♥ Epílogo • Parte 1

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Manitou Springs, Colorado

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Manitou Springs, Colorado

Después de una semana de vacaciones en Miami en donde disfrutaron mucho y se relajaron con las playas y los paisajes que les ofrecía el lugar, regresaron a la casi rutina, sobre todo, Nathaniel que se metió a trabajar en la oficina e iba a revisar los campos que tenía. Ofelia aún estaba de vacaciones como se las había dado su jefe y los padres de ambos volvieron a sus casas unos días antes de que ellos se fueran de viaje.

Una tarde del mes de julio, Orquídea se comunicó con sus padres para saber cómo estaban yendo las cosas por allí y la charla fue bastante alegre porque los productos que Nathaniel les había comprado estaban surtiendo el efecto que necesitaban los campos para la buena cosecha y su padre le avisó que pronto hablaría con él para lo que habían acordado de un principio, transportar para el pueblo y la ciudad vecina el maíz y la avena que ellos cultivaban sin dejar de lado los pueblos que tenían alrededor de Rock Springs, de donde eran ella y sus padres.

—Me pone feliz saber esta noticia papá, se lo diré a Nathaniel cuando lo vea entrando la noche.

—De acuerdo, nosotros estamos bien, refaccionando la casa con la ayuda de tu esposo a pesar de la insistencia en que no queríamos eso.

—Lo sé, pero ya saben cómo es él cuando quiere ayudar sin nada a cambio. Les había ofrecido mudarse en el pueblo, pero bueno, se verá más adelante, aunque se me ocurrió algo.

—¿Qué se te ocurrió? —Alzó las cejas en señal de intriga.

Orquídea con el último ahorro que le dio Nathaniel, les compró un teléfono móvil a sus padres y su esposo le regaló uno a ella para que estuviera comunicada con ellos y para que lo llamara a él cuando lo necesitara.

—¿Qué opinan si Nate y yo les buscamos una casa aquí para que cada tanto nos visiten y se queden el tiempo que quieran? Podemos buscárselas o construirla.

—Es demasiado el gasto, Orqui —dijo su madre que estaba en la videollamada también—. Y es lo mismo que nos ofreció tu marido.

—Lo sé, pero se vale insistir, ¿no?

—Querida, es demasiado —negó con la cabeza Susan—, ya lo hablamos en su momento.

—Pero se haría una sola vez y podrían tener cultivos aquí. Quizás algo diferente a lo que tenemos en Rock Springs, se los insisto porque no quiero tenerlos tan lejos y el viaje es largo. Aunque esta vez no sería quedarse a vivir, sino tener algo en Manitou Springs para quedarse las veces que quieran, como una casa de fin de semana, sabiendo que, si nos visitan, tienen su espacio para estar como quieren.

—Déjanos pensarlo, si sería de esa manera, puede que aceptemos, pero tenemos que verlo bien, hija —comentó su padre.

—De acuerdo, yo se lo diré a Nate.

Felicity se acercó a la videollamada y los saludó contenta.

—Hola —les hizo un gesto con la mano.

—Hola, preciosa, ¿cómo estás? —preguntó su abuela del corazón.

—Muy bien, ¿y ustedes?

—Muy bien también, gracias, querida —le contestó Archibald.

—Hoy nos vamos de compras con mamá —les anunció como algo emocionante apoyando la cabeza sobre su brazo y la mujer la abrazó por los hombros y le dio un beso en el pelo.

—¿Ah sí? ¿Y dónde van? —preguntó su madre.

—Nate quiere que nos compremos ropa y aprovecho en llevar a Felicity a un spa de niñas que abrió hace poco en Colorado Springs.

—Es una buena salida para compartir momentos juntas —les comentó Susan con una sonrisa.

—Sí —le dijo y acarició el pelo de la nena.

—Me puse de nuevo el vestido que me hizo mamá, el que me estrené cuando papá y mamá se casaron —sonrió de oreja a oreja.

—Te queda precioso —respondió el hombre.

—Gracias —habló Felicity.

—Las dejamos para que vayan tranquilas a comprar, disfruten mucho —les contestaron ambos y les mandaron besos.

Las chicas hicieron lo mismo y Orquídea cortó la videollamada.

—¿Cuándo me comprará papá un teléfono como el tuyo?

—Como es tu padre, creo que te lo comprará cuando tengas treinta años —se rio.

—Yo lo quiero ahora.

—Cuando tengas un poco más de edad, aparte, ¿para qué lo querrías?

—No lo sé, para llamarlos a ustedes.

—Nos vemos todos los días.

—A los abuelos no los veo todos los días.

—Pero los puedes llamar por teléfono de línea o pedirle a tu padre o a mí que te hagamos una videollamada como recién.

—Bueno, eso es cierto —se quedó cortada ante la respuesta que le había dado su madre del corazón.

—¿Por qué lo quieres? —cuestionó y la niña se sentó de nuevo en el sillón.

Orquídea hizo lo mismo y la miró esperando a que le dijera la verdad.

—Papá me contó sobre mi verdadera madre, le dije que no quería saber de ella y tampoco verla por televisión, pero me da curiosidad por saber quién podría ser.

—¿Te dijo su nombre?

—No, tampoco se lo pregunté.

—Felicity, yo no puedo decidir por ti y eres bastante madura para tu edad en darte cuenta de las cosas y si tu padre no te lo había antes, fue porque no quería que te sintieras angustiada.

—Lo sé, pero a veces quiero saber de ella y otras veces no, sobre todo sabiendo que nos abandonó.

—Y si la ves, ¿qué le dirías?

—No sé —negó con la cabeza—, quizás le preguntaría por qué nos dejó, pero después pienso que si se quedaba no te hubiéramos conocido y me gusta más esto de ahora que tener una madre que nunca nos prestó atención.

—Sabes por qué los dejó —le dijo y la niña asintió con la cabeza—. No deberías preocuparte o querer saber de alguien que no estuvo para ustedes.

—Eso lo entiendo, pero como te he dicho, a veces me gana la curiosidad por saberlo y le preguntaría el nombre para buscarla por el móvil, pero después me arrepiento y trato de hacer otra cosa.

—Eres una niña que no tiene que estar pensando en esas cosas, tienes que disfrutar de tu infancia lo mejor que puedas y para eso están tus amigas, tu padre, tus abuelos, Ofelia y su familia y yo, para que tu vida sea lo más feliz posible.

—Te quiero mucho, mamá y perdón por esta conversación —le respondió abrazándola por el cuello y dándole un beso en la mejilla.

—No me tienes que pedir perdón por algo así, cariño —le expresó abrazándola también y acomodándole el pelo—. Vamos de paseo, así después le muestras a papá lo que te compraste.

—¡Sí! —Palmeó sus manos y sonrió contenta.

Las dos tomaron un saco cada una, Orquídea su cartera y las llaves del coche y salieron de la finca para tener una tarde de chicas.

Vientos de Cambio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora