojos en ella.
—Gracias —se ruborizó por completo—. No sabía cómo debía vestirme, pero no tengo algo más presentable.
—Así estás muy bien, no es una cena formal y el restaurante al que iremos la gente se viste como quiere.
—Bien —asintió con la cabeza también.
Salieron de la casa y se metieron en la camioneta. Nuevamente el silencio reinó y Orquídea quiso pedirle un favor.
—Cuando vaya a la casa de Cheryl para que me diga todo lo de sus clases, ¿podrías acompañarme? No quiero cruzarme a Thomas estando sola.
—No tengo problema, te acompañaré, no te preocupes.
—Gracias.
—¿Te lo has encontrado más veces?
—No, pero si bien tú le hablaste, no sé qué tanto haya entendido que no quería saber nada con él.
Nathaniel tomó el camino asfaltado que conectaba por el exterior el pueblo de la ciudad y condujo unos pocos kilómetros más para llegar al restaurante donde se servía una rica comida casera.
Aparcó la camioneta frente al lugar y ambos se bajaron. Orquídea dio algunos pasos para quedar a su lado y él le ofreció el brazo para caminar juntos.
—¿No lo encontrarán raro?
—Dejamos en claro que nadie verá mal que lleguemos juntos y del brazo —respondió y ella asintió con la cabeza entrelazando su brazo con el masculino—. No debes sentir vergüenza, Orquídea, no estás haciendo nada malo, lo único que tiene que importarte es que me haces bien. A mi hija y a mí.
—Entiendo.
Los dos caminaron hacia el restaurante y él abrió la puerta para dejarla pasar primero. Todos giraron las cabezas para saber quién había entrado al restaurante y continuaron caminando para encontrar una mesa libre. Una de las personas que atendía, les indicó las que podían elegir. Ambos se decantaron por la que estaba cerca de la ventana y se sentaron para esperar a que los atendieran.
—Es lindo el lugar.
—Sí y tiene una buena comida.
Una moza se acercó a ellos y le entregó las cartas mientras que les preguntaba por las bebidas que irían a consumir.
—Tengo que confesarte que es la primera vez que salgo con alguien en plan cita y me siento un poco desencajada.
—Solo tienes que relajarte, nos estamos conociendo, Orquídea. ¿Qué te gustaría pedir?
—No lo sé —miró el menú—, ¿alguna sugerencia?
—No sé lo que te gustaría cenar y por eso quiero que elijas el plato que quieras.
—¿Pizza?
—No mires el precio, Orquídea, porque lo pagaré yo.
—Con más razón —abrió más los ojos como si le parecía un horror que lo pagara él.
—Es una cita, te invité a cenar —recalcó mirándola con atención.
—Bueno, lo elegiré —asintió con la cabeza y bajó la vista para leer cada título y lo que contenían estos.
Pasaron varios minutos en donde tuvieron que esperar por sus plantos, pero el tiempo que tardaron lo contrarrestaron charlando y comiendo un aperitivo.
Antes de que acabaran con la entrada, llegaron sus platos, él había pedido un ojo de bife con verduras salteadas agridulces y ella, pasta rellena con salsa de diferentes tipos de queso.
Comenzaron a comer al tiempo que seguían conversando. Orquídea se llevó el primer pedazo de pasta rellena a la boca y se deleitó con el sabor.
—Qué rico, sabe muy bien, ¿quieres probar?
—No, gracias, cena tranquila, ¿tú quieras probar?
—No, te lo agradezco.
Luego de la cena, él le preguntó si quería que compartieran un postre, pero ella prefirió un té.
—¿Segura que no quieres un postre? —cuestionó mirándola con atención a los ojos y ella se ruborizó un poco—. Podemos beber algo caliente mientras comemos el postre.
—De acuerdo.
Media hora después salieron del restaurante y ella le agradeció la invitación.
—A un par de calles de aquí hay un lago, ¿quisieras ir? La noche es cálida.
—¿Hay un lago? De las pocas veces que vine a la ciudad nunca lo vi.
—Entonces vayamos para que lo veas.
De a poco caminaron hacia el lugar para estar un rato solos sin que nadie los molestara y cuando llegaron se sentaron en un banco de plaza que estaba frente al lago. La luna iluminaba el agua, los grillos cantaban y la atmósfera veraniega generaban el momento ideal para el posible beso.
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Vientos de Cambio ©
Ficción GeneralOrquídea se ve obligada a buscar empleo en la ciudad próxima al pueblo donde vive, pero no de lo que se graduó, maestra rural, sino de niñera. Para fortuna de ella, el dueño decide contratarla para cuidar a su hija, pero de a poco las cosas cambian...