En el horario de la siesta en donde Felicity aprovechó en dormir algo, Orquídea fue al despacho de su jefe para poder hablar con él. Cuando escuchó detrás de la puerta que podía pasar, la abrió y la cerró a sus espaldas.
—Perdón que lo interrumpa, señor, pero quisiera hablar de un asunto un poco anormal en la niña.
—¿Qué pasó? —Unió las cejas y dejó los papeles a un lado.
—Tiene la idea de llamarme mamá —comentó y Nathaniel se sorprendió—, le he dicho que no era conveniente y que no podía llamarme así, le expliqué más o menos las diferencias entre ese título y el mío, y lo entendió, pero me preguntó si ella podía en su mente pensar que lo era.
—¿Y usted qué le respondió? —se lo preguntó con seriedad.
—Que podía, no veo lo malo en eso, siempre que no me lo diga en voz alta, si piensa que hice mal, me disculpo.
—¿A raíz de qué surgió ese asunto? Porque ella ya sabe bien lo que pasó con su verdadera madre.
—Lo sé, me dijo eso porque fue a raíz del pequeño incidente con Thomas, me dijo que es mentiroso y que usted lo conoce bien cómo es, le comenté que yo soy nueva en el pueblo, pero su hija me interrumpió diciéndome que usted y ella me conocían cómo era y que le gustaría llamarme así.
—Entiendo. Por lo pronto no ha hecho mal en decirle que pensara en usted como una madre, pero sería bueno que le sacara esa idea por si en algún momento deje de necesitar su trabajo.
—Comprendo, no hay problema, señor Colleman —admitió con firmeza.
Orquídea se dio media vuelta y bajó la manija para salir de allí, pero Nate se sintió curioso por saber lo que había pasado a la salida del colegio.
—¿Por qué Thomas se dirigió a usted con esa actitud?
—Fue algo entre él y yo, nada más —respondió.
—¿No puede contármelo, señorita D'Orè? Estaba mi hija también presenciando la escena.
—Me ha dicho que estaba en deuda con él porque no lo llamé ese sábado cuando se apareció en la casa para invitarme a salir.
—¿Y por qué no lo llamó? Es un buen partido a pesar de lo pesado que puede ponerse.
—Porque no quise, aparte, su hija tenía varicela y tenía que cuidarla. Y sí, es pesado y no me gustan los hombres así de acosadores, por más buen partido que sea —declaró con seriedad y sintiéndose un poco molesta—. Y si cree que por tener dinero me conviene, me está calificando de alguien que no soy.
—Mis disculpas, señorita, no quise sonar así.
—Se las acepto, señor. Cuando se necesita dinero, se busca la manera para poder enviar parte del sueldo a quienes lo requieren, pero no por eso debo rebajarme a soportar a un hombre acosador para tener bienestar.
—Comprendo, discúlpeme de nuevo —expresó con incomodidad.
—Disculpas aceptadas.
La joven mujer se metió a la cocina para charlar un rato con Ofelia y le comentó lo que había pasado aquel día.
—Thomas siempre busca problemas o intenta convencer a las chicas que conoce en salir con él, te aseguro que no es un buen partido para ti si tu interés es conocerlo mejor —confesó mirándola a los ojos.
—No es mi idea tener algo con él, te lo aseguro, me extrañó que el señor Colleman me dijera lo contrario.
—¿Qué cosa? ¿De que es un buen partido? —preguntó y la chica asintió con la cabeza—, pues no lo es, aquí todos saben que Thomas es mentiroso y que le gusta llamar la atención, tú eres lo bastante inteligente para saber que el susodicho no te conviene.
—Lo sé, Ofelia y te agradezco que me lo recuerdes —le sonrió.
—Cambiando de tema, ¿cómo siguen tus padres?
—Ellos están bien, la verdad es que después de que el señor me diera el permiso para llamarlos por teléfono a mí me alivianó un poco el tema de ir hasta el pueblo, aunque la mitad del sueldo sea por correo.
—Me alegra escuchar eso, ¿y con lo que les has enviado?
—Están mejor, me han dicho que con lo que les envié y la materia prima que están vendiendo se están acomodando económicamente de nuevo. No es mucho, pero es mejor que nada.
—Claro que lo es —esbozó una sonrisa.
—Se alegraron bastante al escucharme, pero me han dicho que me extrañan y yo a ellos, pero sería cuestión de trabajar unos meses más para poder enviarles el dinero que necesitan y regresar —le manifestó, sobre todo por lo que le había dicho su jefe en que posiblemente no necesitara más de su trabajo.
—¿Piensas renunciar? —La miró con incredulidad.
—No ahora, pero quizás más adelante.
—Orquídea, sé que de ambas partes se extrañan, pero deberías ver este trabajo como algo más, las niñeras son necesarias y si tu camino laboral es ser una niñera, no deberías desaprovecharlo porque es posible que después de este, aparezcan más parejas o padres solteros que necesiten de alguien para que cuide de sus hijos, sea por horas, de manera temporal o no.
—Supongo que tienes razón, no lo vi de ese modo.
—Si quieres progresar, tienes que pensar en tus padres también —le dijo y la joven asintió con la cabeza también.
Luego de aquella charla, cada una realizó un trabajo diferente, Ofelia se quedó en la cocina para preparar la merienda y la cena, y Orquídea entró a su cuarto para continuar practicando el crochet a través de las dos revistas que se había comprado para principiantes.
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Vientos de Cambio ©
Fiction généraleOrquídea se ve obligada a buscar empleo en la ciudad próxima al pueblo donde vive, pero no de lo que se graduó, maestra rural, sino de niñera. Para fortuna de ella, el dueño decide contratarla para cuidar a su hija, pero de a poco las cosas cambian...