La niñera intentó hablar, pero él se lo impidió.
—Se está tomando muchas atribuciones que no le corresponden, señorita D'Orè, empezando por llevarse mi camioneta y queriendo hacer lo que le da la gana.
—Me contrató para que cuide de su hija, pero lo que le está haciendo no está bien tampoco, señor Colleman.
—No me diga lo que tengo que hacer.
—Ofelia me ha dicho que usted y Felicity se llevan muy bien con sus padres, no vi lo malo en eso, los abuelos siempre están para un nieto y más si cumple los años.
—No pase de mí, señorita, lo que quiera hacer, me lo dice, porque no me gusta cuando la gente se mete más de la cuenta en mi vida y en cómo crío a mi hija.
—Repito, me contrató para cuidarla y estar con ella, pero usted también se tiene que preocupar por la nena. Felicity no le ha hecho nada como para que usted la trate así, aun si se lo hizo, es una niña, no puede hacerle pagar las consecuencias que no le corresponden.
Nathaniel se acercó a Orquídea, y ella a pesar de sentirse un poco incómoda y tensa se mantuvo firme en su lugar. Tuvo que inclinar hacia abajo un poco la cabeza para mirarla a cara lavada y se sorprendió al ver dos aguamarinas expresivas que lo estaban observando con algo de miedo y curiosidad. El color de pelo, de un rubio oscuro, contrastaba muy bien con sus ojos, le llevaba una cabeza y la nariz respingona con rasgos delicados, la hacían parecer una mujer inofensiva, pero en cuanto abría la boca, te liquidaba.
—Será mejor que vaya decorando las mesas y lo que quiera hacer, esta conversación finaliza aquí. Procure hacer su trabajo de niñera, más de ahí no le permito pasar.
«Arrogante y cascarrabias», pensó Orquídea.
—Lo haré, pero usted también tiene que poner de su parte para estar con su hija.
—No tengo tiempo para ella.
—Su hija lo necesita, no le pidió nacer, debe hacerse responsable de ella, no solamente darle cosas materiales, Felicity lo que más quiere de usted es que pase tiempo con ella.
—Hace tan solo ocho días que está trabajando aquí, no tiene derecho a darme órdenes, soy su jefe. ¿Así los tenía a sus alumnos?
—Cuando se portaban mal les hacía entender que había cosas que no debían hacer y sí, impartía orden.
—Pues recuerde que ahora es una niñera —se acercó a ella.
—Comprendo muy bien el puesto que tengo, pero usted es el padre de la niña —le dijo enfrentándolo—. Y tiene una responsabilidad con ella.
—Se le hará tarde para hacer todo lo que quiere —miró el reloj de pulsera para cortar la conversación.
—Lo haré, terminaré con esto y pasaré a buscar a Felicity para entretenerla.
—Me parece perfecto, cuando termine con los manteles y la decoración, usted pondrá las sillas también.
—Como diga, señor Colleman.
Nathaniel entró a la casa y Orquídea trató de hacer lo más rápido posible lo que le restaba de decoración y poner las sillas. Todo el ambiente estaba en la gama de los amarillos, el color favorito de la nena de diez años.
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Vientos de Cambio ©
Ficção GeralOrquídea se ve obligada a buscar empleo en la ciudad próxima al pueblo donde vive, pero no de lo que se graduó, maestra rural, sino de niñera. Para fortuna de ella, el dueño decide contratarla para cuidar a su hija, pero de a poco las cosas cambian...