Reina #33

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Desperté con los primeros rayos de sol filtrándose a través de las gruesas cortinas de mi dormitorio en Hogwarts. Era un día más, uno de esos días en los que intentas convencerte de que todo está normal, aunque en el fondo sabes que nada lo está. Mi mente estaba llena de pensamientos revueltos sobre Merula, sobre nuestras últimas conversaciones, sobre lo que todo eso significaba para nosotros. Pero hoy, decidí, iba a ser un día normal, o al menos, lo más normal posible.

Me levanté, me estiré y me dirigí a la ducha, dejando que el agua caliente lavara no solo el sueño sino también las dudas y las preocupaciones que me habían acosado toda la noche. Con cada gota que caía, intentaba limpiar las incertidumbres, preparándome para enfrentar el día con la mejor cara posible.

Vestido con mi uniforme de Hogwarts, miré mi reflejo en el espejo, ajusté mi corbata y me prometí mantenerme fuerte, centrado. Salí de la habitación y me dirigí al Gran Comedor, donde el murmullo de las conversaciones y el clatter de los platos llenaban el aire con una energía que intentaba absorber.

Mientras me servía el desayuno, un pensamiento seguía rondando mi cabeza, haciéndome vacilar. ¿Debería buscar a Merula antes de la primera hora de clases? La posibilidad de encontrarme con ella, de hablar o simplemente compartir una mirada, era tentadora pero también aterradora.

Justo cuando estaba a punto de decidir, Rowan se sentó a mi lado con su bandeja llena y una sonrisa cautelosa.

—Buenos días, Frank. Pareces que estás en una encrucijada —comentó, clavando su mirada perceptiva en mí mientras comenzaba a comer.

—Es uno de esos días, supongo —respondí, intentando sonreír. —Estoy pensando si debería hablar con Merula antes de clase.

Rowan asintió, masticando su comida con consideración antes de hablar. —Es complicado, ¿eh? Pero, ¿sabes? A veces, simplemente enfrentar las cosas directamente puede aclarar muchas dudas. O al menos, te da una dirección en la que moverte.

—Tienes razón —dije, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. —No puedo evitarlo, parte de mí quiere verla, asegurarme de que está bien, de que nosotros estamos... no sé, en algún tipo de acuerdo, aunque sea tácito.

—Pues entonces, ve y encuéntrala. —Rowan me dio un golpecito en el hombro, alentador. —No dejes que el miedo te paralice, Frank. Ya sea bueno o malo, al menos sabrás a qué atenerte.

Terminé mi desayuno con esa idea girando en mi cabeza. Con un último sorbo de jugo de calabaza, me levanté, decidido. Hoy sería un día normal, o tal vez no tanto, pero no dejaría que el miedo dictara mis acciones. Con un paso firme, me dirigí hacia la sala común de Slytherin, decidido a encontrar a Merula antes de que la primera campana de clases sonara. Era hora de enfrentar lo que fuera necesario, y quién sabe, quizás este día normal se transformara en algo más, algo mejor.

Al llegar a la sala comunal de Slytherin, encontré a Merula rodeada de un grupo de amigas, todas inmersas en una conversación animada. Sus risas llenaban el aire, una máscara perfecta de normalidad que casi me hizo dudar de mis intenciones. Sin embargo, al verme, su sonrisa vaciló por un momento, y supe que ella también sentía la tensión subyacente que nos conectaba.

Con una mirada firme, comuniqué mi deseo de hablar con ella en privado. Algo en mi expresión debió de resonar, porque con una excusa rápida a sus amigas, se levantó y se acercó a mí.

—Frank, —empezó ella, su voz baja para que solo yo pudiera escuchar—, sé que necesitamos hablar. Pero, por favor, hagámoslo más tarde.

Mi corazón se hundió un poco. —Merula, hemos estado posponiendo esta conversación. Necesitamos arreglar las cosas, ¿no crees?

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