Su segundo error fue creer que evitaría todo lo malo solo por aceptar obedecer las órdenes del grupo líder. Y su tercer error no insistir en la pregunta que había formulado sino aceptar el mediocre cambio de tema.
Tres errores en el primer día. Una jodida manera de suicidarse.
Anna fue sujetada por brazos y piernas, su cuerpo al principio luchaba débilmente por liberarse del agarre, sin embargo fue en vano ya que sus ojos fueron cerrándose lenta y tortuosamente hasta quedar inconsciente de lo que ocurría a su alrededor.
-¿Qué hacemos ahora? -preguntó alguien.
-Déjala ahí -Bet señaló una camilla, similar a las que se encuentran en la enfermería solo que ésta tenía unas correas alrededor, para que quien se acostara pudiera ser atado. -Y ponle la mordaza.
Bet, mujer de la cuarta década salió con pasos apresurados a buscar algo que olvidó en su cubículo. Luego regresó con guantes en las manos y una máquina de tatuar casera en su pantalón.
-¿Eres estúpida? -le preguntó irritada a la otra persona que la acompañaba -¡Tienes que atarla!
La otra persona obedeció sin chistar mientras le bajaba los pantalones holgados a Anna. Bet encendió la máquina al tiempo que miraba la hora en un reloj de muñeca. -Tenemos solo cinco minutos -murmuró agarrando la máquina -Toma las tijeras y corta donde gustes. -añadió acercándose a la pierna derecha, justo en el muslo. Con sus manos expertas pasó la máquina trazando algo que solo estaba en su mente. Anna obviamente despertó debido al punzante dolor que la invadía. Y soltó un alarido que enloquecería a cualquier persona, pero en ése lugar nadie se inmutaba por el dolor ajeno. La mordaza ayudaba bastante ya que no solo chillaba sino que lloraba también. Cuando Bet hubo terminado sonrió satisfecha al ver su nueva obra de arte.La acompañante cortó mechones irregulares de pelo, pero deseaba fervientemente pasarle una máquina y dejarla sin el más mínimo rastro de cabello. -¡Ya es hora! -murmuró Bet chequeando nuevamente la hora.
-Hay que subirla- espetó la acompañante con malicia.
Anna fue tranquilizada con un golpe en la nuca y más tarde llevada a la azotea donde fue dejada a la deriva sin su pantalón.
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-¡Arriba ahora mismo! -gritó una mujer alta y delgada que era parte de la seguridad del sitio. Llevaba un pantalón color azul turquí y un suéter del mismo color con un estampado en la parte trasera, unas botas de seguridad y el cabello castaño recogido en una coleta. La mujer de unos treinta y tantos al percatarse de que faltaba una reclusa en el dormitorio gruñó molesta. Sacó el comunicador que tenía enganchado al cinturón del pantalón y apretó un botón. -Señor Jeff -comenzó la mujer con ligera preocupación y luego miró la puerta donde había una pequeña placa que decía el nombre de las mujeres que compartían el cubículo -Anna McLaren no se encuentra en su habitación -luego le dirigió una mirada fría a Bet quien fingia estar preocupada por su compañera. -Sospecho que Elizabeth Tomms tiene algo que ver.
Se escuchó un ruido sordo del otro lado -Las cámaras de seguridad lo dirán todo. -respondió el hombre -Informa la situación y haz que la joven aparezca. -repuso mientras se escuchaba un siseo en el intercomunicador.
-Entendido señor. -contestó la mujer de seguridad mientras Bet la observaba impasible fingiendo una inocencia que no cabía en el lugar -Es la quinta vez que sucede esto y aún no tenemos pruebas concretas de quien es. Pero estoy segura que eres tú, cuando lo certifique no habrá palabras para el castigo que te daré. -Lo peor de la situación es que alguien que trabaja aquí te ayuda. Voy a descubrirlo Elizabeth-dicho esto salió cerrando la puerta con un golpe seco y dejando sin desayuno a Elizabeth Tomms.
Una hora después fue encontrado el cuerpo de Anna que yacía en el mugre y sucio piso de la azotea. Estaba aún inconsistente por el golpe así que un hombre de seguridad al verla semi desnuda no hizo más que quitarse el suéter azul turquí de su uniforme para tapar las piernas y el vientre de Anna, mientras la levantaba entre sus brazos para llevarla a enfermería, Martha la mujer afroamericana que recibió a Anna se acercó sorprendida. -¿Qué ha pasado? -preguntó perpleja caminando al lado del hombre sin camisa.
-Le dieron la bienvenida -respondió bufando -Ésta vez no fueron tan despiadadas pero ¿viste que le hicieron? -preguntó enseñandole el tatuaje que estaba rojizo -La marcaron como si fuese parte de un ganado. -añadió turbado por la molestia.
La mujer no hacía nada más que negar con desaprobación y torcer la boca de forma que se viera como alguien decepcionado de la sociedad.
Anna permaneció en la enfermería hasta que despertó confundida. Lo primero que sus ojos vieron fue un torso definido y marcado por cicatrices. Luego un rostro sumamente varonil, con facciones definidas y mirada dura. ¿Es un sueño? Se preguntó a si misma y cuando trató de moverse el dolor de su pierna la hizo gemir involuntariamente. -No te muevas que te dolerá- le advirtió el hombre y luego llamó por intercomunicador a la enfermera.
Anna se percató que una camisa cubría sus piernas y sin pensarlo dos veces la levantó. Sus ojos se abrieron con horror cuando vio un tatuaje de aproximadamente 10cm que decía; «616, la muda». El hombre le dirigió una mirada de lástima mientras ella se hacía diminuta en la camilla. Su vista se nubló de lágrimas y pasó una mano por su cabello desesperada cuando sintió que unos mechones estaban más largos que otros. Nuevamente sus ojos se expandieron de manera alarmante. Chilló sin atreverse a mirar su reflejo. Y las espesas lágrimas rodaron por su mejilla.
La enfermera llegó y al percatarse del silencioso llanto de la paciente le hizo varias preguntas acerca del dolor, del atacante y del por qué lloraba. Anna ni hablaba asi que el hombre de seguridad dijo atropelladamente lo que sabía de la situación -Me alegro que seas tú quien la haya encontrado. Últimamente no se puede confiar en nadie -comentó refiriéndose a que alguien del personal fue quien ayudó a Bet con la hazaña.
Anna permaneció callada durante el rato que éstos hablaban, durante el almuerzo y hasta la noche que salió de la enfermería. Se dirigió al cubículo con las mejillas rosadas de rabia y se sentó en su cama ignorando monumentalmente a su compañera. Pensó en las formas de asesinar a alguien con una llave y más tarde sacudió la cabeza avergonzada. Ésa noche ninguna pegó el ojo. Los días consecutivos fueron más tranquilos, Anna pasaba desapercibida para todos, menos para aquél hombre de seguridad que siempre estaba siguiendola con sus ojos cafés. Ella lo notaba y le incomodaba en gran magnitud hasta cierto día que él hizo algo fuera de lo común.

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~June~
Fiksi RemajaUna estudiante común y corriente. Un profesor agotado de la rutina. Nada en común, salvo la monotonía asfixiante de sus vidas. Una mañana de Junio sus vidas cambian al darse cuenta que encontraron lo que ambos sin saber estaban buscando. Un remolino...