32. Doloroso adiós

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El teléfono de Anna sonó incesantemente durante minutos, ella concentrada observando las blancas paredes dejó su habitual distracción y lo tomó para ver el número y efectivamente era la persona en la que pensaba día y noche. La persona que le robó suspiros y sueños en más de una ocasión.

Observó la pantalla hasta que el sonido dejó de escucharse, nuevamente se sumergió en su mundo. El mundo de la soledad y la tristeza, ése pesado mundo que la envolvía de a poco y que amenazaba con llevársela. Sin embargo ella no lo permitiría tan fácilmente, lucharía contra viento y marea si fuese necesario para salir adelante y cumplir ese plan que se formaba en su cabeza cada día que pasaba.

Ya agotada del aburrido sonido, tocó la pantalla y contestó. —¿Que quieres? —preguntó con sus dedos sujetando firmemente el móvil.

—Necesito que hablemos. No cuelgues por favor— dijo Mark suplicando.

—Tú y yo no tenemos nada de que conversar. —contestó Anna con una indiferencia que le heló la sangre al joven.

—Si que debemos hablar, necesito explicarte como son las cosas realmente —. Musitó desde el otro lado de la línea con su voz quebrandose.

Anna sintió como su corazón se apretujaba al escuchar la voz quebrada del hombre al que tanto ama y se hizo la fuerte para que eso no doblegara su voluntad. Luego recordó que dentro de un par de días se iría y nadie lo sabría,Él tampoco tenía que enterarse, lo vería por última vez para obtener respuestas a tantas preguntas y se despediría sin despedirse.

—Está bien — bufó sin estar completamente segura —Mañana iré a tu casa a las diez pero no me llames—. Sin más, colgó y dejó al muchacho con una pizca de confusión y felicidad.

La excitación crecía en su interior y por más que tratara de ocultarlo sabía que se moría por verlo una última vez, probar sus labios una última vez y sentir el calor de su cuerpo una última vez. Es muy egoísta de su parte irse sin decirle pero ella no permitiría que él la hiciera cambiar de opinión. Y muy en el fondo sabía que eso podría suceder.

Ya habían pasado quince días desde que salió del hospital y en esos días las cosas habían dado un giro en su vida, su rutina consistía en leer hasta que sus ojos dolieran y desviar las llamadas de Mark. En un par de días se iría y comenzaría una nueva rutina completamente desconocida, lo nuevo le aterraba pero no dejaría que sus miedos pudieran con lo que ella quería. Ése día empacó su ropa en una sola maleta y por sorprendente que fuera todo entraba a la perfección, incluso tomó el jersey favorito de su hermano y lo colocó en la única caja que se podía llevar de objetos personales.
Recogió y limpió su habitación para que los nuevos dueños encontraran el lugar pulcro y habitable.

Al día siguiente Anna fue al hospital por si sola ya que sus padres estaban demasiado ocupados con la pronta venta de la casa y debían solucionar cosas más importantes antes del viaje.

Al finalizar la terapia de atención al daño cerebral se despidió de la doctora, ésta le tendió unos papeles sobre los avances para que ella pudiera presentarlos en el hospital de San Francisco y continuar exitosamente con la rehabilitación.

El reloj marcaba las 8 mientras Anna, Peter y Alana se encontraban sentados en el comedor sin decir palabra alguna.

—¿Y Karla? — preguntó Anna observando la comida intacta de su plato. Ella sabía que había tomado la decisión de vivir con Avril, traicionando así a su propia familia.

—Mmm —Ambos se miraron con pena —Karla dijo que se quedaría aquí en Phoenix.

—¿La dejarán vivir donde quiera? —preguntó Anna incrédula.

~June~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora