—¿Qué? —preguntó Thiago tratando de zafarse del agarre. Uno de los hombres que lo tenía sujetado gruñó molesto por su repentino ataque.
La cabeza de Anna daba mil vueltas por segundo tratando de asimilar lo que sucedía a su alrededor, estaba siendo prácticamente arrastrada por el edificio mientras lucía una pijama demasiado reveladora, la subirían de nuevo al coche policial que apesta a sangre rancia con aerosol barato. Se enfrentaría a los impenetrables ojos del viejo pedante que la había interrogado una semana atrás y lo peor, estaría encerrada en prisión junto a mujeres igual o más peligrosas que Thiago y Adam juntos. Su estómago se revolvió de repente y sin darse cuenta se halló vomitando y cayendo estrepitosamente en el vestíbulo del edificio. Su rostro se tiñó de rojo debido a la vergüenza que sentía en ese preciso momento. Los dos hombres que la tenían sujetada retrocedieron para no ensuciar sus botas con vómito de una asesina.
Cuando cruzaron las puertas del edificio Madison, Thiago fue llevado a un coche mientras Anna abordaba otro. El camino fue rápido o eso le pareció a la jovencita que sentía unas miradas de desprecio y asco. Al llegar a la comisaría encontró al recio viejo sonreír con malicia observando la escena, ella se hayaba confundida y temerosa pero aún así fue conducida por un pasillo con Thiago y los demás policías pisándole los pies. Bajaron hasta el sótano que en realidad era un conjunto de diminutas celdas, le asignaron a Anna la última celda del extremo izquierdo mientras que a Thiago la primera del lado derecho. Se encontraban lo suficientemente separados para no poder hablar ni verse. Ninguno sabía lo que pasaría a continuación y estaban aterrados, en especial Anna que temblaba como gelatina debido al alucinante frío que había en el mugriento lugar.
—¡Exijo hacer una llamada! —gritó Thiago mientras los policías se alejaban por el pasillo.
—Tú vas a hacer la llamada— murmuró el oficial dirigiéndose a la huesuda jovencita.
Anna salió y vigilada por el hombre hizo la llamada más difícil —Mamá. . . —musitó con el pulso acelerado —Soy Anna. Escuchame no tengo mucho tiempo para hablar. —se hizo un silencio sepulcral de los dos lados. —Estoy arrestada necesito que vengas a la comisaría y traigas contigo un buen abogado. Por favor mamá —. Suplicó con la voz casi desapareciendo.
Al no escuchar respuesta decidió colgar y su vista se nubló de lágrimas. Muy en el fondo sentía terror de que su mamá la dejará ahí, a la intemperie. Donde cualquier persona pudiera atacarla. Mientras se dirigía al compartimento pensó en la irónica situación, antes Alana no la dejaba salir sola por miedo a que alguien fuera a lastimarla y ahora la debaja tanto tiempo sola que era inevitable no meterse en problemas.
El aire en el sótano era frío debido a que el invierno estaba en su punto máximo. Dos horas más tardes el viejo pedante apareció con una sonrisa retorcida en el rostro. Éste iba acompañado de una mujer alta y formidable. El corazón de Anna se paralizó de inmediato al ver esos siniestros ojos negros de la mujer, iba esposada y tenía la camisa manchada de sangre.
—¡Madre mía! —susurró —Sally.
La enorme chica por orden del anciano se dirigió al mismo cubículo que Anna. «¿Es una broma?» pensó ésta. Ambas se miraban con odio hasta que una voz agotada pero intimidante se escuchó en el pasillo. —Si alguna resulta herida voy a tomar serias medidas —dijo el hombre mientras cerraba la rejilla.
—Vaya vaya Anna —comenzó Sally con fingida sorpresa —¿Sabes por qué estoy aquí? —pregunta paseándose de un lado a otro.
—Por tu culpa —prosiguió como si Anna desconociera la razón. —Por el vídeo de la apuñalada. Si no lo hubieras enseñado no estaría justo ahora aquí, a tu lado.
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~June~
Teen FictionUna estudiante común y corriente. Un profesor agotado de la rutina. Nada en común, salvo la monotonía asfixiante de sus vidas. Una mañana de Junio sus vidas cambian al darse cuenta que encontraron lo que ambos sin saber estaban buscando. Un remolino...