45. Dolorosas verdades [penúltimo capítulo]

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—Quería preguntarle si está en busca de algún empleado —murmuró Anna arrugando el borde inferior de su camisa holgada. Su corazón latía con desenfreno al pensar que Mark estaba a solo unos metros esperándola, quizás impaciente, quizá nervioso... —Necesito trabajar cuanto antes.

—¡Oh querida! — exclamó apenada la anciana en respuesta —Aquí no hay mucho que puedas hacer. . . Anna suspiró tratando de no mostrar su decepción. —Pero dime que sabes hacer y te recomendaré un buen sitio.

Anna se removió nerviosa de la silla que en años anteriores le parecía enorme, sin embargo ahora que había crecido ya solo era un mueble común y corriente, con muchos recuerdos, pero al fin y al cabo común y corriente.

—En San Francisco trabajé en una tienda de discos. Sé tratar al público —comentó sintiéndose de repente tonta, pues no era un gran experiencia, ni mucho menos una donde pudiera conseguir fácilmente trabajo.

—Está bien. Déjame tú dirección y número —dijo la mujer sacando una agenda para anotar. Anna inhaló con fuerza y le dictó letra por letra el nombre del barrio donde se encontraba residenciada. —Vaya. No es una zona muy cómoda ¿no? — preguntó la anciana garabatendo algo al lado de la dirección.

Anna torció la boca pero le agradeció y cuando estaba a punto de salir la voz de la directora le hizo girarse en seco. —¿No piensas decirme que estuviste en la cárcel cierto período? — preguntó con imprudencia observando a una jovencita flacucha pálida con ojos huecos y mirada perdida.

Anna abrió los ojos con sorpresa. Con demasiada sorpresa para creer que fuera verdad. Su cuerpo se tensó de repente y sus músculos no respondían, ni sus labios podía mover para negarlo, afirmarlo, o preguntarle como lo sabe.

—Ven acá un segundo —Anna obedeció sin objetar —Me será sumamente complicado ayudarte a buscar trabajo pero lo voy a intentar ¿sabes por qué?

Ella negó, realmente no sabía por qué.

—Por que siempre he tenido fe en ti, siempre me has parecido una joven con un futuro brillante —Anna negó nuevamente, no por modestia sino por saber que una persona que ha tenido tantos problemas no puede temer un futuro brillante. Como si la anciana estuviese leyendo su mente añadió; —No eres una persona mala, solo eres una persona a la que le han pasado cosas malas. . .

Dicho esto Anna salió del despacho con los ojos cristalizados y Mark que se encontraba de pies junto a la puerta quería preguntarle el por qué de sus lágrimas acumuladas pero optó por esperar un momento más hasta que ella se encontrara mejor. Sentía tantas ganas de abrazarla y besarla que le fue casi imposible caminar con ella en silencio hasta la puerta.

—¿Puedo conducir yo? —preguntó ella nerviosa. Mark lo dudó un segundo, sin embargo, accedió en cuanto Anna terminó de hablar.

—¿A donde vamos? —preguntó como buen copiloto.

Anna no respondió pero condujo al norte exactamente a rock springs, donde se podía apreciar la hermosa vista de las casas más bonitas desde una montaña árida y desierta. El sol se estaba ocultando y el calor disipando, mientras Anna rodeaba el volante con sus huesudos dedos Mark no daba crédito a lo que sus ojos veían, ella estaba nuevamente a su lado, aunque esta vez era diferente.

—Aquí estamos bien —murmuró ella sacando a Mark de sus pensamientos y deteniendose para estacionar el auto junto al borde del abismo.

—¿Realmente estamos bien? — preguntó él situándose frente a ella. Anna parpadeó y cerró los ojos. Era ahora o nunca.

—No sé por donde comenzar —se rascó la nuca nerviosa. Mark no decía nada pero esperaba con ansias que empezara a hablar. —A los días de habernos conocido me enteré de la peor manera que Javier formaba parte de un ilícito grupo de traficantes de droga —Mark parpadeó atónito con los ojos muy abiertos. No podía creerle, Javier no era así. —Estuvo a punto de morir de no ser por un sacrificio que hice.

~June~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora