Al llegar a Tufesa la estación de buses a las 7:40am no tardaron en informarles que la salida se había atrasado por una falla del motor que pronto sería arreglada, mientras tanto Anna y sus padres toman asiento en las bancas de espera donde se puede ver a las personas despidiéndose de Phoenix para dirigirse a quién sabe que lugar. Su corazón da un vuelco cuando recuerda que Mark probablemente esté despertando, quizás no se sorprenda al no encontrarla a su lado pero cuando las horas corran y las llamadas vayan al buzón de voz, los mensajes sean ignorados y los sentimientos se hagan presentes, descubrirá lo que sucede realmente. La culpa la carcome pero no puede hacer nada para evitarlo.
A lo lejos observa como dos siluetas femeninas se van acercando, primero no las distingue con claridad debido a que sus ojos se sienten pesados por las horas sin descanso, pero cuando están a tres metros de distancia sabe perfectamente quiénes son.
Karla y Avril.
Un sabor amargo se sitúa en la garganta de Anna al ver como Avril camina con esa sonrisa burlona y triunfante en su rostro y no sólo eso, con el bebé en brazos. Un hormigueo empieza a recorrerle todo el cuerpo, indicándole sus ganas de levantarse y descargar su poca energía en gritarle y si es posible, golpearla. Desiste de su inesperado plan diabólico y permanece inmóvil en su asiento.
Karla es la primera en dirigirse a Anna, la abraza con fuerza pero ella no le corresponde el abrazo. Se despega poco a poco de su cuerpo y la mira fijamente a los ojos sin ninguna expresión.
—¿Estás bien? — Pregunta la mayor un tanto consternada por la gélida reacción de sus hermana. Avril observa todo desde una distancia prudente.—No lo estoy. Tú preferiste irte y darle la espalda a nuestros padres. Ellos te necesitaban y tú no estabas ahí para ellos. —Karla bajó la cabeza. —Escucha tú los necesitaste en tus diecisiete primeros años de vida y ellos siempre, siempre estuvieron para ti. ¿por qué no pudiste hacer lo mismo por ellos?
Karla miraba sus zapatillas costosas que eran realmente de Avril, sabía que su hermana menor tenía razón y la odiaba por eso.
—Te suplicaron que vinieras a San francisco y te negaste porque preferiste quedarte con ésa rubia hueca que conoces desde hace poco —. Avril giró levemente la cabeza para observar a Anna y ésta le respondió con una mirada fulminante que sólo podía mostrar una diminuta parte de su profundo odio.
—¿Quieres que esté bien después de eso? Sabiendo el daño que le has hecho a nuestros padres con tus decisiones —dijo con su voz extrañamente imponente —Y sin contar lo sucedido con Javier —.
—Anna— murmuró Karla —Siento haberlos abandonado en un momento así pero no podía con el dolor. . . —Karla intentaba explicarse mientras trataba de no llorar con las hirientes, pero ciertas palabras de su hermana. —Lamento que estén sufriendo tanto por. . .
El palabrerío de Karla fue interrumpido por Anna que la cortó tajante y sin miedo —No debes pedirme disculpas a mí, sino a ellos —señaló con la cabeza a sus padres que se encontraban del otro lado, sentados en unos bancos más alejados.
Karla se retiró olvidándose por completo que Avril estaba cerca y al acecho, con pasos seguros se acerca a Anna con una sonrisa burlona —¿Quieres ver a mi bebé? —Pregunta con inocencia —Todos dicen que se parece mucho a su papá.
Anna con semblante sombrío recuerda la mínima capacidad de odio que había en su cuerpo antes de que Avril apareciese. Le dirige una fugaz mirada al bebé oculto debajo de una gruesa manta celeste, ella lo inclina a propósito y Anna aparta la mirada sorprendida por que una cosa tan pequeña y tierna provenga de ésa bruja.
—Se llama Marcus —dice captando la atención de Anna —¿Te gusta el nombre? Su papá lo eligió—.
—¿Sabes?—Anna fijo su vista en los ojos profundamente verdes de Avril —No me interesa nada respecto a ti o a tu hijo —. Añadió levantandose para dejar a la rubia sola.

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~June~
Teen FictionUna estudiante común y corriente. Un profesor agotado de la rutina. Nada en común, salvo la monotonía asfixiante de sus vidas. Una mañana de Junio sus vidas cambian al darse cuenta que encontraron lo que ambos sin saber estaban buscando. Un remolino...