Orquídea pasó por allí para ir a su cuarto, pero vio la escena paternal y sonrió al ver el abrazo. No los molestó y siguió caminando. Ellos se separaron un poco y el padre le quitó las lágrimas debajo de los ojos.
—No llores, Felicity. No te hace bien estando así.
—Creí que no me querías —lloró agachando la cabeza y apoyando esta contra el cuerpo de su padre.
—Debías saber bien que te quiero, siempre te he querido, como te dije antes, que no te lo demuestre no significa que no te aprecie. Eres mi hija, una Colleman —le afirmó sin titubeos—, y sé que ambos tenemos un carácter fuerte, será cuestión de tiempo para que sepamos ambos lidiar juntos y aceptar que tenemos casi la misma personalidad y con eso debemos convivir.
—Lo sé —se secó el agua de la nariz con el puño de su pijama—, pero con Geraldine eras diferente también, me hacías a un lado —le tembló la barbilla.
—Lo que tuve con ella fue un error, el peor error que cometí fue el haberme mezclado con ella, pero sé que fui negligente contigo cuando mantenía una relación con esa mujer.
—Veía la manera en cómo la preferías a ella antes que tratar de estar los tres juntos.
—Fue un error dejarme manipular por ella y te aseguro que no volverá a ocurrir.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. ¿Estás mejor?
—Sí, por lo menos ya sé de tu boca que no me odias.
—Nunca pienses una cosa así de mí, Felicity, eres mi hija, quítate eso de la cabeza. Que a veces esté sin prestarte atención, no quiere decir que te odie.
—Muchas veces has querido darme dinero o que me compre algo, para tenerme contenta.
—Fue un error por mi parte, ¿no?
—Sí —asintió con la cabeza también.
—No haré eso entonces, ¿dónde te dejo la muñeca?
—Adentro de mi cama, se dormirá conmigo —sonrió contenta.
—Bien —le regaló una sonrisa mientras le acariciaba el pelo—. Pero primero debes comer algo. Tu niñera te está preparando pollo con arroz.
—Mi comida favorita.
—Ya veremos cómo le sale porque probaré de lo que haga.
—¿Te gusta? —le preguntó con entusiasmo sobre la chica—, digo, lo que prepara de comida.
—La sopa estaba rica, ¿a ti te gustó?
—Mucho —asintió con la cabeza también—. Y estoy segura de que la comida de esta noche me gustará también.
—Supongo que estará bien.
Nathaniel le dio un beso en la coronilla y salió del cuarto para dirigirse a la cocina y hablar con su empleada, pero al ver el lugar vacío se acercó a la olla para destaparla y tomó una cuchara para probar la comida.
No pudo evitar suspirar de deleite porque realmente estaba muy bueno el pollo con arroz. Cuando escuchó pasos que se acercaban, de inmediato tapó la olla, lavó la cuchara y la guardó.
—¿Le gustó el arroz, señor Colleman?
—¿De qué habla? —cuestionó haciéndose el desentendido.
—La tapa de la olla está mal puesta, yo la dejé bien cerrada, ¿le gustó?
Nate supo que no podía escapar ante aquella insistencia.
—Sí, me gustó, pero no por eso tenemos una tregua.
—No se la estaba pidiendo, solo hemos aclarado las cosas, nada más.
—Bien, mañana durante las primeras horas del día, venga a mi oficina, le daré la segunda parte de su sueldo.
—Creí que me lo daría en los siguientes días.
—Me he adelantado, por lo que está haciendo por mi hija y por la relación entre nosotros. No soy muy expresivo con la gente y mucho menos con los sentimientos, pero le agradezco que nos haya acercado.
—Me alegra saberlo, señor Colleman. Felicity no es tan complicada como usted creía.
—Pero reconozco que tiene el mismo temperamento que el mío y tendré que lidiar con ello.
—Es una niña que necesita de su padre y si la encamina bien, será una gran adolescente.
—Ya puede servir los platos, el arroz está en su punto justo —confesó cambiando de tema drásticamente y dando por sentado que ya había finalizado ese asunto de su hija y él.
Orquídea se quedó perpleja, pero comenzaba a conocerlo mejor y sabía que cuando no quería seguir hablando de un tema en concreto, lo cambiaba al instante por otro.
Ella sirvió tres platos hondos con arroz, una pechuga para la niña, dos para él y otra para ella. Metió los platos sobre las bandejas y preparó todo para llevarle primero a su jefe que se encontraba en la oficina y luego a la hija junto con el suyo porque iba a cenar en el cuarto también.
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Vientos de Cambio ©
General FictionOrquídea se ve obligada a buscar empleo en la ciudad próxima al pueblo donde vive, pero no de lo que se graduó, maestra rural, sino de niñera. Para fortuna de ella, el dueño decide contratarla para cuidar a su hija, pero de a poco las cosas cambian...