Dubitativa caminó detrás de la mujer afroamericana, sus mejillas se tiñeron de rojo al sentir la mirada penetrante de Christopher clavada en su espalda e instintivamente recordó el beso. Negó con la cabeza y contó los pasos hasta llegar a la oficina central en el segundo piso. «¿Oficina?» Pensó mientras cruzaba el umbral. Algo estaba mal si la visita estaba en la oficina y a plena hora del día.
Un cabello rubio sobresalía de la silla de cuero mientras una voz gruesa se escuchaba en la oficina. Anna posó su mirada en aquél hombre de ojos verdes sintiendo un doloroso apretón en el pecho, él lo notó así que hizo silencio y le respondió la mirada con cierto anhelo y fascinación.
—Me informaron que tengo visita —comentó ella con sequedad rascándose el cuello súbitamente nerviosa.
—Siéntate —ordenó el director encargado de la cárcel regional de mujeres —Él es tu visita —dijo refiriéndose al hombre que estaba completamente quieto en la silla contigua.
Anna arqueó una ceja esperando que aquél desconocido tan misterioso se presentara. Él sonrió con nerviosismo y sus pómulos se marcaron con gloriosa exactitud —Soy James.
—Disculpe no lo conozco —murmuró Anna esbozando una sonrisa incómoda.
—Yo a ti si —respondió él mientras se frotaba los ojos con cansancio. Anna no había notado sus pronunciadas ojeras y su falta de cabello en las entradas. Era obvio que el señor tenía cuarenta y tantos. —Soy James Cleveland. —el director estaba revisando unos papeles en su escritorio completamente ajeno a la conversación —Soy tu padre.
La mandíbula de Anna casi cae al suelo y el rostro de James permanece quieto, impasible, esperando una sarta de palabrotas o una ira descomunal por parte de su hija. Pero tan rápido como su boca se abrió se volvió a cerrar silenciosamente. Unió sus dedos hasta entrelazarlos y cerró los ojos analizando la situación.
—Escucha cariño sé que me fui. . .
Anna levantó las cejas sorprendida por su descaro al llamarla así. —Primero no me llames cariño y segundo sí, te fuiste y nos dejaste. Pero fue lo mejor —sonrió falsamente —Ahora Alana está con alguien a quien ama y yo crecí con el mejor ejemplo de figura paterna gracias a ti.
—Anna Sophia por favor escucha — pidió él levantándose. Las palabras habían sido lanzadas como una flecha, directamente al corazón. Un tiro para matar. El anciano apartó la vista de los papeles y Anna también se levantó.
—Con permiso —anunció con respeto su retirada, cuando la dominante voz del anciano la detuvo de marcharse.
—Sientense ambos —ordenó el hombre —Dejen la pelea familiar para luego. Hablaremos de algo importante —murmuró mirando a Anna con advertencia.
Ella tomó asiento bufando, no se encontraba molesta. Por que eso sería algo ilógico después de diecisiete años, simplemente se rehusaba a aceptar el cariño tardío de un padre que nunca estuvo y que ahora aparecía con una excusa bien pensada.
—Hablé con el juez respecto a tu condena — ella miró atenta los papeles que yacían ahora ordenadamente en el escritorio —Le he dicho que tu comportamiento es digno de premio.
Anna entrecerró los ojos queriendo que el anciano llegara al grano, sin rodeos todo era mejor.
—El juez que apeló tu condena, James y yo, llegamos a un acuerdo de darte libertad condicional. —Anna abrió los ojos de par en par, su corazón dio un vuelco y por ése instante todos sus males desparecieron y dejaron en su lugar un avasallador sentimiento de felicidad. —Mientras cumplas ciertas normas.
Luego inclinó la cabeza confundida y se encontró preguntando —¿James? ¿Que tiene que ver él?
—Él contribuyó con una generosa cantidad de dinero para rehabilitar algunas áreas de la fortaleza que no funcionan. —Anna abrió su boca que formó majestuosamente una O.
—¡Compraste mi libertad! —exclamó irritada dirigiéndole a James una mirada asesina. —Pensé que había sido por mi comportamiento. —murmuró claramente decepcionada.
—Lo fue — respondió él —La libertad condicional no se otorga así como así. Tu comportamiento y tu perseverancia ayudaron de gran manera.
Anna puso los ojos en blanco sin importarle cuán grosero le resultara el gesto a los dos hombres.
—Continúa con tus labores — dijo el hombre —Saldrás en junio.
Anna asintió y se levantó para irse. Le dedicó una fugaz mirada a ese hombre que se hacia llamar padre y la nostalgia pudo más que la indiferencia, entendió de donde procedían sus ojos verdes, entendió la preciosidad del cabello dorado de Karla y su corazón sufrió un colapso al notar las pequeñas similitudes que compartía con Javier. Su nariz era casi idéntica y sus mejillas gordas también.
—Nos estamos viendo Anna —dijo James dedicándole una cálida sonrisa cargada de arrepentimiento.
Ella negó lentamente. —No lo creo —murmuró en respuesta con semblante ausente. En el trayecto a la fortaleza no se topó con Christopher lo que suponía un gran alivio, pues tenía mucho en que pensar.
Tomó asiento en una cutre banca frente a unas máquinas desgastadas, la imagen de James seguía en su mente, su presentación formal le resultaba de mal gusto. Era digna de una entrevista de trabajo y no iba acorde a la situación. Sacudió la cabeza, no dejaría que un desconocido que se hacía llamar padre la desconcentrara. Su pecho ardía de adrenalina con euforia. Se encontraba inquieta pensando en todo lo ocurrido en la última hora. —Le fui infiel —murmuró Anna tomándose la cabeza entre las manos. El corazón le dolía por tanto remordimiento y ahora se sentía mucho más vacía y sola que antes. —Él me engañó a mí —volvió a murmurar, ahora enfadada. Unas mujeres que hacían ejercicio a unos metros observaron a Anna y fruncieron el ceño.
El dolor invadió el enfado. Ella había hecho lo más difícil. . . Perdonar. Ahora solo quedaba olvidar, pero ¿como olvidar una mentira de tal magnitud? Era imposible olvidar cuando siempre existiría un recordatorio del engaño. Ése recordatorio era Marcus.
**
—¡Marcus! —exclamó Mark horrorizado al ver que su pequeño estaba jugando con un chinche puntiagudo que estaba en el suelo. —Lisset ¿puedes quitarle eso? —le preguntó Mark a una alumna que se encontraba cerca de su bebé.
Ella asintió emocionada. El niño automáticamente se puso a berrear y todos los alumnos lo ignoraron ya acostumbrados a éste tipo de escenas. Mark se alejó del pizarrón y sostuvo al niño un rato hasta que se calmó. Luego lo dejó jugar nuevamente por el salón de clases.
—¿Y su mamá? —preguntó una alumna morena de ojos redondos que estaba en el primer asiento. Ése asiento que le pertenecía a Anna.
—En un viaje de trabajo —respondió él taciturno. Sin quitarle la vista a Marcus que encontró mejor jugar con una pelotita de goma. Avril tenía dos semanas en Nueva York siendo la modelo principal de una conocida marca de ropa y volvería a finales de junio cuando su contrato terminara.
1 de junio del 2014
—Adiós Anna —murmuró Christopher con el corazón en el suelo. —Mi propuesta sigue en pies —añadió con el alma destrozada.
—No puedo irme a vivir contigo —respondió ella con la bolsa de sus pertenencias en la mano. —Es hora de que . . . —los gruesos labios de Christopher se estamparon inesperadamente en los de Anna. En un ferviente y anhelante beso los dos transmitieron sus miedos, deseos y las palabras nunca dichas. Un beso de despedida.
—Nos volveremos a ver. Ten la plena seguridad de eso —musitó Anna llevándose consigo la poca alegría de Christopher.
Él asintió observando como ella se alejaba con pasos seguros a la salida.
«La libertad se siente tan bien» pensó Anna. Los rayos de sol acariciaban libremente su cuerpo, era un sentimiento inexplicable, poder mover los pies sin unas cadenas que los controlaran era magnífico. En los bolsillos de su vaquero tenía unas llaves de un pequeño departamento y un dinero que James le había provisto para el momento de su salida. Ya él había arreglado absolutamente todo, Anna le aseguró que le pagaría cada centavo que había gastado en su libertad y conocía a la persona adecuada que podría darle empleo.

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~June~
Teen FictionUna estudiante común y corriente. Un profesor agotado de la rutina. Nada en común, salvo la monotonía asfixiante de sus vidas. Una mañana de Junio sus vidas cambian al darse cuenta que encontraron lo que ambos sin saber estaban buscando. Un remolino...