35. Adrenalina

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—¿Qué te pasa Anna? —preguntó Alana furiosa desde la puerta —¿Crees que por ser mayor de edad te mandas sola?— preguntó corriendo las cortinas para que la claridad iluminara la habitación.

—Mamá. . .— se quejó ella tapándose con el cubrecama —Déjame dormir por favor.

—Levanta —ordenó Alana con voz firme —Harás doble turno en el trabajo.

—¿Qué? —preguntó ella levantándose. Al colocarse de pies un mareo la invadió y tuvo que sostenerse de la pared para no caerse. Había llegado a las 5 de la mañana casi inconsistente.

—Mayra no puede ir y como castigo vas a trabajar trasnochada.— Anna abrió la boca para quejarse pero al ver la expresión molesta de su madre decidió solo obedecer —Y si te pillo durmiendo en el despacho o en el baño voy a descontarte el día entero ¿entendiste?

Anna asintió molesta y camino al baño mareada, se duchó con rapidez y se tomó tres tazas de café cargadas de azúcar. Corría el frío mes de noviembre, habían pasado ocho meses desde que estaba en San Francisco y seis desde que trabajaba en la tienda de música. Ya tenía dieciocho años y primera vez que salía a un bar, tomaba hasta perder el conocimiento y fumaba hasta el cansancio. Entonces la castigaban con trabajo.

Se dirigió a la tienda que quedaba a pocas calles para empezar su turno. Su cabeza dolía como si un martillo le hubiera caído accidentalmente y sus párpados hinchados pedían a gritos descanso. Mientras abría la puerta vislumbró a un hombre de cabello largo y oscuro caminar hacia una cabina telefónica, su corazón se paralizó al ver su espalda y muchos sentimientos la golpearon de repente. Corrió en dirección a la cabina y el aire gélido azotaba su rostro, sus dientes castañeaban por el frío pero no le importó y siguió corriendo hasta verlo de cerca. Soltó el aire que había retenido al darse cuenta que solo se trataba de otra persona común y corriente, no era Mark por mucho que se pareciese.

Regresó a la tienda embriagada de recuerdos, se colocó el uniforme aún pensando en Mark y lo que estarían haciendo de haberse encontrado aún en Phoenix. La mañana pasó lenta y dolorosa para Anna que había avivado de nuevo sus sentimientos ocultos, su cabeza dolía aún y sentía que en cualquier momento se desplomaría de cansancio. La campana sonó y Anna sin prestarle atención siguió acomodando los discos en la estantería.

—Deberías trabajar con más ánimo —sugirió Thiago que se encontraba apoyado al estante con pose de chico malo.

Anna se giró sorprendida —¿Qué haces aquí? —preguntó con un disco de los Beatles en manos.

—Toma —le tendió la chaqueta negra que tenía puesta el día anterior —La olvidaste en mi departamento.

—¿Fui a tu departamento?

—Sí — respondió él con gracia —¿No recuerdas la maravillosa noche que pasamos juntos?

Anna abrió los ojos de par en par y dejó caer el disco que enseguida hizo un estruendoso sonido en la tienda casi vacía. Alana pasó a ver que sucedía y se sorprendió al ver al chico apoyado en el estante. —Estoy ayudándole a buscar un disco —dijo rápidamente Anna antes que su mamá lo echara. Ésta asintió y se retiró.

—¿No recuerdas lo que pasó anoche?— preguntó con perversidad.

Anna seguía impactada y no cabía en si de culpa y remordimiento.

—Después de irnos del bar fuimos a mi departamento y pasamos la noche fumando y contándonos secretos —dijo riéndose bajito —¿qué pensaste?

Anna rió nerviosa pero suspiró aliviada cuando Thiago se distrajo con otra trabajadora. ¿Desde cuando eran tan cercanos? No lo sabía con exactitud pero le agradaba tener a alguien con quien conversar.

~June~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora