Lentito #36

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A las seis de la mañana, un suave ronquido de Merula en mi oreja me despertó. Todavía medio en sueños, sentí su brazo rodeando mi cintura, aferrándome con una suavidad que solo podía provenir del afecto más sincero. A pesar de la interrupción de mi sueño, no pude evitar disfrutar del momento, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío y la tranquilidad que eso me traía.

—Buenos días, aunque sea un poco temprano para mi gusto —murmuré, sonriendo al sentir cómo su agarre se ajustaba un poco más al escuchar mi voz.

Merula se movió ligeramente, entrecerrando los ojos al ajustarse a la poca luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas.

—Mmm, ¿ya es de día? —preguntó con voz ronca de sueño, su aliento cálido rozando mi cuello.

—Apenas, pero sí. Aunque no me importaría seguir aquí un poco más —respondí, acariciando su mano que descansaba sobre mi estómago.

Ella se acomodó mejor contra mí, suspirando contenta mientras se acomodaba de nuevo para seguir durmiendo un poco más.

—Eso suena perfecto —dijo suavemente. —No hay lugar en el que preferiría estar ahora mismo.

—Ni yo —aseguré, sintiendo cómo el sueño empezaba a reclamarme de nuevo. —Merula, esto... estar así contigo, es lo mejor del mundo.

—Shh, guarda ese pensamiento para después, sigamos durmiendo —susurró ella, dando por sentado que no había necesidad de más palabras.

Y así, en la comodidad y calma de esos primeros momentos del día, nos permitimos volver a la dulzura del sueño, cada uno sintiendo la presencia del otro como un ancla de tranquilidad y felicidad. A pesar de todo lo que pudiera estar sucediendo fuera de nuestras paredes, esos momentos eran nuestros, simples y perfectos en su sencillez.

El confort de estar junto a Merula me envolvió de tal manera que, sin darme cuenta, caí de nuevo en un sueño profundo. Cuando mis ojos se abrieron de nuevo, el reloj en la pared marcaba las 7:10 de la mañana. Un pánico ligero se apoderó de mí al darme cuenta de que faltaban solo veinte minutos para que comenzara la clase.

—¡Merula! ¡Merula, despierta! ¡Vamos a llegar tarde! —exclamé mientras me levantaba de un salto de la cama, sacudiendo ligeramente a Merula que todavía estaba sumida en el sueño.

Ella abrió los ojos lentamente, confundida por la interrupción repentina.

—¿Qué pasa, Frank? ¿Qué hora es? —preguntó, frotándose los ojos.

—Son las siete diez. La clase empieza en veinte minutos —dije, ya buscando mi ropa con frenesí.

Merula saltó de la cama, igualmente alarmada.

—Oh, no, ¿cómo pudimos dormirnos? —dijo mientras se apresuraba a cambiarse.

Yo me vestí lo más rápido que pude. Mientras me ataba los zapatos, eché un vistazo alrededor del cuarto de Merula, asegurándome de que no dejaba nada que pudiera delatar que había pasado la noche allí.

—Listo, ¿estás lista? —pregunté, ya de pie junto a la puerta del cuarto.

—Casi, dame un segundo —respondió ella, terminando de ajustar su uniforme y recogiendo su cabello en un apresurado moño.

Nos colocamos ambos al lado de la puerta, escuchando con atención para asegurarnos de que el pasillo estuviera despejado. Una vez confirmado que no había nadie a la vista, abrí la puerta lentamente.

—Vamos a tener que ser sigilosos —susurré, mirando a ambos lados del pasillo antes de asomar la cabeza.

Merula asintió, su expresión seria pero con un toque de emoción por la pequeña aventura improvisada de evitar ser vistos.

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